—¿Por qué elegiste una expresión inglesa para el título de la obra?
—Porque es así como se define a sí mismo el personaje de la obra. Como un fixer, un arreglaquilombos.
—Pero esa definición viene de vos, el autor.
—No. Viene del personaje. Yo no hago más que anotar lo que el personaje dice.
—¿Esa es la famosa teoría de que los personajes tienen voluntad propia?
—Uno no puede forzar a los personajes a hacer lo que el autor quiere. Una vez que el personaje está planteado, hace y dice lo que orgánicamente le corresponde.
—¿Cómo surgió la idea de escribir “El Fixer”?
—Fue a partir de mi interés en el caso Nisman y el hecho de que ninguna de las teorías circulantes me satisfacía y la del suicidio, menos que ninguna. Me preguntaba si sería posible que hubiera una explicación diferente.
—¿Y la hay?
—Andá a ver la obra y después me contás.
—Vos sos periodista, podrías haber escrito una nota. ¿Por qué hacerlo en el teatro, que a primera vista no parece el medio más adecuado para tratar el aquí y ahora?
—El teatro me ofrecía la posibilidad de exponer ideas y provocar la reflexión por una vía totalmente diferente. Nos es lo habitual, pero hay casos en que esa experiencia se hizo exitosamente. Hubo obras que surgieron inmediatamente después del asesinato de Kennedy o durante la guerra de Vietnam.
—¿Cómo se hace para llevar un hecho como el caso Nisman al contexto de una obra teatral?
—No era solo el caso Nisman. Su muerte fue la culminación de un período particularmente trágico de la historia argentina que comenzó con los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA. También era necesario traer todo ese contexto. La idea de que el protagonista fuera un ex agente de inteligencia autoexiliado en Miami y su interlocutor un periodista, me parecía ideal para transmitir esa sensación que tenemos los argentinos de que caminamos sobre arenas movedizas.
—¿Hay alguna pregunta que nunca te han hecho?
—Si hay una ideología detrás de mis obras.
—¿Hay una ideología detrás de tus obras?
—No. La ideología es la cárcel del pensamiento. Como decía Einstein, me cuesta marchar al ritmo del tambor de nadie. Por supuesto que tengo aspiraciones de justicia, de que se eliminen el hambre y la pobreza, de vivir en una sociedad más ecuánime, pero, como sucede con la religión, no es necesario creer en Dios para llevar una vida honesta.
—Y entonces, ¿a qué aspiran tus obras?
—A que el espectador salga del teatro pensando, con ánimo de debatir, y quizás con una comprensión más profunda de sus propias circunstancias.
—El teatro es un arte colaborativo. ¿Cómo se hace para conciliar tantos puntos de vista?
—Es preciso que exista un punto de partida común, que generalmente es un acuerdo en torno a lo que el texto plantea. A partir de allí, el director, los actores y los demás participantes hacen su aporte creativo. En El Fixer, esa unidad de criterio se dio plenamente, a pesar de algunas desavenencias iniciales. Por un lado, con Daniel Marcove y Alberto Teper constituimos un equipo con varios trabajos en común y esto permite que nos entendamos muy bien. Y el contar con dos actores tan estupendos como Edgardo Moreira y Enrique Dumont hizo que el proyecto tomara vuelo a pesar de la pandemia.
—¿Tiene sentido ver teatro en streaming o a través de una plataforma como Teatrix?
—La pandemia nos ha forzado a aprender muchas cosas: a mirarnos con barbijo, a conversar a través de zoom, a trabajar a distancia y a experimentar el encierro. También a ver teatro grabado. Porque entre las cosas que hemos descubierto en este período de espanto es que el arte es tan necesario como la amistad o como la comida y que, por suerte, nuestra imaginación es capaz de compensar las carencias.
*Mario Diament es un periodista y dramaturgo argentino nacido en Buenos Aires. Fue director de El Cronista, jefe de redacción de La Opinión y secretario de redacción de Clarín, además de corresponsal en Nueva York, Europa y el Medio Oriente.
Como autor teatral ha ganado premios nacionales e internacionales, incluyendo los premios Argentores, ACE, Florencio Sánchez y el premio Konex 2014.
Sus obras se han presentado en más de veinte países, de Tierra del Fuego a Australia.
En su producción se destacan Crónica de un secuestro, El Invitado, Tango perdido, Esquirlas, El libro de Ruth, Cita a ciegas, Un informe sobre la banalidad del amor, Por amor a Lou, Tierra del fuego, Guayaquil: una historia de amor, Pequeñas infidelidades, Moscú y Los amantes de la Casa Azul, todas ellas estrenadas internacionalmente.
Diament es autor de la novela Martín Eidán y de trabajos de no ficción como Conversaciones con un judío y El hermano mayor – Crónicas norteamericanas.
Actualmente vive en Miami.
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