En un pequeño pueblo francés llamado Cournac, una joven va a cuidar a una perra después de haber perdido un ojo a manos de la policía, en una manifestación. Al llegar al campo, asustada, traumatizada, abatida, la joven Fauvel –es un nombre ficticio, de género neutro, que ella misma se puso– se encuentra con un animal un tanto singular. Resulta que la perra en cuestión, de nombre Hannah, es un clon de otra Hannah muerta y cuyo cadáver embalsamado se exhibe en el living de la casa. La Hannah original era dulce y cariñosa, mientras que este clon es inquietante, feroz y extraño. A su alrededor, los terratenientes culpan a Hannah por la aparición inusitada de animales muertos y despedazados pero, además, un joven llamado Michel investiga sobre rumores de abducciones extraterrestres.

La escritora franco–estadounidense Phoebe Hadjimarkos–Clarke. Foto: Apolline Lamoril, gentileza.La escritora franco–estadounidense Phoebe Hadjimarkos–Clarke. Foto: Apolline Lamoril, gentileza.

Así se despliega Aliène, la segunda novela de la escritora franco–estadounidense Phoebe Hadjimarkos–Clarke, un libro que combina lo rural, lo fantástico y lo político con la pregunta sobre la identidad y la diversidad sexual, de una manera simbiótica entre la humanidad y la animalidad.

Formada en Estética en la Universidad de París 1 Panthéon–Sorbonne, Hadjimarkos Clarke (1987) combina su labor literaria con la traducción de ensayos en artes y humanidades. Debutó en 2021 con Tabor, publicó luego el poemario Cadavres (2022) y el libro experimental 18 Brum’Hair (2023), antes de alcanzar el Prix du Livre Inter 2024 y el Prix JesusParadis 2024 con Aliène, un reconocimiento internacional que la posiciona como una autora a seguir de cerca.

En una entrevista con Clarín, Phoebe Hadjimarkos–Clarke respondió sobre el proceso de escritura de Aliène, los miedos que atraviesan a sus personajes y la manera en que la literatura puede iluminar las zonas más oscuras de nuestra relación con el cuerpo, la naturaleza y lo desconocido.

–¿Cómo escribe una poeta un libro como Aliène, clasificado por las editoriales como «ciencia ficción queer»?

–Me parece que esta categorización es más un síntoma del mundo editorial o periodístico y su necesidad de clasificar, que un reflejo de lo que yo buscaba al escribir este libro: crear un texto libre, nutrido de mil influencias, pero libre de los géneros y cánones clásicos. Dicho así, puede que suene pretencioso, pero al escribir, nunca me apegué a un género u otro, a una postura política o teórica en particular. Tuve que escribir la maraña del mundo, y esta maraña tiene múltiples facetas.

–Un “ovni literario” dijo la crítica francesa…

–Ciertamente, el libro se nutre del género de la ciencia ficción, del pensamiento y las prácticas queer, pero también de la novela social, la escritura sobre la naturaleza, el pensamiento de Donna Haraway, la novela gótica, la literatura experimental, la poesía, entre otros. Si bien es ciertamente queer en el sentido de identidad y sexualidad, también lo es en su rareza, y esto es quizás lo que más reivindicaría, si tuviera que reivindicar algo. Por otro lado, vincularlo a la ciencia ficción porque menciona criaturas extraterrestres, entre muchas otras cosas, me parece reductivo.

–El universo de Fauvel es un universo de antagonismos: vegetarianismo versus caza; revolucionarios versus fascistas… ¿Cuál es su mirada sobre el recrudecimiento de estas antinomias en nuestras sociedades contemporáneas?

–Las oposiciones y polarizaciones (más o menos fértiles, o más o menos estériles, según se mire) se multiplican y son alimentadas por las redes sociales y las figuras políticas. Los episodios de violencia política, la trivialización de ideologías racistas, sexistas, homófobas, transfóbicas y ecocidas que presenciamos en Occidente, la retórica del «marxismo cultural» utilizada por la extrema derecha para justificar la violencia y la discriminación que perpetúa, son una realidad que me resulta difícil ignorar hoy en día, dado su impacto en la vida y la muerte de millones de personas.

–¿Cuáles son los recursos literarios de los que se vale en su obra para desnudar esa realidad?

–En Aliene, las narrativas se multiplican, se entrecruzan, se contradicen y provienen de un pasado fantaseado o de un mundo contemporáneo incierto. El mundo es este bosque oscuro, inundado de niebla, en el que los personajes del libro se pierden a menudo. Sin negar la emergencia política a la que nos enfrentamos, creo que quería retratar la indeterminación y la incertidumbre. Los personajes, aunque atrapados en una retórica indudablemente polarizadora, son más matizados y no se sitúan claramente en un bando u otro. No son ni buenos ni malos.

–La novela sumerge al lector en una atmósfera casi onírica, donde lo humano y lo animal se fusionan. ¿Qué la llevó a establecer estas conexiones?

–Crecí en el campo, siempre me ha interesado mucho el mundo animal y he forjado vínculos con ciertos animales, como todo el mundo, creo. Explorar la complejidad de estos vínculos, rechazando la simplicidad de la domesticidad y el amor un tanto tonto con el que a menudo se retrata la relación entre humanos y animales, me pareció necesario. Leer el Manifiesto de las Especies Compañeras de Donna Haraway me sirvió como base teórica.

–¿Se puede decir que se trata de una obra autobiográfica?

