Tras el visionado de las 16 películas que competían en la 69ª edición del Festival de San Sebastián, era inevitable comenzar a pensar en las favoritas, las mejores y las peores, las sorpresas y las decepciones, e intentar adivinar las decisiones del jurado. Nadie esperaba que ‘Blue Moon‘ se alzaría como la gran triunfadora. Se hablaba mucho de ‘Quién lo impide‘, que finalmente recibió el extraño premio de interpretación de reparto. Y en algunas quinielas aparecía ‘La abuela‘, una de las pocas propuestas de género en Sección Oficial.
‘Quién lo impide’
Más allá de opiniones personales sobre qué películas son mejores que otras, ‘Quién lo impide’ era una candidata ideal para llevarse la Concha de Oro. Una película ambiciosa, de 220 minutos de duración, que captura la realidad, los sueños y las decepciones de un grupo de jóvenes que transitan a la madurez en la pantalla, delante de nuestros ojos, y cuyo futuro parece saltar en mil pedazos con la llegada de la pandemia. Si se busca una película relevante, irrepetible y perdurable, aquí está.
Quizá basta con entregar la Concha para que una película adquiera esa relevancia, y quizá es suficiente el galardón de interpretación para apoyar a ‘Quién lo impide’, pero creo que el jurado coronó a la película equivocada. Sin quedar totalmente cautivado con el trabajo de Jonás Trueba, creo que su obra no solo es digna de aplauso, es una de las películas más importantes de los últimos años.
‘Quién lo impide’ es un apasionante proyecto que mezcla documental y ficción para ofrecer un retrato generacional muy concreto, siguiendo a un grupo de chavales de Madrid nacidos a principios del siglo XXI que acaban de alcanzar la mayoría de edad. Tres horas y cuarenta minutos es mucho tiempo para estar sentado delante de un material que trata de plasmar momentos auténticos y espontáneos, señalados como representativos de las vidas de estos chicos, pero merece la pena cuando les empiezas a conocer y empiezas a descubrir qué piensan o cómo gestionan lo que les ocurre. Además, hay dos intermedios de 5 minutos que ayudan a sobrellevar la experiencia.
Trueba consigue una película muy inteligente, emocionante y divertida, con la que te dejas llevar, conectas y se queda dentro. La duración me parece excesiva e injustificable, hay muchas escenas que podrían recortarse o directamente quedar fuera del montaje para dejar un conjunto más redondo, pero puede que los chicos sean tan majos y adorables que Trueba se ha sentido incapaz de quitarles más minutos. O puede que, en busca de la película definitiva sobre la juventud, haya considerado que 220 minutos era una cifra apropiada para la magnitud de su reto. En todo caso, una película muy especial e imprescindible.
‘La abuela’
Creo que es muy saludable para todos los que amamos el cine y que habla muy bien de cualquier festival que en la sección a concurso se incluya la mayor variedad posible de historias, miradas y sensibilidades. Se suele dar mucha importancia al drama, a los temas serios y las tragedias que denuncian o invitan a la reflexión o al debate, pero quien reste valor a la comedia o al terror debería intentar hacer una algún día. Tras el éxito de ‘Titane‘ en Cannes, y con dos nombres como Carlos Vermut (guion) y Paco Plaza (dirección) trabajando juntos, ‘La abuela’ era uno de los títulos más atractivos de San Sebastián.
El resultado es bastante irregular. Quizá emparejar a Vermut con Plaza no ha sido tan buena idea ya que ‘La abuela’ parecen dos narraciones diferentes peleando por encajar; una acentúa la crudeza de la vejez y la enfermedad, mientras la otra es pura fantasía de terror. Estas dos facetas se boicotean y entorpecen, asfixiando una película que tarda una hora en arrancar. Cuando empieza a soltarse, estás mirando el reloj y queda poco tiempo para disfrutar de todo el horror que promete desde la potentísima primera secuencia. Porque los giros son previsibles, y solo estás esperando que pasen.
Siento que falta desarrollo en el personaje principal (Almudena Amor), modelo que ante una gran oportunidad debe viajar para cuidar de su abuela. No me parece suficiente para sostener una película que se apoya en dos personajes; es demasiado simple, faltan conflictos. Y es desesperante que insista en comunicarse con la anciana, cuando sabe que no le va a responder. Por el contrario, la actuación de Vera Valdez es escalofriante. Ella y un final de fiesta glorioso compensan lo menos inspirado y justifican una película que gana cuando Plaza toma el control y desata el horror.