
El director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero, estará apenas 24 horas en la ciudad de Buenos Aires, luego de pasar por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), y la brevísima escala tiene un motivo: celebrar la permanencia y la trayectoria de la editorial Losada y recoger el legado que la institución ofrenda a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en Madrid. “El libro sigue siendo un punto de referencia fundamental en la educación de las personas”, dijo García Montero a Clarín minutos antes de la ceremonia en el local de la librería sobre la avenida Corrientes.
El director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero, en la librería Losada de la avenida Corrientes.Foto: Guillermo Rodríguez Adami.Como otras editoriales del siglo pasado, Losada fue fundada en 1938 por el madrileño de origen gallego Gonzalo Losada Benítez y con una apuesta por la buena literatura. Tras llegar a la Argentina en 1928 para dirigir la sucursal de Espasa Calpe, Losada Benítez impulsó la Colección Austral y, tras romper con la editorial española en 1938, fundó su propio sello junto a Attilio Rossi, Pedro Henríquez Ureña y otros intelectuales.
No tardó en convertirse, recuerdan, en la “editorial de los exiliados”, un espacio de libertad creativa y pensamiento crítico en tiempos de censura para los autores españoles exiliados durante el franquismo como Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Francisco Ayala o Lorenzo Luzuriaga. Por eso, parte de su catálogo llegó a estar prohibido en España.
Con el tiempo, además, fue sumando a su catálogo las mejores obras de la literatura latinoamericana como Pablo Neruda, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato o Jorge Amado; y también de las letras en otros idiomas con Carl G. Jung, Kafka, William Faulkner, Albert Camus, William Shakespeare, Jean-Paul Sartre, Kenzaburo Oé y Harold Pinter, entre muchos otros, ya que el catálogo de la editorial supera los 1.200 títulos.
En los días previos, el presidente de la editorial desde 1990, José Juan Fernández Reguera, todavía se sorprendía al revisar ese archivo impresionante, construido en los últimos casi noventa años, del que seguían asomando cartas y manuscritos que son historia viva de las letras universales. Luego del acto de entrega del legado, García Montero recorrerá el archivo, donde se conservan manuscritos, ediciones históricas y documentos vinculados a autores como Valle-Inclán, Kafka o Jorge Luis Borges, todos ellos presentes alguna vez en su catálogo.
Pero antes de todo eso, en la biblioteca de Losada, García Montero se tomó unos minutos con Clarín para pensar el idioma como actor del presente, su rol ante la proliferación de discursos de odio y mentiras y el valor de los libros como garantes de la democracia.
–¿Por qué un homenaje a la editorial Losada?
–El Instituto Cervantes llegó a un acuerdo con la editorial Losada y con su director actual, José Juan Fernández Reguera, a través del Consulado de España en Buenos Aires para hacerle un homenaje en la Caja de las Letras. Ese espacio, que es la bóveda de un antiguo banco en el que funciona el Instituto Cervantes, tiene dos lemas muy sencillos: uno, la verdadera riqueza de un país es su cultura; y dos, la mejor manera de comprometernos con el futuro es saber heredar lo mejor del pasado. Y es por eso que ahí se reciben los legados de escritores, directores de cine, intelectuales, instituciones, universidades… Ahora, estamos defendiendo mucho el mundo del libro por varias cuestiones, principalmente porque creo que el libro sigue siendo un punto de referencia fundamental en la educación de las personas. Me gusta recordar a Antonio Machado cuando decía: “La verdadera riqueza de la libertad no es poder decir lo que pensamos, sino poder pensar lo que decimos”. Es muy importante, y quien ha vivido en una dictadura lo sabe, poder decir lo que se piensa, pero eso no nos hace libres. Lo que nos hace libres es hacernos dueños de nuestra opinión y, para eso, la educación y la cultura son muy importantes. Ahí, el libro es una clave decisiva y, en medio de la transformación tecnológica y de las nuevas formas de conocimiento, creo que reivindicar el libro merece mucho la pena y reconocer el trabajo de las editoriales merece mucho la pena.
