“Yo no diría que Mairal vive para narrar”, dice el chileno Alejandro Zambra en la contratapa de Esta historia ya no está disponible. Y luego desarrolla: “En algún momento, después de vivir intensa y silenciosamente, después de absorber, de calar sin pausas ni prisas el presente, Mairal decide narrar, y lo hace con tanta precisión, tan perfectamente adentrado en la experiencia, que es difícil no creerle; no creerle todo, digo”.

En la jugosa frontera entre la ficción y la viñeta de lo real, alrededor del micro relato, Pedro Mairal se mueve como pez en el agua. En su nuevo libro, cuyos temas son deliciosamente misceláneos –en palabras de Zambrael escritor argentino se pasea sobre la paternidad, los demasiados libros, los conflictos vocacionales, los trajines del amor y la amistad, y sobre todo, el deseo de aprender, de pronto, un poco más sobre el mundo.

Una educación sentimental en la cual el propio Mairal huye de las certezas, de todo sentido de coherencia y de las aparentes seguridades del hombre que escribe y publica.

“Soy muy histérico escribiendo. Te lo cuento pero no te lo cuento. Fue así pero no fue así. Me escondo, me muestro, me niego, me declaro, miento, me confieso. Escribo con mi experiencia y con la periferia de mi experiencia. Lo que me pasó y también lo que casi me pasó. Lo que me hubiera gustado que me pasara, lo que tenía miedo de que me pasara. Mis pesadillas, mis deseos. Todos los destinos paralelos, los caminos no tomados, los trenes que se me fueron”, dice el autor de las novelas como Una noche son Sabrina Love, ganadora del Premio Clarín Novela en 1998 y llevada al cine por Alejandro Agresti, El año del desierto, Salvatierra y La uruguaya, adaptada este año al cine con la dirección de Ana García Blaya.

"Esta historia ya no está disponible", de Pedro Mairal (Emecé, $3.800 papel; $1.800 ebook).


«Esta historia ya no está disponible», de Pedro Mairal (Emecé, $3.800 papel; $1.800 ebook).

También publicó el libro de poesía Consumidor final y sus relatos reunidos en Breves amores eternos, además del relato El gran surubí, escrito bajo la forma del soneto y editado por primera vez en 2012 en la revista Orsai.

En Esta historia ya no está disponible se encuentra su trazo punzante y a la vez irónico, de registro coloquial y a la vez poético, cercano a Fabián Casas o al Edgardo Scott de Cassette virgen, con pinceladas como “me pregunto si tener un hermano me habría curado de mi vocación melancólica. Patear la pelota en la cancha y que nadie me la devolviera, ¿definió mi personalidad? Esa patada tenía que ser juego y en cambio se volvía pregunta metafísica, metáfora de soledad” (en el relato «Sin hermano”).

O reflexiones sueltas en torno a la religión, “siempre me impresionó que los católicos dejen la educación sexual de sus hijos en manos de gente que niega su sexualidad, o que la desconoce. Sobre todo porque la pubertad es un momento de vulnerabilidad absoluta. A esa edad, cualquier opinión, cualquier actitud sexual tiene mucha influencia sobre nosotros. Es extraño: los curas no pueden casarse pero pueden dar cursos de orientación matrimonial. Uno de los logros de la Iglesia es la enseñanza de la culpa, no así de la abstinencia, objetivo en el que viene fracasando hace siglos” (“El ojo de Dios”).

–El libro une relatos diversos, que no necesariamente confluyen. ¿Cómo fue apareciendo esta forma, donde lo autobiográfico parece ser solamente un punto de partida?

–La unidad está dada por una voz de alguien parecido a mí que habla desde una subjetividad, que empieza con un tono íntimo y personal para ir después disgregándose en terceras personas hacia el final.

Quizá con la idea de mostrar que, incluso en la diversidad de las voces, la intimidad secreta es siempre la misma: una vulnerabilidad, un deseo, un miedo, una necesidad de conectar pero también de estar solos a veces. El yo se vuelve un él, un ella, y también ellos y ellas. Porque aparecen algunos personajes de mujeres que cuentan cosas.

Lo autobiográfico, al final, es siempre un morbo con el que se trabaja. Soy yo pero no soy yo, fue así pero no fue así. Es como la frase «Basado en hechos reales» al principio de una película. Le agrega una intriga por saber cuál será la distancia entre lo mostrado y lo que pasó. Y la verdad es que a veces cuento en primera persona algo inventado, y a veces cuento en tercera persona algo muy personal. Lo importante es crear la ilusión de una intimidad.

Mairal Pedro Mairal escritor


Mairal Pedro Mairal escritor

–En tu escritura aparece ese enganche de lo universal –amor, trabajo, amistad, sexo– en las mieles de lo mundano. ¿Qué te atrae de esa exploración amplia, heterogénea, y a la vez el link permanente en cada relato de diferentes referencias, de distintos cruces?

–Me interesa siempre la vida cotidiana. Percibir los cambios de costumbres, los momentos claves en la vida de una persona que quizá en el momento parecen insignificantes, los vínculos familiares como pequeñas escenas de una obra de teatro infinita, la sensación de deambular por una ciudad.

Las mieles de lo mundano es una buena frase. Celebrar esas pequeñas cosas que se nos pasan porque vamos a los tumbos y apurados cruzando el día. Y todo entra en esa exploración, no hay temas más prestigiosos que otros. Solo depende de la intensidad de la mirada.

–Ya has acumulado una obra importante, entre libros, artículos periodísticos, conferencias. ¿Hay algo que predominantemente te obsesione en el presente en cuanto al proceso creativo?

