No pasaron ni cinco minutos y ya pasó de todo en Juego limpio, este drama erótico y de suspenso que Netflix pagó 20 millones de dólares para tener en su catálogo, luego de su estreno en el Festival de Sundance, a comienzos de año.
Y es el tipo de película que, con escenas fuertes de sexo, sin ser explícito, pero también con los diálogos recargados, hace que la señal de streaming advierta que es “para mayores de18 años”.
¿Es para tanto?
E esos primeros 5 minutos Luke lleva a Emily al baño en la fiesta de casamiento de su hermano, comienza a hacerle sexo oral -mala idea porque ella está indispuesta-. Y cuando se levanta, se le cae algo al piso. “¿Qué es eso?” le pregunta Emily.
Es un anillo de compromiso.
Y cómo ella tiene el vestido de gala manchado de sangre, salen del baño, pero por la ventana.
Pareja con futuro (¿?)
Así que Emily y Luke piensan en casarse. Un dato no menor es que ambos trabajan en una misma empresa financiera, con fondos de riesgo. Y una de las políticas de la empresa es que no haya relaciones entre sus trabajadores.
Así que ya empezamos mal.
Y cuando un puesto jerárquico queda vacante -por una pavada: alguien perdió en una operación 15 millones de dólares- surge el rumor de que Luke es el candidato a ocupar ese lugar. No será tan así, porque Campbell (Eddie Marsan, que suele hacer de malvado en las películas de Guy Ritchie) se reúne una noche a las 2 de la madrugada con Emily y le deja en claro que le van a ofrecer el puesto a ella.
Luke, de entrada, no lo toma a mal, pese a que se había ilusionado con el ascenso. Los juegos de seducción que tenían -no podían parar de tener sexo- disminuyen.
Ya no es como antes. Emily ya está despierta cuando suena la alarma, símbolo de preocupación y de que no hay agotamiento, je, físico. Luke está en su cama, pero está claro qué ahora solo comparten el lecho para dormir.
Lo mejor de la película, que marca el debut como guionista y directora en largometraje de Chloe Domont, es que nada está asegurado. Lo que uno cree que va a suceder, pegará una voltereta. Y la ya indisimulable lucha de egos entre los miembros de la pareja, y que a Luke, en realidad, más que ascenderlo lo quieren echar, complica todo un poco más.
Encima la madre de Emily insiste en comunicarle a todo el mundo que se van a casar, algo que ellos quieren mantener en secreto.
La tensión es constante, hay algo entre la perversión, el deseo y el placer que se conjugan como un combo explosivo, todo lo que es muy bien orientado por la realizadora.
Los protagonistas están casi siempre en pantalla, juntos o separados. Son Alden Ehrenreich, que fue Han Solo en el spin-off Han Solo: Una historia de Star Wars, y también estuvo en Ave César, de los Coen, y Phoebe Dynevor, que era Daphne Basset, la duquesa de Hastings en Los Bridgerton, también de Netflix. Son seres ambiciosos, que pueden llegar a ser despiadados cuando las reglas cambian.
Y en eso, también, radica que Juego limpio, que es bastante sucio, sea tan atractiva.
Si son de los que siguen mirando los títulos finales, descubrirán que en el equipo técnico hay mucho apellido terminado con c. Es que por más que los exteriores sean de Nueva York, se ve que los interiores los rodaron en Serbia. Ni se nota, y lo barato no les ha salido caro.
“Juego limpio”
Drama / Suspenso. Estados Unidos, 2023. Título original: “Fair Play”. 113′, SAM 18. De: Chloe Domont. Con: Phoebe Dynevor, Alden Ehrenreich, Eddie Marsan, Rich Sommer. Disponible en: Netflix.