Que levante la mano quien no se llevó las manos a la cabeza y ahogó un grito fruto de la sorpresa en el clímax de la primera y genial ‘Saw’. En 2004, James Wan y Leigh Whannell pusieron Hollywood patas arriba con el inicio de una franquicia tremendamente longeva —y sin visos de echar el freno— con un thriller cargado de violencia, de estilo videoclipero heredero de la era MTV y con un giro final, cuando menos, impactante.
En tu cara
Pero, como en toda buena película que se precie, el director y el guionista no se limitaron a dar respuesta a una de las incógnitas más grandes de la cinta con una simple secuencia de montaje acompañada de exposición oral. También se esforzaron por ir sembrando el metraje con semillas y pequeños detalles que conducen, de forma casi imperceptible, a la resolución final.
En el caso que nos ocupa, uno de los pilares argumentales gira en torno a la figura del creativo asesino en serie Jigsaw y el misterio en torno a la verdadera identidad del psicópata que ha encadenado a Adam y al Dr. Lawrence Gordon en un sótano que comparten con un cadáver con más pulso del que cabría esperar. Veinte años después sabemos a la perfección que tras el asesino del puzzle —y del cuerpo «sin vida»— se esconde el bueno de John Kramer, pero el largometraje lo dejó caer mucho antes de lo que pensábamos.
Cuando vemos por primera vez a Kramer, interpretado por Tobin Bell y enfermo de cáncer, en el hospital, en la mesa que hay sobre su cama hay un cuaderno con un dibujo muy particular: un diseño de la trampa para osos invertida, una de sus creaciones más icónicas. Lo gracioso es que, en la escena siguiente, Amanda explica cómo sobrevivió a ese «juego» sin que muchos nos diésemos cuenta de que Wan y Whannell acababan de resolver el gran enigma de ‘Saw’ delante de nuestras narices.
En Espinof: