Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha visto ya todos los capítulos de Patria, la serie basada en su novela homónima que acaba de estrenar HBO. “Lo he hecho tal como yo deseaba, a solas, en mi casa de Hannover, sin testigos que me pidieran rápidamente mi opinión y, sobre todo, que presenciaran mis reacciones. No pude ver más de un capítulo por día, porque me golpeaba emocionalmente muy fuerte; aquí no se enfrenta uno a palabras que tiene que descifrar serenamente, las imágenes no dan tregua. Me pareció una serie de grandísimo nivel en todos los sentidos. No caí en la trampa de buscar mi novela en ella pero es muy fiel, no solamente a los hechos narrados sino a su atmósfera. Las interpretaciones son de grandísima calidad, las dos protagonistas están supremas, en papeles que les permiten lucirse en distintos aspectos de su vida, en situaciones dramáticas o jocosas, como el resto del reparto. La estética está muy lograda, ¡esta serie es muy vasca! La lluvia, los cielos cubiertos, los rincones, los bares… Todo me suena muy veraz, yo me he criado en esa tierra y sé de lo que hablo. A menos que uno sea de piedra, cuesta retener las lágrimas de vez en cuando, ya no por los hechos más dramáticos sino por pequeñas escenas o episodios de tipo doméstico. He dado la enhorabuena a todo el equipo y en primer lugar al alma del proyecto, Aitor Gabilondo”.

-El director dice que ha potenciado la intimidad.

-En eso no se ha distanciado de la novela. Centrarse en la intimidad de un puñadito de personajes corrientes también era mi pretensión. Yo no quería contar batallas ni narrar atentados sino mostrar cómo la historia cotidiana repercute en un grupo de vecinos. Y él ha hecho lo mismo con plena libertad. Hubo una primera reunión, vi en él ideas claras y un conocimiento exhaustivo de mi novela.

-¿Cuál fue su participación?

-Fue fundamental: escribir la novela. Cuando nos reunimos para conocernos, antes de firmar el contrato, solo puse una condición: que hiciera su serie con total libertad, que fuera dueño de todas sus decisiones. Eso siempre funciona, ya ve, la gente pone más ganas si considera que el proyecto es suyo. Gabilondo me mandó los ocho guiones, le hice puntualizaciones de pequeña monta, cositas, y le di el visto bueno. Incluso asistí a una sesión de rodaje, donde me sucedió algo jocoso: un técnico me expulsó, pensando que yo estaba allí de mirón. Tenía razón, yo allí no aportaba nada. Me retiré, y al cabo de un rato vino a disculparse porque le dijeron quién era yo, pero aquello me causó muy buena impresión, pensé que querían hacer las cosas bien, sin gente por allí que estorbase. No entiendo de fotografía ni de encuadres, por lo tanto no puedo aportar nada a la filmación, y tampoco me gusta hacer de inspector.

“ Yo no quería contar batallas ni narrar atentados sino mostrar cómo la historia cotidiana repercute en un grupo de vecinos”

" Yo no quería contar batallas ni narrar atentados sino mostrar cómo la historia cotidiana repercute en un grupo de vecinos"

Fernando Aramburu

Escritor

-Las quejas por el cartel publicitario que equiparaba gráficamente un atentado con una sala de torturas ¿han sido un tema secundario?

-Sí. De hecho, yo no intervine enseguida. Se me había mandado antes por vía confidencial todo el material de promoción, incluyendo los carteles. Ese cartel no era “el cartel”, como decían algunos, sino “el primer cartel”. Por eso no me asusté, porque conocía todo lo demás y había visto la serie. Pero, en un momento determinado, vi que algunas personas que habían sufrido mucho en esta vida por causa de la violencia, volvían a sentir dolor. Entonces decidí hacer pública una pequeña objeción que yo le hacía a HBO, que quiso empezar la campaña con una imagen de impacto, y desde un punto de vista publicitario la jugada les salió bien, el asunto estaba en boca de todo el mundo. Pero a mí me parece que ahí había un fallo moral y me pareció oportuno intervenir. Después de hacer público mi texto, la temperatura del debate descendió un par de grados. Y personas a las que tengo en gran estima se sintieron aliviadas.

El cartel de la serie "Patria", basada en la novela de Fernando Aramburu, fue polémico.

El cartel de la serie «Patria», basada en la novela de Fernando Aramburu, fue polémico.

-Alguien lo ha acusado de supuesto plagio de las memorias del ex etarra Rekarte pero, vistos los textos, no se sostiene.

-Es una bobada total. No hay dos frases iguales. Eso ha sido una estupidez que les ha salido mal porque todo el mundo ha visto la mala intención. Lo que ha hecho el novelista ha sido trabajar con seriedad: si veo en las memorias de Rekarte una marca de pistola, pues lo contrasto y se la pongo a mi personaje. Pero, de la misma manera que el libro de Rekarte, he leído muchísimas otras cosas. Uno quiere hacer un relato veraz. Me he documentado no solo respecto al terrorista, sino en cuestiones de la época: qué se comía, o si envío a un personaje a abortar a Londres investigo cómo se hacía eso, cuánto costaba, de qué aeropuerto se salía… Bebo de muchas fuentes y textos. ¿Cómo se hace, si no, una novela realista? ¿Tienes que vivirlo tú todo? Lo sangrante de lo de Rekarte es que hay además una entrevista televisiva con Jordi Évole donde también cuenta un montón de cosas.

-Las heridas causadas por ETA no están cerradas, en contra de lo que algunos creen desde fuera del País Vasco ¿no?

