Imagina que estás escribiendo un libro. No uno cualquiera, ojo, estás enfrascado en contar la historia de un artista rodeado por el misterio y al que se le atribuyen mitos como haber sido pareja de la aún más mítica Anastasia, la hija del último zar ruso.

Plantéate que estás escribiendo un capítulo sobre una de sus últimas obras, un cuadro perdido que desapareció sin dejar rastro, y que mientras descansas de tanto picar teclas te pones a ver una película para desconectar. Y de repente, en el salón de pega de un ratón que habla, está el cuadro perdido que investigabas del artista sobre el que estás escribiendo.

Las obras perdidas de Róbert Berény

Con algo menos de fantasía pero una situación igual de surrealista se cruzó la historiadora Gergely Barki del Museo Nacional de Hungría en Budapest. El artista sobre el que escribía era el húngaro Róbert Berény, un pintor mundialmente reconocido por su aportación al expresionismo y el cubismo.

Blackvase

Nunca le preguntes a un húngaro qué hacía entre 1939 y 1945, pero en este caso Berény fue uno de los que no quedó demasiado contento con el auge del fascismo y la Segunda Guerra Mundial. Tras apoyar la revolución comunista de los años 20 y convertirse en cartelista, gran parte de sus obras fueron destruidas en 1945 como represalias por ser judio, poco antes de terminar la guerra.

En ese ataque se presuponía que habíamos perdido para siempre “Mujer dormida con un florero negro”, un cuadro de Berény al que se le había perdido la pista en 1928 tras exhibirse en un par de ocasiones.

Pero había una historiadora que tenía otra teoría sobre el cuadro. Creía que en aquella última muestra de arte se había vendido a alguien para poder costear la ajetreada vida de Berény. Y sentarse a ver con su hija una película infantil en las navidades de 2008, estaba a punto de darle la razón.

Una mujer dormida con un florero negro y un ratón que habla

Descansando entre Geena Davis y Hugh Larie mientras un ratón con la voz de Michael J. Fox pasea por allí, un cuadro demasiado similar a “Mujer dormida con un florero negro” para ser pura casualidad, decora el salón del set de Stuart Little.

Lejos de parecer un espejismo o casualidad, el cuadro se aprecia en varias ocasiones durante distintas escenas y Barki no puede evitar emocionarse cada vez más con cada nueva aparición. Automáticamente intenta ponerse en contacto con todo aquél que había estado haciendo la película nueve años antes y, casualidades de la vida, consigue dar con su actual propietario.

Una asistente había comprado el cuadro en un anticuario cualquiera de California por 500 dólares para darle un aire más chic al decorado de la película y, enamorada de la pintura, se lo compró al estudio para colgarlo en su apartamento cuando finalizó el rodaje.

Stuart Little

Se desconoce cómo llegó el cuadro hasta Estados Unidos, pero la teoría de que alguien lo compró y huyó al otro lado del mundo para huir del nazismo gana aquí varios enteros. Tras venderlo a un marchante de arte y subastarse por 285.700 dólares, “Mujer dormida con un florero negro” para ser exhibido, esta vez a salvo de ratones y tiendas de segunda mano, en el Museo Nacional de Hungría