La tanda publicitaria parece un zoo: perros, gatos, caballos, toros, vacas y búhos para vender de todo. Las razones del fenómeno. Los riesgos.
Allá lejos y hace tiempo, a mediados de la década del ’90, los teléfonos fijos eran todavía importantes. Una campaña publicitaria tuvo la sencilla idea de poner a la marioneta de una llama a hacer jodas telefónicas. Así nació “La llama que llama”, una versión de fin de siglo de las bromas del Doctor Tangalanga, que se convirtió en un hit publicitario.
Aunque pasaron unas décadas y hoy las comunicaciones cambiaron radicalmente desde aquellos años, hay costumbres en la industria que se mantienen inalterables. Una de ellas es la de incluir animales en los anuncios. Basta prender el televisor por la noche. O navegar a cualquier hora del día para verlas en forma de spam.
Las publicidades con la presencia de una gran cantidad de especies pueblan las pantallas de todos los dispositivos.
Animales sueltos… en el corte
Las hay de todo tipo: con animaciones realistas de animales, con algunas técnicas de teatro de objetos que los representan o -la mayoría- directamente con animales reales. Y los productos que venden no son solamente los lógicos vinculados a las mascotas, como podría ser una pipeta contra pulgas y garrapatas.
Un banco, por ejemplo, puso la animación de un búho de voz engolada que siempre tira la posta de los mejores servicios de la casa, descuentos y, básicamente, cómo hacer rendir mejor tu dinero. Lleva años y se renueva siempre con el búho -y su sugerente ceja levantada- como guía y gurú.
Los anuncios de cerveza son un excelente ejemplo de inventiva, que se potencia aún más en tiempos mundialistas. Una famosa marca de origen brasileño hizo una con el proceso onírico de cómo se fabrica la cerveza. Uno de los personajes -un hippie con lentes redondos- recibe una pregunta de un felino. “¿Y, gato?”, quiere saber el animal sobre el sabor de la bebida. “Suave”, contesta el hombre con una canción de Roxette de fondo.
Quizás con menos sutileza, una crema antihemorroidal eligió a Hernán Drago como protagonista de su anuncio. El modelo dice: “Sufrir de hemorroides me fue alejando de lo que más me gustan: los caballos…”. La solución, por supuesto, es la crema. Y aparece él, montando y acariciando a un animal en el campo.
Algunos creativos de la publicidad dan su mirada sobre los comerciales y sobre el reiterado uso de animales.
La palabra de los creativos
“Los comerciales son pensados por quienes estamos en el área de creatividad de las agencias. Por más que suene contrario a una idea popular, no estamos todo el tiempo pensando en vender un producto. Tratamos de pensar historias e ideas que comuniquen, que obviamente tienen como objetivo final vender. Muchas veces los animales aparecen como una respuesta a lo que sentimos que necesita la idea. El animal en sí no es lo que vende, sino la historia”, dice Enzo Ciucci, director creativo de Don Agencia.
Ciucci pone, entonces, el ejemplo que todos conocemos de la llama y su juego de palabras. “Si pienso en un animal para el relato que quiero contar lo hago porque me aporta desde lo narrativo, más allá de que sea un gato, un topo o un loro. El animal sólo aparece para reforzar el chiste”, agrega.
Director general creativo de las agencias Grosomono y Gennial, Ale Perazzo resume la idea del uso de los animales en pocas palabras. “Siempre funcionaron los bebés y los perros. Los animales garpan una y otra vez. ¿Sabés cuál es el consumo número uno en Internet? Los videos de gatos. Son más graciosos que las personas”, analiza.
El uso de los animales, según la mirada de Perazzo, posibilita acortar caminos a la hora de contar una historia y entender un personaje: “Te permite representar mejor los estereotipos y construir las personalidades sin depender de alguien. No necesitás mostrar a una persona: lo representás con una lechuza. Listo. Está todo contado“.
Y agrega: “El tipo de animal ya es casi una personalidad en sí mismo. Por eso, la mayoría de las historias de Disney son animaciones con animales. Es más fácil. En publicidad eso existe desde siempre. No importa lo que vendas”. Sólo que ahora se volvió un recurso masivo.
La lista de comerciales con animales es extensa. Una bebida alcohólica tipo frizzé cuenta la historia de unos amigos que deciden liberar un toro mecánico después de unas arduas vacaciones de verano. En la escena final, lo llevan al campo donde se reúne con otros, que sí son reales.
Entre la ternura y el estrés
Aunque el uso en los comerciales es extendido y muy frecuente en la industria, despierta la resistencia en algunas asociaciones defensoras de los derechos de los animales.
“La industria elige a los animales de la misma forma que elige a los niños. Llaman la atención, además de dar un viso de ternura. Pero ellos se estresan muchísimo cuando se los hace participar en un set de televisión o en una publicidad, incluso en algo soft o light como la publicidad del caballo y la crema”, opina Malala Fontán, referente del grupo activista Sin Zoo.
“No es propio de un animal actuar, ni tenemos ningún derecho para usarlo con ese fin”, sentencia Fontán.
Basta con pegarse a una pantalla por un rato para verlos. Un perro puede vender, en algunos comerciales, desde un seguro a un servicio de streaming y pasando por una marca de pintura.
“Nunca se te ocurra hacer una película con animales ni con niños”, dijo alguna vez Alfred Hitchcock, pensando en que se robarían el protagonismo. A la publicidad nunca le importó esa máxima del director.