Hubo una época en la que, prácticamente en todas y cada una de las temporadas de premios, el otrora prestigioso estudio de animación Pixar se elevaba como firme candidato a arrasar con todos los premios gordos en su categoría. Ha llovido mucho desde que la filmografía de la compañía, ahora propiedad de la todopoderosa Disney, encadenaba éxitos creativos sin precedentes hasta el punto de llegar a molestarse cuando en 2007 le comieron la tostada en los Oscars.

La venganza de Pixar

Por aquél entonces, Pixar llegaba a la gran noche del curso cinematográfico con 462 millones de dólares en el bolsillo y una candidatura a la mejor película de animación cortesía de la primera ‘Cars’ —que, dicho sea de paso, no es de sus producciones más lúcidas de la época— que terminó siendo infructuosa. ¿Quién se llevó el premio gordo? Pues nada menos que George Miller y su encantadora aventura animal en clave musical ‘Happy Feet’.

Unirse al grupo de los visionarios tiene un precio, y es que la producción de los pingüinos y la decisión de otorgarle el galardón fueron duramente criticadas debido a que su equipo utilizó técnicas de captura de movimiento —mo-cap para los amigos— para dar vida a las criaturas protagonistas. De hecho, la tercera cinta en discordia nominada, ‘Monster House’, también empleó esta tecnología para moldear su metraje.

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Por supuesto, toda acción tiene una reacción, y la de Pixar fue lanzar un dardo envenenado en los créditos de su siguiente largometraje, la esta vez sí extraordinaria ‘Ratatouille’ —probablemente, su mejor obra hasta la fecha—. Llegando al final del rulo se incluyó un rótulo con un encantador aire retro en el que podía leerse lo siguiente:

«Nuestra garantía de calidad: ¡Animación 100% genuina! No se ha utilizado motion capture ni ningún otro atajo en la producción de esta película».

El caso de ‘Happy Feet’ marcó el primero en el que una cinta creada íntegramente con mo-cap alzó la preciada estatuilla. No obstante, la técnica, cuyos primeros usos en el cine se remontan a mediados de los 90, fue empleada para crear íntegramente un largometraje con distribución mundial en el año 2001, cuando llegó a nuestras salas de cine ‘Final Fantasy: La fuerza interior’, cuyo estreno sigo recordando como si fuese ayer, porque me dejó totalmente impresionado en términos visuales.

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