-En absoluto. Nadie supera jamás la condición de víctima. Si te han matado a alguien o si te han mutilado, eso te acompaña toda la vida. Lo que ocurre es que el terrorismo terminó, creemos que para siempre, y aquello ya solo existe en el pasado. Solo es presente cuando se cuenta y se relata. Y ese es el tema de fondo: ¿cómo hacerlo? Necesitamos testimonios, de todo tipo, no solo historiográficos, la literatura tiene mucho que decir, y también el periodismo, la fotografía, el cine, etcétera. Esa es la muy interesante contienda que hay ahora, la del relato.

-¿Qué opina del comunicado en que ETA pide perdón?

-Me decepcionó. Mantiene su relato falaz y pienso que esto se podía haber cerrado de una manera un poco más humana. No tengo gran esperanza. No soy profeta pero irán viniendo nuevas generaciones, que no tendrán una relación sentimental directa con aquello que ocurrió, tendrán sus propios problemas que deberán atender. Sigo postulando que debería existir un fondo testimonial de obras, documentos, imágenes, por supuesto plurales y múltiples, al que el ciudadano actual y del futuro pueda acudir en busca de datos e impresiones.

“No se trata de política sino, simplemente, joder, sentir algo por gente a la que le han hecho una atrocidad”

"No se trata de política sino, simplemente, joder, sentir algo por gente a la que le han hecho una atrocidad"

Fernando Aramburu

Escritor

-El próximo martes sale a la venta un nuevo libro suyo, Utilidad de las desgracias, una selección de artículos. Ahí habla, por ejemplo, de la viuda de Juan Mari Jáuregui, que llegó a pedir trabajo para los asesinos de su marido.

-Se entrevistó con uno de los miembros del comando que asesinó a su marido, es un gesto muy meritorio. Ha habido otros, y sobre todo mucho dolor, que esta ahí esperando quien lo narre y quien lo piense. Pero el tiempo no para, sigue su paso, las huellas se borran.

-La fuerza de las mujeres es otro aspecto que destaca en su nuevo libro, y que también está en Patria.

-Hay un elenco de mujeres valerosas que plantaron cara a los violentos. Y también sufrieron sus agresiones, pienso en María Teresa Castells, la dueña de la librería Lagun, que ya plantó cara antes a la extrema derecha durante el franquismo. Pienso en Maite Pagaza, hermana de un asesinado. Pienso en la hija de Manuel Zamarreño, que aparece fugazmente en la escena final de la serie. En Cristina Cuesta, Consuelo Ordóñez y tantas otras… Son personas que dieron la cara, en muchos casos se han expresado en libros muy bien escritos y emocionantes. Muchos hemos aprendido gracias a ellas, sobre todo empatía, que es lo fundamental, no se trata de política, de situarse aquí o allá en un asunto concreto sino, simplemente, joder, sentir algo por gente a la que le han hecho una atrocidad.

Fernando Aramburu. el autor de la novela "Patria". Foto Andr{es D'Elia

Fernando Aramburu. el autor de la novela «Patria». Foto Andr{es D’Elia

-¿No hace ningún cameo?

-Me lo sugirieron en broma, pero tampoco me interesó especialmente. Mi hermana sí aparece un segundo, entre la muchedumbre. La circunstancia de vivir en Alemania me alejó de esta posibilidad, de salir en un bar bebiendo al fondo, por ejemplo, algo simplemente simpático.

-Hablando de beber, en el libro dice que a los 8 años ya le daban vino.

-Yo no he sido nunca alcohólico, nadie me ha visto jamás borracho… ni siquiera medio borracho, pero crecí en un mundo en el que el vino estaba muy presente, no solo en mi casa, donde mi padre lo rebajaba con gaseosa. En otros lugares se empapaba pan con vino y los niños merendaban eso. No sé, a lo mejor así el hígado aprende a digerirlo a edad temprana y no daña tanto.

-Habla también de Raúl Guerra Garrido…

-Es pionero en el relato del terrorismo desde el punto de vista de las víctimas. En su novela Cacereño, de finales de los años 60, ya aparece ETA, es la primera mención que yo sepa en literatura. Después, cuando gana el premio Nadal en 1976 con Lectura insólita de «El capital’’, pone sobre la mesa una novela en que el protagonista es una víctima, no el agresor. Yo he seguido un camino en cuyo suelo las huellas de Guerra Garrido estaban marcadas. Es alguien que no se calló, para mí un maestro.

-En sus artículos rememora también cuando usted lanzaba alegremente esquelas por la calle.

-Eso fue en el grupo CLOC, en 1978 o 1979, éramos unos gamberros que queríamos sacar la literatura a la calle, y le echábamos poesía y mucho humor a nuestra actividad. Llevábamos a cabo happenings, actuaciones descacharrantes en las calles de San Sebastián. Una de ellas fue la esquelada, una parodia del lanzamiento de pasquines políticos, solo que nosotros utilizábamos esquelas necrológicas del periódico local, más de 2.000 que estuvimos recortando. Yo iba en moto con una bandera de los Estados Unidos y detrás mis amigos en un Dyan, tirando las esquelas y dando gritos. Como esa, hicimos muchas. Y hacíamos gracia, nos abrían las puertas de todos los periódicos. Hay una historia del grupo publicada en la editorial Hiperión. No eran solo gamberradas, había un discurso de tipo moral, por ejemplo nos oponíamos a la violencia y la parodiábamos también. Sobre todo, éramos jovenes, no teníamos dinero pero sí mucha energía. Estábamos fuera de los centros de producción cultural como Barcelona o Madrid, y nos montamos nuestro tingladillo surrealista, imprimíamos una revista, la última tenía todas las páginas en blanco, para que el lector escribiera lo que le pareciera.

La Vanguardia

PK