Cada año Google renueva sus Pixel con un diseño cada vez más depurado, una cámara que sigue subiendo décimas en el sobresaliente y una experiencia más depurada gracias a su software. De hecho, hay pocos rivales a la altura, tanto en el ecosistema de Android como abriendo el abanico hasta incluir los iPhone. Sin embargo, también hay cada temporada los Google Pixel siguen teniendo una asignatura pendiente: los Google Tensor.
Lo podemos ver en los análisis del último Google Pixel 10 y del anterior Pixel 9: sí, ofrecen un buen desempeño en general, pero siguen por detrás de la competencia y la diferencia no solo no va disminuyendo sino que aumenta. La brecha entre los nuevos Tensor G5 y el Snapdragon 8 Elite Gen 5 ha aumentado. Podría pensarse que esto solo es un hándicap de nicho para gaming intensivo, pero no y para muestra, la inteligencia artificial de la que Google es uno de los máximos estandartes. Para la IA hace falta músculo.
Los G5 son un salto de gigante respecto a los anteriores Tensor. No es suficiente
Para amantes de las cifras, una tabla que lo dice todo: la de los benchmarks de Geekbench 6, 3D Mark y PC Mark que habitualmente pasamos a los dispositivos que analizamos:
Estamos hablando de cifras que prácticamente puntúan la mitad, es decir, que el chip de Qualcomm es notablemente más rápido, con casi el doble de rendimiento en CPU multinúcleo. Reconozco que no soy muy de pruebas sintéticas y sí de uso diario y es cierto que para cosas como navegar por internet, redes sociales o mensajería no se nota: la fluidez es total. Pero la brecha en rendimiento gráfico sí es notable y no solo para jugar: es que hoy en día los móviles y los portátiles están más cerca que nunca.
Vaya por delante que frente a su predecesor, Google ha dado el mayor salto de rendimiento hasta la fecha: estamos hablando de una mejora notable en potencia en la CPU y en el apartado gráfico un 33%. Sigue sin ser suficiente.

Bajo el capó de los Tensor y los Snapdragon
Antes de nada, dos breves apuntes para contextualizar: la CPU es algo así como el cerebro del teléfono y todos los chips de smartphone se basan en arquitectura ARM. Y hasta aquí las semejanzas. Porque cada módulo y las capacidades de cada núcleo varía, con diferentes compromisos entre potencia, eficiencia y tamaño.
Qualcomm diseña sus propios CPU bajo la marca Oryon, lo que les permite acelerar su desarrollo en escala y tamaño frente a los predefinidos de ARM, que el grueso de fabricantes se limita a licenciar tal cual. Y aquí radica la diferencia base entre los Tensor y Snapdragon. Pero hay más. El último gran chip de Qualcomm se caracteriza por:
- Una frecuencia de reloj extremadamente elevada para un móvil. Así, en el núcleo principal llega a los 4,6 GHz frente a los 3,78 GHz del Tensor G5. Sí, son picos temporales, pero evidencian el esmero de Qualcomm en cuestiones como la alimentación, la gestión del reloj y probablemente hasta la caché.
- Oryon es un núcleo grande y repleto de unidades de caché y ejecución, lo que le permite un procesamiento de datos a gran velocidad. Esto para WhatsApp no luce, pero en otros escenarios sí. Por su parte, el Tensor G5 lleva un gran núcleo Cortex-X4 de Arm con siete núcleos más pequeños y eficientes.

Además, Qualcomm también fabrica su hardware gráfico, basado en arquitectura Adreno, que desarrolla internamente. Y lleva años experimentando con diferentes enfoques de renderizado y hasta ray tracing. Google en cambio sigue comprando GPU a los proveedores que, aunque ofrecen soluciones competentes, no están diseñados según las necesidades de Google. Además, Google siempre ha apostado por soluciones de gama media y no por los Mali más potentes. De hecho, los Google Pixel con el PowerVR siguen sin ray tracing, una característica todavía minoritaria pero diferencial en el gaming ambicioso.
Las decisiones de Google
Apostar por procesadores más grandes y potentes implica una producción más cara, algo a lo que están haciendo frente tanto la propia Qualcomm como Apple. Pero la diferencia de cifras salta a la vista: mientras que Google invierte unos 65 dólares por chip, Qualcomm cobra 150 dólares, según recoge Android Authority.
Puede que Google parta desde más atrás en la microarquitectura, pero sus elecciones tampoco ayudan: el núcleo Cortex-X4 del Tensor G5 es del 2023 y es el mismo que el del G4. Google estira los núcleos, si bien para el Tensor G6 parece ser que dará el paso a la nueva serie Arm C1 con una disposición más parecida a la de Qualcomm (aunque sin doble núcleo grande).
Pasito p’alante en CPU y p’atrás en GPU: del PowerVR DXT a un más modesto como el CXT. Según Google, el rendimiento será parecido, pero ocupará menos. Desde luego, la potencia y el rendimiento no parecen estar entre las prioridades de la empresa de Mountain View. Así que aunque Google tiene en su hoja de ruta seguir mejorando sus SoC, el objetivo está en hacerlo reduciendo costes. Y ese es su principal factor limitante.
Si Google quisiera ofrecer el hardware más potente posible, tiene dos opciones:
- Crear CPU y GPU completamente personalizadas y a la vez competitivas está fuera de su alcance a corto plazo: hacen falta años, enormes cantidades de recursos y abrir la cartera para fichar a profesionales de la ingeniería. Sin ir más lejos, para desarrollar Oryon fue esencial que Qualcomm comprara Nuvia.
- Usar los mejores componentes de ARM o Imagination Technologies en sus Google Pixel, una opción inmediata y efectiva.
La primera opción implica una inversión de gran envergadura para su departamento de smartphones y en ambos casos, irremediablemente supondría unos Google Pixel más caros y mejores. Podría hacerlo, pero no lo hace porque no está entre su lista de prioridades: Google está apostando todo a la IA. Y bajo esa premisa se entienden mejor sus decisiones.
Entre los puntos fuertes de los Google Pixel está la fotografía y las herramientas de IA que integra su software, dos funciones propias donde los Tensor van finos. Porque Google prioriza la IA frente a la potencia bruta. ¿Podrían ir mejor con otros chips más potentes? Puede ser, pero no necesitan más. Diseñar sus chips para sus productos permiten un rendimiento optimizado en este escenario de uso.
Google busca un equilibrio entre ofrecer un buen desempeño en sus herramientas diferenciales manteniendo a raya los costes del área de dispositivos móviles, dejándolos en un segundo plano respecto a la inteligencia artificial y el software. Mientras tanto, los móviles de la competencia siguen encareciéndose (o, en su defecto, teniendo que recortar en otros componentes). Además, el usuario medio apenas nota la diferencia en tareas normales y corrientes, lo que si nota es el precio. La apuesta de Google es la utilidad, no el músculo. El tiempo dirá si lleva razón.
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