Vaya año sorprendentemente bueno en cuanto a ficción española nos está dando Disney+. Si en enero vimos la excelente ‘Cristóbal Balenciaga‘, ahora, en vísperas del veinte aniversario del 11-M nos encontramos con una demoledora miniserie creada por Jorge y Alberto Cabezudo (‘Crematorio‘, por ejemplo). Estoy hablando de ‘Nos vemos en otra vida‘.
Compuesta por seis episodios, la miniserie nos lleva no a los terribles atentados en sí sino a la implicación que tuvo en ellos un, por entonces, menor de edad: Gabriel Montoya Vidal (Roberto Gutiérrez), más conocido como Baby, quien participó en el traslado de los explosivos utilizados junto a Emilio Trashorras (Pol López), su «socio» y amigo. Todo basado en la entrevista que concedió Gabriel al periodista Manuel Jabois.
Sin confundir al protagonista
Algo que es curioso porque, desde el comienzo, los hermanos Sánchez Cabezudo muestran buen gusto a la hora de mostrarnos que la serie está basada en una entrevista. Conscientes de cierta tendencia de la ficción en la que se da casi más importancia al periodista que logró la exclusiva (ahí tenemos el caso de ‘¿Quién es Anna?‘, por ejemplo) que al sujeto del, digamos, biopic, los guionistas deciden dar a Manuel Jabois (Jaime Zatarain) un papel más tangencial.
Aparece, sí, pero jamás nos alejamos de Baby. Es a él a quien escuchamos continuamente.
Y le escuchamos en lo que la serie pone el foco en la relación que tiene el chaval con Emilio Trashorras, quien se convierte en el referente para un chico que ya ha tirado la toalla en la vida: su padre está en la cárcel y él es un pequeño delincuente juvenil que ni estudia, ni trabaja, ni quiere. Sin juzgar, ni justificar, se nos presenta una realidad palpable de tantos y tantos muchachos.
Es ese anclaje a la realidad, al realismo, a lo natural, lo que mejor funciona en ‘Nos vemos en otra vida’ en lo que vamos viendo cómo, poco a poco, Baby comienza a ser camello y distribuir polen por las calles de Avilés y cómo eso empieza a evolucionar hacia otro tipo de encargos.
Los Sánchez Cabezudo lo relatan con una sobriedad paradójicamente potente. Sin adornos pero con un guion preciso y una dirección exquisita en lo que abrazan, por completo, el retrato de gente anónima hasta entonces, de personas (delincuentes callejeros, eso sí) que en el fondo son comunes y corrientes.
Una intención que se nota en un casting sin grandes nombres e incluso debutantes (a Gutiérrez le encontraron a la salida de un McDonald’s). Lo que no quiere decir que esté descuidado. Si bien se nota el poco rodaje del adolescente, compensan el resto de actores, sobre todo Pol López y una gustosa Tamara Casellas, que interpreta a la madre de Gabriel.
Todo esto realza lo que es una serie tan honesta como adictiva y, de hecho, sobresaliente. Un nuevo acierto por parte de Jorge y Alberto Cabezudo, quienes acometen la labor de presentarnos una realidad trágica a través de un hilo que podría, perfectamente, perderse entre tantas y tantas historias alrededor de este atentado terrorista. Y el resultado es excelente.
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