La #CajadelasLetras recibe este viernes en Buenos Aires un legado de la #EditorialLosadahttps://t.co/pDaNFty8cM
Nuestro director, #LuisGarcíaMontero, participa además en el acto de declaración de #BiendeInterésCultural de la mítica editora de autores como #Borges o #ValleInclán. pic.twitter.com/XJx1lwIDpI— Instituto Cervantes (@InstCervantes) December 4, 2025
–Sin embargo, cada vez más, hay personas populares que presumen de no haber leído ni un solo libro. Algo que antes generaba vergüenza, hoy se exhibe. ¿Qué cambió?
–Una de las cosas que más me conmueven es que la sociedad ha pasado del pudor al impudor y que eso se ha vuelto un espectáculo tremendo. Hasta hace un tiempo, cuando uno leía a Immanuel Kant o a Norberto Bobbio, la cuestión era el secreto de Estado y la necesidad de transparencia, pero ahora parece que la manera que se ha encontrado para mantener ese secreto de Estado es el circo: montar una visibilidad cirquense hasta el punto de que la gente no sepa distinguir entre lo que merece la pena, y que queda oculto, y el circo. Las discusiones sociales sostuvieron una diferencia entre la cultura y el entretenimiento. La cultura unida con la educación coincidían en la formación de la conciencia crítica, en la formación de un ciudadano que tiene después autoridad para opinar. Pues eso ha pasado al entretenimiento y lo que interesa es lo zafio, pasar un tiempo de usar y tirar, donde dices algo que genera cuatro carcajadas sin profundidad ninguna. Y eso está generando que tengamos personajes que se vanaglorian de no leer un libro, por ejemplo. Yo estoy convencido de que esos personajes que no leen nunca un libro no actúan espontáneamente y por sí mismos, sino que responden a una estrategia muy meditada de gente que sí ha leído muchos libros y que se está valiendo de estos títeres para sacar sus propios beneficios.
–Ese proceso no solo se refiere ahora mismo a España o a la Argentina, sino que es global.
–Vivimos en una realidad internacional que debe valorarse. Y estos asuntos se discuten en Estados Unidos con Donald Trump, en la Argentina, en España, en parte de Europa como Alemania y Francia, por ejemplo. El proyecto cultural de la democracia tiene un eje fundamental en la información, por lo que el periodismo es un valor fundamental para que la gente opine sobre los hechos. Y lo que estamos viendo es una sustitución, desde hace tiempo, de la información por una comunicación que a veces se abandona al bulo, a la mentira y que, más que conocer, lo que busca es el impacto para levantar el morbo y el fanatismo de la gente. Eso me parece muy grave porque va todo junto: una cultura que se convierte en entretenimiento; una información que se convierte en desinformación y una política en la que acaba discutiéndose, no sobre las cosas que interesan, sino sobre el espectáculo. Pongo un caso en España muy claro. De pronto se descubre que un señor, casado con la presidenta de la Comunidad de Madrid, se dedica a hacer negocios durante la pandemia con la propia comunidad. Gana dinero, defrauda a Hacienda y, además, participa en todos los procesos de privatización de la sanidad pública en favor de un grupo empresarial privado. Bueno, pues todo ese escándalo se resuelve en si fue el fiscal general el que filtró o no filtró la información. Y por mucho que hayan ido los periodistas allí a decir honradamente que tenían la noticia antes que el fiscal, pues hay todo un proceso mediático de gente que va de periodista y es pseudoperiodista, que insiste con el fiscal, el fiscal, el fiscal, para encubrir el escándalo de que alguien, en medio del dolor y el sufrimiento de la pandemia, hizo un negocio con las mascarillas, no declaró en Hacienda y participó –apoyándose en su mujer– en los procesos de privatización de la sanidad. Hasta qué punto estamos llegando.
El director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero, recibió el legado de Editorial Losada de manos de su presidente, José Juan Fernández Reguera.–¿Cuál cree usted que será la puerta de salida a esa situación o el elemento que ayude a resolver esas distorsiones?
