Han sido algo más de 30 horas de partida en mi viaje por Night City y no he podido evitar encontrarme con el mal que siempre perseguirá a Cyberpunk 2077: los bugs. La obra de CD Projekt RED, a pesar de los mensajes que veía por las redes sociales, sigue sufriendo los problemas de uno de los lanzamientos más polémicos de todos los tiempos.
El crunch, los retrasos y una ambición desmedida a la hora de crear uno de los grandes RPG de la generación terminaron por sembrar de heridas muy graves a un título que apuntaba a lo más alto de la industria. A pesar de todo ello, la reflexión tras superar la aventura de la urbe cosmopolita es tan obvia como los errores que me he topado.
Daños colaterales
La expectación desde que la desarrolladora polaca anunció Cyberpunk 2077 fue máxima. Era el año 2012 y aún faltaba prácticamente una década para descubrir el resultado definitivo de lo que se estaba cocinando en el estudio. ¿Qué metas se había marcado el equipo de trabajo? Lo cierto es que prácticamente todas las posibles, queriendo llegar al nivel de una producción que marcase un antes y un después a nivel gráfico, artístico, mecánico y de rutas en la trama.
El fichaje de Keanu Reeves, el gameplay de 2019… las cartas que iban apareciendo encima de la mesa iban construyendo un castillo del hype imparable al cual me sume sin ninguna duda. Todo aquello cayó de un soplido al aparecer una versión para consolas PS4 y Xbox One que se quedaba a años luz de los estándares de lo que debía ser un videojuego de estas características. Un rendimiento nefasto, acompañado de unos errores impropios terminó con el peor de los resultados.
Pocos ejemplos hay en los videojuegos sobre un título que tuvo que retirarse de las tiendas digitales, pero Cyberpunk 2077 tiene el triste honor de formar parte de ese selecto grupo. A pesar de que la inversión del proyecto se recuperó al instante y de que los altos cargos se fuesen de rositas, los desarrolladores marcaron una hoja de ruta clara con la que alcanzar el objetivo que se habían marcado en un inicio.
Lanzamiento de parche next-gen y Cyberpunk Edgerunners mediante, la comunidad resucitó al juego para que se extendiese la opinión de que ya era el momento de acercarse a un RPG que estuvo tan maltrecho. Coincido con esa visión, pero no se puede ocultar una realidad que probablemente jamás desaparezca.
No te tapes los ojos
No llevaba ni una hora jugando a Cyberpunk 2077 cuando me topé con el primer bug. En mi quedada con Jackie Welles en el Lizzie’s, pude ver cómo el camarero servía copas con un vaso atravesado en su mano. Un instante que se quedó grabado en mi cerebro, pero que aparté rápidamente ante lo que estaba siendo una de las mejores ambientaciones que jamás haya visto.
Me metí en mi rol de Corpo despiadado y sin escrúpulos, pero los errores son tan caprichosos como persistentes. Uno se acostumbra a ver cuerpos que atraviesan paredes, coches que están enterrados en el suelo, personajes que deben realizar su caminata en mitad del tráfico y popping constante de vehículos. Es tan natural como conducir y que la vibración se quede bloqueada en el DualSense, obligando a reiniciar el juego.
No me sorprendía salir del menú y descubrir que V tan solo puede moverse hacia los lados, que las estructuras no se deciden a cargar la textura correcta o que al intentar iniciar partida sencillamente no puedas hacer nada. La lista podría continuarse, pero la intención del texto no es hacer sangre, al igual que las fotos que veis no son buscadas en Internet. Son capturas de pantalla de mi aventura por Night City.
Con todo, el balance no puede ser otro que positivo, porque despreciar a Cyberpunk 2077 por tener heridas de nacimiento es perderse un grandísimo RPG. He criticado cómo no alcanza la excelencia en este apartado, pero no se puede negar que estamos ante de uno de los trabajos visuales más logrados de los últimos tiempos. Es imposible no detenerse en mitad de la calle en Japantown y no creerse que realmente estás en una distopía futurista.
Las mecánicas, a pesar de no haberle sacado jugo por mis propias reglas, son variadas y nutren un gameplay que se siente entretenido en todo momento y con posibilidades. Disparar balas que se dirigen solas a la cabeza, fundir los sesos a un enemigo con un sencillo hackeo o conducir la moto a lo Akira son placeres que están ahí y no me pienso perder de ninguna forma. Además, estaré al pie del cañón con el DLC de Phantom Liberty.
Es probable que la marca de The Witcher 3 también le haya pesado al juego en la comparativa, aunque es una mirada de túnel. Me he interesado hasta la médula sobre las bandas como los Hijos del Vudú, he detestado la presencia de Johnny Silverhand y he sido manipulado por Arasaka como cualquier habitante de la ciudad. He vivido la experiencia de Cyberpunk 2077 de arriba a abajo, incluso con esas cicatrices tan profundas que nunca se irán. No he permitido que nada de eso me impida alucinar a cada paso por el título.
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