Estoy convencido de que ‘El Inocente’, la nueva miniserie española de Netflix que se ha estrenado este viernes 30 de abril, va a ser un todo un bombazo. Ingredientes para ello no le faltan, desde un atractivo reparto hasta una enigmática historia que invita a seguir viendo episodios hasta descubrir qué es exactamente lo que está sucediendo.
Cuando compartí mi opinión sobre sus tres primeros capítulos ya comenté que ‘El Inocente’ era un rompecabezas que en cada capítulo va añadiendo nuevas piezas, dependiendo del espectador tener confianza en que todo acabe encajando de una forma satisfactoria. Para ello, se echa mano de forma constante de los giros sorprendentes que obligan a replantearse todo lo que uno ha visto hasta entonces de forma constante, pero llega un punto en el que corre el peligro de que todo te empiece a dar un poco igual.
De más a menos
Sobre el papel, la idea de construir cada episodio alrededor de las nuevas piezas de información que aporta un personaje diferente suena estimulante, ya que es una forma de jugar con los puntos de vistas y de añadir más riqueza al relato, pero a la hora de la verdad queda claro que los personajes son en realidad lo que menos importa en ‘El Inocente’.
En ‘El Inocente’ prima la historia en todo momento, dando igual donde transcurran los hechos -es Barcelona como podría ser cualquier otro sitio- e incluso quiénes son sus personajes. Si algo tengo que decir a favor del enfoque de Paulo, eso es que da en todo momento de tener muy controlado lo que quiere contar y cómo va a hacerlo, pero comete un error mortal convirtiendo a sus personajes en meras marionetas que tienen que hacer o decir ciertas cosas para que la trama avance y no para que haya ningún tipo de crecimiento interior.
Esa es una sensación que ya surge en los primeros episodios, pero entonces hay mucho de presentación e incluso de jugar con el espectador aparentando una cosa para ser otra sin que resulte inverosímil, pero llega un punto en el que la historia de Mat, Olivia y compañía devore por completo cualquier tipo de identidad que pudieran tener sus personajes para someterlos a una sucesión de giros y sorpresas más o menos afortunadas que se extiende hasta incluso la escena final de la serie en nueva demostración de que importa más la sorpresa que cualquier otra cosa.
Una debilidad muy clara
La cuestión está en que es, antes o después, llega un punto en el que la conexión con los personajes es esencial para que un relato de estas características pueda conseguir el impacto buscado. En ‘El Inocente’ sucede justo lo contrario, resultando cada vez más evidente que están vacíos más allá de su función como herramientas narrativas.
Desconozco hasta qué punto esto es algo que hereda de la novela de Harlan Coben que adapta aquí Oriol Paulo, pero este último ya había demostrado en sus anteriores trabajos como ‘El cuerpo’ o ‘Contratiempo’ lo mucho que le gustaban los giros sorprendentes y ‘El Inocente’ acaba siendo un constante sucesión de ellos, construyendo así un castillo de naipes que deslumbrará a algunos espectadores, no me cabe duda, pero en mi caso se vino abajo mucho antes de que incluso se pudiera aplicar que lo que importa es el viaje y no tanto el final.
Es verdad que el reparto se muestra muy entregado a sus personajes y que Paulo sabe sacar de ellos lo que necesita para la historia. Ni uno de ellos está fuera de lugar, pero tampoco hay ninguno que transmita auténticas emociones. Ahí la serie parece seguir el camino de que esto podría suceder en cualquier parte, pero también que si cambiásemos por completo a los jugadores, poco saldríamos perdiendo.
Y mira que hay dramas y tragedias en el pasado de todos ellos, pero luego incluso cuando parece querer algo con ellos en el presente, se siente como algo salido de la nada -pienso sobre todo en algo relacionado con el personaje interpretado por Alexandra Jiménez-, poco más que otro giro con el que impactar al espectador que como algo que se haya trabajado la serie. Emocionalmente es un fracaso.
En resumidas cuentas
Habrá quien diga que lo importante de una miniserie como ‘El Inocente’ es que tiene una historia que engancha y está repleta de sorpresas a lo largo de sus ocho episodios para que uno nunca llegue a aburrirse. Ahí pocas pegas puedo ponerle, pero una buena historia necesita también unos buenos personajes y aquí no hay ni rastro de ellos, hasta el punto de que en su tramo final hasta el hecho de creerme o no lo que me vendían pasaba a ser secundario.