–La novela no es muy autobiográfica en sentido estricto. Sin embargo, me basé en experiencias personales para escribirla, aunque creo que muchos autores lo hacen. La escribí tras un intenso período político en Francia (2015–2020), unos años marcados por numerosas manifestaciones y una represión policial muy fuerte y sistemática, de la que salí traumatizado, como muchos otros. Este es el primer punto de partida, pero creo que fue tan ampliamente compartido que no tiene mucho valor autobiográfico.

–¿Y el segundo?

–El segundo punto de partida es que volví brevemente a vivir al campo en 2020–2021, periodo durante el cual escribí Aliene. Redescubrí una relación cotidiana con este entorno donde crecí y donde siempre me sentí a la vez ajena en mi arraigo social y profundamente nutrida por mi relación con el entorno natural. Viví en un pueblo dominado por cazadores, donde los perros permanecían enjaulados y solo se liberaban en temporada de caza, donde el bosque se convertía en una zona prohibida cada fin de semana porque los cazadores lo invadían para matar, donde el espacio se organizaba mediante la cría de vacas destinadas a reproducirse y ser sacrificadas.

–Al verlo tan de cerca parece difícil mantenerse al margen…

–La violencia humana y patriarcal me parecía flagrante y también influyó en mi escritura. Identifiqué muchos paralelismos con la forma en que se estructura la vida en entornos urbanos, con cómo las existencias se rigen en todas partes por una forma de orden político, incluso donde uno menos lo espera. Aunque, como dije, intenté interpretar estas situaciones de una manera más matizada y delicada. En mi opinión, esta es la ventaja de la ficción (poder ofrecer lo particular) sobre la teoría, que a menudo se centra en lo universal.

–¿Es el nombre «Aliène» la forma femenina de Alien?

–Es una palabra que inventé, pero su polisemia es inmediatamente comprensible, creo, al menos en francés. Obviamente, existe la dimensión extraterrestre, que se refiere a las historias de abducciones extraterrestres que supuestamente sufrieron algunos de los personajes. Pero cuando este término aparece en la novela, es para describir el carácter de Fauvel y su sentido de extrañeza, que se refiere al segundo significado, el de extraño, extrañeza, no identidad, extrañeza para uno mismo, un hilo conductor que recorre toda la novela. En francés, aliéné también significa «loco» (creo que también ocurre en español), lo cual es otro hilo conductor, ya que los personajes están constantemente al borde de la locura, de la sinrazón.

La escritora franco–estadounidense Phoebe Hadjimarkos–Clarke. Foto: Apolline Lamoril, gentileza.La escritora franco–estadounidense Phoebe Hadjimarkos–Clarke. Foto: Apolline Lamoril, gentileza.

–¿Podría decirse, además, que Fauvel está alienada en el sentido marxista del término?

–También se invoca, obviamente, la dimensión marxista, pero sin que sea central: es cierto, sin embargo, que los personajes se vuelven extraños a sí mismos por la sociedad, quizás más por la fragmentación social y la represión que por el trabajo mismo.

–El miedo es un elemento esencial de la psicología de Fauvel. El lector está constantemente habitado por él. ¿Cuál es su propia relación con el miedo?

–Para mí, primero fue el miedo nacido de la represión, y en particular del uso masivo de las llamadas armas subletales por parte de la policía en situaciones de protesta. Al igual que Fauvel, recibí un disparo de LBD (bala de goma), y fue aterrador. Este evento me traumatizó y fue uno de los puntos de partida para la escritura. Cómo el miedo se entromete en la vida, qué le hace al cuerpo. El miedo se convirtió en uno de los personajes de la novela. Me inspiré en la literatura gótica y de terror para crear miedo, pero el libro en sí trata sobre el miedo. Sobre el miedo a existir en un cuerpo minoritario, minorizado por un orden dominante y, por lo tanto, frágil.

–Pero el miedo también puede ser algo natural y útil para la vida…

–Claro, me interesó porque es tanto cultural como natural. El instinto de supervivencia está regido por el miedo. Pero el miedo y su distribución son indicadores culturales; el miedo circula, se disuelve, se reforma. Lo que nos asusta está determinado por nuestra posición social y, en última instancia, política. Tener miedo a los migrantes, a las personas trans o a la reintroducción de los lobos crea un panorama político. Al igual que tener miedo a la policía, al auge de la extrema derecha y al cambio climático crea otro.

–¿Siente, usted, como Fauvel y como Hannah, que está del lado de los vulnerables de este mundo?

–Sí, claro que me identifico con ellas. Estoy del lado de los más vulnerables. Yo misma, de diferentes maneras, estoy de acuerdo. Comprendo y comparto la indignación que surge. Por todas las razones mencionadas, y porque me parece que defender a los más débiles, luchar contra la injusticia y la desigualdad, y garantizar que cada persona pueda llevar una vida digna son más esenciales que nunca, y simplemente correctos. No entiendo por qué esta evidencia se está perdiendo gradualmente. No creo que la literatura exista para «transmitir un mensaje», pero sí creo que, al ofrecer visiones complejas y voces menos audibles, ayuda a abrir el mundo.

Phoebe Hadjimarkos–Clarke básico

  • Nació en Francia, en 1987 y es escritora y traductora.
  • Publicó las novelas Tabor (2021) y Aliène (2024), ganadora del Prix du Livre Inter 2024 y del Prix Jesús Paradis 2024. Además, es autora de las colecciones de poemas Cadavres (2022) y 18 Brum’Hair (2023, en coautoría con Martin Desinde).

Aliène, de Phoebe Hadjimarkos–Clarke (Compañía Naviera Ilimitada)