“Absurdo: Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado”, dice la Real Academia Española (RAE). Difícilmente se pueda encontrar mejor descripción de Hombre vs. Abeja (Man vs. Bee), la nueva comedia de Netflix, que nos trae de vuelta al actor británico Rowan Atkinson, con su clásica comedia delirante basada en sus gestos y muecas, prácticamente sin la necesidad de emitir palabra.
Ver a Atkinson y no pensar en Mr. Bean es como ver a Keith Richards y no pensar en los Rolling Stones. Pero así como uno es mucho más que el guitarrista de los Stones el otro es mucho más que el señor infantil que se metía en problemas y manejaba un Mini verde.
La trama de Hombre vs. Abeja no tiene demasiados secretos: Trevor Bingley es un hombre divorciado y desempleado que acaba de conseguir trabajo como cuidador de casas, con el objetivo de cumplir la promesa de llevar a su hija de vacaciones. En su debut le toca una propiedad lujosa, repleta de obras de arte costosas, alarmas, claves y sensores de apertura hasta en la puertita de la perra “Cupcake”.
Rowan Atkinson despliega su humor físico en “Hombre vs. abeja”. Foto Netfliz
El hombre y su némesis
Si el escenario no fuera lo suficientemente propicio para el desastre, aparece su contrafigura: la abeja, para sacar lo peor de Trevor (la obsesión) y lo mejor de Rowan (su talento escénico); en una sucesión de gags excelentes, incluso cuando algunos sean predecibles. Vale destacar que además de su conocida destreza corporal, los escasos diálogos con los otros personajes están muy bien logrados.
Por otro lado, hay algo inquietante en Trevor. Aunque es honesto, hábil con las manos y un padre amoroso, se vuelve un descerebrado cada vez que ve a la abeja. Más tarde, su exesposa aclara que a él “lo obsesiona todo”, un dato que echa luz sobre el porqué de la actitud del personaje, aunque se sabe que en la comedia los porqués no importan demasiado.
El estilo del actor por momentos es infantil, por otros brillante y hasta a veces irritante, pero siempre sus coreografías son de una precisión quirúrgica; cada movimiento busca un efecto cómico y lo consigue.
Aunque decir esto de Atkinson es, cuanto menos, una verdad de Perogrullo.
Rowan Atkinson en “Hombre vs. abeja”. Un cómico con precisión quirúrgica. Foto Netflix.
Una tradición de cómicos
Heredero de Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Lloyd y Jacques Tati (éste último señalado por él mismo como su mayor influencia) es el último de los grandes referentes del humor físico, el otro era Benny Hill, caído en desgracia hace poco cuando, en el colmo del disparate, fue cancelado con retroactividad a casi treinta años de su muerte.
No por nada Atkinson se unió a varios grupos de intelectuales contra la “cultura de la cancelación” y la defensa de la libertad de expresión.
A pesar de su reconocimiento internacional -sus programas se vieron en todo el mundo y su última película fue número 1 en 21 países- el actor es rechazado por algunos círculos del Reino Unido a causa de Mr. Bean. No tanto por el personaje en sí, sino porque creen que su torpeza y estupidez son vistas como “el símbolo de lo británico”.
Rowan Atkinson, de Mr. Bean a “Hombre vs. abeja”. Foto Netflix.
Un razonamiento tan incomprensible como pensar que para el mundo, el “símbolo de lo británico” es James Bond (pero siempre supimos que no todos los ingleses bucean con frac ni andan en autos que se convierten en submarinos).
Hombre vs. Abeja fue creada y escrita por Atkinson junto a William Davies, con quien había trabajado ya en las tres películas de Johnny English, y dirigida por David Kerr, también director de la tercera parte de la saga. Tiene 9 capítulos, el primero de 20 minutos y los demás de unos 10. Ideal para que hasta sus detractores hagan el intento.
Salvo el final, la comedia es todo lo esperable de un trabajo de Atkinson, lo que no es poco. Hacer humor casi sin palabras en tiempos de monólogos, stand up y comedias basadas en el chiste verbal, convierten a la serie en una perla en sí misma. Después de todo, pocas cosas son más universales que los gestos.
WD