Desde que George Lucas pusiese en 1977 la primera piedra del vasto universo de ‘Star Wars’ con el que más tarde sería el cuarto episodio de la saga, la figura de la mujer siempre ha estado presente con personajes tan fuertes como la princesa Leia Organa, Padme Amidala o una Rey que hizo evolucionar la franquicia situando por primera vez a una fémina en el papel protagonista de los episodios VII, VIII y IX.

Detrás de las cámaras, la situación ha sido muy diferente durante las casi cinco décadas que Siths, Jedis y demás mitología galáctica lleva proyectándose en la gran pantalla. Durante todo este tiempo, ‘Star Wars’ ha estado escrita con letra de hombre; ya sea el del propio Lucas, el de el de Richard Marquand, los de Rian Johnson y J.J. Abrams, que dieron forma a la tercera trilogía, o el de un Irvin Kershner que tocó el cielo con la descomunal ‘El imperio contraataca’.

Kathleen Kennedy, presidenta de LucasFilm, ha manifestado en numerosas ocasiones su intención de romper con esta dinámica, considerando la contratación de mujeres realizadoras «como una absoluta prioridad»: pero, mientras en el campo televisivo ya se están dando pasos con fichajes como el de Deborah Chow —que se encargará de capitanear la nueva serie de Obi-Wan para Disney+—, la división cinematográfica de la compañía aún no ha dado con una directora que aporte su visión a la épica espacial.

Pues bien, en Disney ya tienen en en nómina a la candidata perfecta para esta labor: se llama Bryce Dallas Howard, y con su espectacular trabajo en los capítulos 4 y 11 de la igualmente magnífica ‘The Mandalorian’ ha demostrado haber heredado de su padre algo más que el color de su pelo; haciendo gala de un talento envidiable en dos registros muy diferentes entre sí.

De Akira Kurosawa a los piratas espaciales

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El debut galáctico de Bryce Dallas Howard, que antes de ponerse a los mandos de ‘The Mandalorian’ había firmado varios cortometrajes y el largo documental ‘Dads’ —que puede verse en Apple TV+—, sorprendió a propios y extraños; principalmente por el modo en que capturó la esencia de la obra de un Akira Kurosawa cuya ‘La fortaleza escondida’ ya sirvió de inspiración a George Lucas para concebir la célebre ‘Una nueva esperanza’.

En ‘Santuario’, el primero de los dos episodios que ha realizado para la serie de Jon Favreau, la directora abrazó sin cortapisas el espíritu y las bases argumentales de ‘Los siete samurais’ para poner contra las cuerdas a una aldea bajo peligro de asedio que, además, se alza como una suerte de oasis que podría alejar al Mandaloriano protagonista de su peligrosa vida como cazarrecompensas.

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Bajo esta premisa, Howard extrajo oro de un Mando en pleno desarrollo; mostrando una especial sensibilidad al trabajar su dinámica con Omera —potencial interés amoroso y vía de escape al mismo tiempo— y al retratar la vida de un planeta Sorgan en la que El niño disfruta de un poco de paz y tranquilidad en un hermoso entorno natural. Pero el agradable tono que predomina en buena parte de los pasajes del relato no eximió a la cineasta de sacar la artillería pesada en una secuencia de acción nocturna espectacular con un amenazador AT-ST incluido.

Este contraste entre emotividad y espectáculo ha vuelto a hacer acto de presencia en ‘La heredera’, el undécimo episodio de ‘The Mandalorian’ —o el tercero de la segunda temporada, que viene a ser lo mismo— que también comparte con ‘Santuario’ la introducción de un personaje femenino de armas tomar. Si en el cuarto capítulo fue Cara Dune, en esta ocasión ha sido la Bo-Katan Kryze de Katee Sackhoff, que ha dado el salto de la animación al live-action de la mano de Bryce Dallas Howard con igual fortuna que ha heroína de Gina Carano.

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No cabe duda de que ‘La heredera’ es un ejercicio en el que Howard ha reafirmado su destreza para moldear set pieces, y en el que vistosidad e intensidad comparten peso en la balanza; abandonando en este caso el estilo de batalla más «tradicional» en forma y contenido de ‘Santuario’ para ganar verticalidad e introducirse en la dinámica de jetpacks, seguimientos imposibles y vuelos frenéticos heredada de la ‘The Clone Wars’ de Dave Filloni —guionista y productor ejecutivo en ‘The Mandalorian’—, en clave pirata.

Además, la buena de Bryce ha elevado aún más si cabe los niveles de ternura en su segundo escarceo galáctico, impregnándolo de magia con algunos planos hermosos —la eclosión del huevo con el Niño mirando a través del contenedor es para enmarcar—, y con escenas tan cálidas como el reencuentro entre la sufridora Frog Lady —así figura en los títulos de crédito la suerte de salamandra gigante– y su marido; pasaje que, he de reconocer, me ha tocado especialmente la fibra sensible sin necesidad de artificios.

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La división cinematográfica de ‘Star Wars’ podría —y debería— encontrar un nuevo y necesario rumbo, y huir de un más que posible desgaste, aprovechando el punto de vista y las inquietudes que ofrecería una mujer al mando; y no deja de sorprender que, con su breve trayectoria, Bryce Dallas Howard se postule como la gran perturbación en la Fuerza capaz de llevar la saga a territorios inexplorados más allá del Borde Exterior.