–Los valores democráticos necesitan reafirmarse en su origen. El derecho a la igualdad, el pensar que hay que equilibrar los derechos de la sociedad, que hay que ayudar a los desfavorecidos y que las ilusiones particulares forman parte de una ilusión colectiva. Para eso, hay que combatir la idea de que la libertad es la ley del más fuerte. Hay que volver al diálogo entre los derechos y los deberes y hay que apostar por no tirar la toalla, no desanimarse y seguir defendiendo los valores democráticos. Es complicado, pero ahí estamos y yo creo que puede haber algún punto de retorno si nos tomamos en serio que la libertad es un espacio regulado. Eso es fundamental. Pongo dos ejemplos. ¿Tiene que ser independiente la justicia? Por supuesto que sí, una justicia independiente es la que aplica unas leyes aprobadas por la voluntad popular. Entonces, a esos jueces hay que apoyarlos para que ninguna interferencia económica o política pueda prohibir que apliquen las leyes que ha regulado la voluntad popular. Pero estamos viviendo un momento donde parece que la independencia de los jueces es que pueden hacer lo que les salga de las narices sin aplicar la voluntad popular. Eso no es independencia. Otro ejemplo, en la información. Y estoy hablando de dos ejes fundamentales de la democracia: la información y la justicia. La Comunidad Europea ha intentado regular los espacios informativos para evitar bulos, mentiras y la corrupción de la información, pero te encuentras con que, de pronto, los grandes nombres de Silicon Valley y de las plataformas tecnológicas están diciendo que eso va en contra de la libertad. Lo venden como si fuese una agresión a la libertad y no, yo creo que hay que defender la libertad de información con uñas y dientes, la independencia de la justicia con uñas y dientes. Por eso, creo que hay que volver a regular porque eso conseguirá una sociedad más justa. Decir: “Oiga, usted tiene derecho a informar; lo que no tiene derecho es a mentir. Y si usted miente, tiene que hacerse responsable”.
–En el centro, siempre la palabra libertad.
–A mí me interesan las palabras. Ahora se está utilizando la palabra libertad como la ley del más fuerte: el que puede, el que invade, el que castiga y “a mí que nadie me coarte la libertad de hacer lo que me da la gana”. ¿Qué es lo que ocurre? Que la palabra igualdad está siendo sustituida por la palabra hegemonía. Eso en el Instituto Cervantes lo trabajamos bastante, porque podemos estar muy orgullosos de que la lengua española sea la tercera en el mundo en hablantes nativos después del chino mandarín y del hindi. Es una lengua mayoritaria y qué bien poder entendernos más de 600 millones de personas. Pero del mismo modo que no hay que confundir la igualdad con la hegemonía o la libertad con la ley del más fuerte, tampoco se debe confundir lo mayoritario con aquello hegemónico que puede borrar todos los demás. En España hay varias lenguas, en América Latina hay varias lenguas, y una lengua mayoritaria está muy bien si sirve para unir a mucha gente, pero lo que no puede pretender es borrar la diversidad, las otras lenguas.
–Esa idea viene articulando su gestión desde 2018 en el Instituto Cervantes y es algo que se ve desde este lado del mundo con beneplácito: la idea de que el español que el Instituto Cervantes postula nos incluye.
–El Instituto Cervantes no pudo formarse hasta 1991, que es una fecha tardía, porque necesitaba, para ponerse a actuar como una institución democrática, justamente de la democracia y, por eso, tenía además que abandonar cualquier tipo de tentación imperialista. Los españoles somos el 8 o el 9 por ciento de los hablantes, entonces, querer imponer la norma propia es ridículo.
Parte del legado de Editorial Losada recogido por el director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero.Foto: Guillermo Rodríguez Adami.–Es ridículo, pero a otras instituciones que también trabajan con la lengua les cuesta un poco más.
