A veces, incluso el cine familiar, ese que se deja envolver por la calidez de la nostalgia, esconde detrás una realidad menos amable. Es el caso de la franquicia de películas ‘Air Buddies’, centrada en un grupo de cachorros que viven aventuras.
Los perritos que salen en ellas son adorables y los largometrajes tienen un tono inofensivo, pero bajo esa superficie se esconde una historia muy turbia. Concretamente relacionada con el rodaje de ‘Snow Buddies’, el largometraje estrenado en 2008.
Lo que empezó siendo un rodaje entrañable acabó convirtiéndose en una pesadilla para los cachorros que formaban parte del elenco. Muchos de ellos eran demasiado jóvenes para haber sido transportados legalmente, y la producción terminó con un trágico desenlace, donde varios cachorros enfermaron y al menos cinco murieron. Y el rodaje, lejos de detenerse o rectificar a tiempo, siguió adelante, dejando tras de sí una estela de negligencia.
Años después de haber construido una relación emocional alrededor de esta saga, resulta especialmente doloroso descubrir esta historia. Es un ejemplo de lo que ocurre cuando se sobrepasan los límites y el bienestar animal choca con los calendarios de producción.
Negligencia durante la producción

Según la normativa del gobierno estadounidense, se exige que los animales que se utilicen durante un rodaje no sean transportados antes de cumplir al menos ocho semanas, para proteger así su salud inmunitaria y emocional. Sin embargo, en el de ‘Snow Buddies’ los entrenadores trajeron a los cachorros al set con apenas seis semanas, violando esa disposición legal desde el principio.
Antes de que comenzara el rodaje a principios de 2007, Keystone Productions adquirió 25 cachorros de golden retriever de Alex y Suzana Schock, que dirigían un criadero en White Lake, cerca de Nueva York. Los perros embarcaron en un avión y fueron enviados a través del país hasta Sea-Tac en Seattle, Washington, donde un empleado los recogió y los llevó al set.
Cuando un representante de la Asociación Humanitaria Americana (que son los que se aseguran de que «ningún animal sea lastimado durante la realización de esta película») llegó al set el 19 de febrero, el primer día de rodaje, ya empezaba a haber problemas. De los 30 perros adquiridos por la producción (cinco más se habían comprado a un criador canadiense), 15 estaban en el set. Los otros 15 llevaban unas dos semanas mostrando síntomas de una enfermedad y estaban siendo tratados por veterinarios locales. Al final se les diagnosticó con el parvovirus, una enfermedad parasitaria común en perros jóvenes.
Con tantos cachorros ya expuestos al virus, se apartó a los 30 cachorros del set, pero la situación empeoró. Tres perros fueron sacrificados por complicaciones intestinales y otros dos cachorros fallecieron después.
Las consecuencias fueron desastrosas

En marzo de ese mismo año, PETA (una organización centrada en defender los derechos de los animales) envió una carta al director ejecutivo de Disney, Bob Iger, exigiéndole que cancelara la distribución prevista de la película por parte del estudio.
«Nos enteramos de que casi todos los cachorros, unos 40 ó 50, están enfermos, muchos con el parvovirus. Al menos cuatro ya han muerto, y es probable que otros mueran en los próximos días», decía parte de la carta, que según declaró la organización, no recibió respuesta.
En cuanto a Keystone Productions, Bob Chorush, coordinador de proyectos especiales de entretenimiento, declaró a Deadline que la compañía inicialmente había «mal informado» a PETA y que luego se interrumpió por completo la comunicación.
Hubo muchas acusaciones por las dos partes a la hora de encontrar al culpable de las muertes de estos perros. Keystone, e incluso la AHA, culparon a los criadores, que fueron acusados de falsificar la documentación para el transporte. Pero Alex Schock no se echó atrás, alegando que no sabía que estaban enviando cachorros más pequeños de lo previsto y que esperaba que el equipo de producción cuidara de los cachorros que les enviaba.
Los Schock finalmente presentaron una demanda contra Keystone, alegando que habían sufrido daños económicos a raíz del escándalo de los cachorros y que la productora aún les debía los cachorros que no habían sido devueltos.
La muerte de los cachorros no pasó desapercibida y la American Humane Association retiró su tradicional sello de seguridad, calificando la producción de ‘Snow Buddies’ como “inaceptable”. De hecho, Disney fue incapaz de usar la frase que certifica que no se hizo daño a ningún animal durante el rodaje, algo rarísimo en una producción tan controlada.
La historia que hay detrás de ‘Snow Buddies’ resquebraja la inocencia que muchos asociamos con las películas Disney. Que cinco cachorros murieran por negligencia hace que lo que debería ser una comedia infantil acabe siendo un suceso trágico por culpa de un cúmulo de irresponsabilidades. Y no deja de emborronar el buen recuerdo que muchos asociábamos a ella.
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