–Por suerte sigo en la incertidumbre. Nunca sé muy bien dónde estoy. Veo hacia atrás lo que hice, pero no sé bien lo que voy a hacer. Estoy escribiendo siempre distintas cosas. Me parece que no hay géneros menores. Le doy la misma importancia a las columnas para un diario, a los relatos breves, al capítulo de una novela, a un poema o una letra de una canción.

Estoy terminando un disco con Rafa Otegui, que vamos a sacar el año que viene, también estoy escribiendo un libro para chicos, para Orsai… Es decir, sé lo que estoy haciendo pero no sé para dónde voy. Tengo 52 años y lo único que entiendo es que solo puedo escribir si lo hago desde el deseo de escribir. Me gusta que las cosas sean siempre un experimento, ensayar distintos formatos, como esa vez cuando escribí una novela en sonetos en El gran surubí.

–¿En qué momento sentís que se encuentra la escritura? ¿Cómo componer y construir una estética ante tanta dispersión, simultaneidad y multiplicidad de dispositivos?

–Creo que hay que apagar un rato los dispositivos para poder elaborar un discurso propio. A mí me cuesta mucho hacerlo. Nunca como antes estuvimos tan atravesados por discursos ajenos, tan dictados, avasallados por la pantalla que reclama toda nuestra atención las 24 horas.

Todo está disponible (toda la música, toda la información) pero eso parece implicar que nosotros también estemos plenamente disponibles. Y así no hay escritura. La escritura surge de un silencio personal, o en todo caso un enjambre de ideas, pero propias. Para poder escucharlas hay que desconectar.

El título del libro aparece en esa leyenda de Instagram cuando alguien borra algo: «Esta historia ya no está disponible». ¿Para quién? ¿Para los demás, para la red, para uno mismo? Justamente en esa falla está para mí la única narrativa interesante de esta época: lo que silenciaste, lo que no mostraste, lo que te daría vergüenza que salga en tus redes sociales. La foto que no publicarías, tu lado oculto, lo que no ayuda a la construcción de tu identidad digital. La literatura tiene que dar cuenta de eso para que sea verdadera.

"La uruguaya", de Pedro Mairal (Emecé, $4.100 papel; $2.000 Booket; $1.200 ebook).


«La uruguaya», de Pedro Mairal (Emecé, $4.100 papel; $2.000 Booket; $1.200 ebook).

–Hace tiempo das talleres de escritura, ¿sigue siendo un espacio de descubrimiento y de formación? Ligado a esto, ¿vivís hoy de la escritura? ¿De qué modo se emplaza en vos la relación entre oficio, dinero y creación?

–Los talleres son interesantes en la medida en que uno aprende a escuchar a los demás y a pensar en grupo un texto. Cuando se arma ese entramado creativo, el coordinador casi pasa a ser innecesario. Hay grupos que empecé yo que se siguen juntando sin mí.

Y yo sigo en contacto con mis amigos del taller al que iba en los años 90. Ese grupo además quedó en mi forma de encarar un texto, como si uno absorbiera cada subjetividad y la usara para mirar una idea desde distintos ángulos.

Ahora estoy dando seminarios de escritura creativa. Vivo de eso, de derechos de autor y de escribir textos para distintos medios. Me parece importante, para toda persona que escriba, trabajar para algún medio gráfico alguna vez en su vida.

El ejercicio de escribir con un tema pautado, una cantidad de caracteres y una fecha de entrega es muy bueno para sacar a la literatura de ese pedestal sagrado, esa idea absurda de lo incontaminado y la llegada de la inspiración.

Pedro Mairal con Afdolfo Bioy Casares y Augusto Roa Bastos, cuando ganó la primera edición del Premio Clarín Novela en 1998.


Pedro Mairal con Afdolfo Bioy Casares y Augusto Roa Bastos, cuando ganó la primera edición del Premio Clarín Novela en 1998.

–Por último: dos o tres libros que te hayan emocionado en este último tiempo. Lo mismo para el cine, para la música…

–Estoy descubriendo las canciones de Osiris Rodríguez Castillos, el Yupanqui uruguayo. El disco Molino, de Rafa Doorish. Y El Concierto del Oeste, de Esteban Klísich.

Sobre libros: Guadal, poesía de Elena Annibali. El impresionante Lexikón, poesía de Raimondi. Las crónicas de Las cosas que veo, de Manuel Soriano. Los cuentos de Larga distancia, de Tali Goldman.

Y de cine: Get back, el documental de los Beatles. The worst person in the world, de Joachim Trier. Nunca había visto la película El apartamento, de Billy Wilder (es una lección de guión). C´mon c´mon, con Joaquín Phoenix. Y el documental Analizando humanos, de Agustín Ferrando, sobre un día de rodaje de La uruguaya.

Mairal Básico

  • Nació en Buenos Aires en 1970. Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine.
  • Publicó además las novelas El año del desierto y Salvatierra, el volumen de cuentos Breves amores eternos, y los libros de poesía Tigre como los pájaros, Consumidor final y Pornosonetos.
  • En 2007 fue incluido por el jurado de Bogotá39 entre los mejores escritores jóvenes latinoamericanos. Condujo el programa de televisión Impreso en Argentina y el programa de radio Tachame el Nobel.
  • En 2013 publicó la novela en sonetos El gran surubí, que fue reeditada e ilustrada en 2021 por Pedro Strukelj. Sus crónicas están publicadas en Maniobras de evasión.
  • La uruguaya (novela, 2016) es un éxito internacional de crítica y público; pronto será estrenada en formato cinematográfico. La obra de Mairal fue traducida a más de once idiomas.

PC

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