–Así es, pero fíjate que en El lenguaje de los argentinos, Jorge Luis Borges dice que es una maravilla tener un idioma que nos permita hablar a los de Madrid con los de Buenos Aires, pero que no se crea el de Madrid que nos tiene que decir a nosotros cómo vamos a hablar en Buenos Aires; y al mismo tiempo dice otra cosa que es estupenda: el derecho a ser dueños del propio idioma, que no se confunda con llenar el idioma de rarezas para hacer un español que solo se entienda en Buenos Aires y que no se entienda en Bogotá o en Madrid. Entonces, trabajemos por un español que entienda todo el mundo, desde el respeto a la diversidad. Porque a partir del respeto por la diversidad es que sí se puede trabajar por la unidad. Y defender la interculturalidad, el diálogo y la posibilidad de unir las experiencias personales en una ilusión colectiva es fundamental. Y esto es una discusión cultural e ideológica. Hay gente que solo se siente orgullosa si se encierra en su propia experiencia rompiendo con el nosotros; a mí me parece que lo bueno es defender tu propia experiencia como parte de un nosotros.
–¿Piensa continuar en el Instituto Cervantes?
–El Instituto Cervantes es una secretaría de Estado que depende del Ministerio de Exteriores y el nombramiento de su director surge del Consejo de Ministros. Yo llevo ya siete años. Entonces, me parece razonable que vaya habiendo cambios, que eso se agradece personalmente y colectivamente. Cuando acabe esta legislatura y si hay cambio de gobierno, pues salgo corriendo porque yo estoy militando en una manera de pensar la lengua y la cultura que no es la de otras fuerzas. Y, además, tengo de ellos la misma opinión que ellos tienen de mí. De modo que, de manera muy democrática, si gana la derecha, yo me vuelvo a mi universidad, pero, al mismo tiempo, creo que los cargos están bien cuando tienen un plazo; dos legislaturas es razonable y también me iré contento a casa, aunque feliz si es que ha ganado la izquierda.
–Última pregunta: ¿por qué su comentario sobre la Real Academia Española se volvió tan importante durante el Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa? No parecía tan grave a la distancia…
–Bueno, esto tiene relación con esa idea de la desinformación manipuladora de crear escándalos. Yo lo que dije fue algo en lo que me reafirmo. Me preguntaron por la Academia y respondí que respeto mucho a la institución, admiro mucho a gente que ha dirigido la Real Academia Española como Fernando Lázaro Carreter, Víctor García de la Concha, Manuel Alvar López y Darío Villanueva. Ahora, no me parece muy oportuno que el director de la academia no sea un filólogo, un gran escritor, sino que sea un abogado, que se dedica al derecho administrativo y a hacer negocios. Y se armó la de Dios, pero había sentido en eso. Es cierto que la RAE tenía un problema de dinero y se lo escogió porque sabía administrar y ganar dinero, pero se ha obviado que el gobierno de España le dio cinco millones de euros a la academia para salir de la crisis y se ha obviado que la academia tiene apoyo público. Entonces, yo me reafirmo en mi idea de que un director de la RAE, más que pensar en hacer negocios, en esta deriva mercantil del mundo, debe ser un filólogo que se preocupe por la lengua.
El director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero, en la librería Losada de la avenida Corrientes.Foto: Guillermo Rodríguez Adami.Luis García Montero
- Nació en Granada en 1958. Es catedrático de literatura española en la universidad de esta ciudad, y en la actualidad, director del Instituto Cervantes.
- Sus libros de poesía, como, entre otros, Habitaciones separadas, Completamente viernes, La intimidad de la serpiente, Vista cansada o Un invierno propio, son ya hitos destacados de la poesía española contemporánea y han merecido los más prestigiosos galardones, como el Premio Adonais (1983), el Premio Loewe (1994), el Premio Nacional de Poesía (1994), el Premio de la Crítica (2003), el Premio Internacional de Poesía López Velarde (2017) y el Premio Carlo Betocchi (2020).
- Es autor de varios ensayos sobre sobre la poesía europea contemporánea, de ediciones críticas de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Rosales y Carlos Barral, y ha adaptado para la escena clásicos como Otelo, La Dorotea o La Celestina (Tusquets Editores, 1999).
- En narrativa, es autor de Mañana no será lo que Dios quiera (2009), de la biografía novelada del poeta Ángel González que fue Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid, No me cuentes tu vida (2012), y de Alguien dice tu nombre (2014).



