Barbie es la palabra del momento. Bueno, hay otra “Barbenheimer”. Pero por ahora nos quedamos con Barbie, la película de Greta Gerwig que toma a la clásica muñeca rubia, su legado, cada rincón de su paradoja, de su forma de ser parte de la educación sentimental de millones, de su manera de ser también un standard imposible y así todos los etc… que cubren Barbie, una invencible Margot Robbie, y Ken, un perfecto Ryan Gosling. La película que Hollywood, en su peor momento, en plena huelga, fracaso tras fracaso, necesitaba: una que hizo en su primer fin de semana 337 millones de dólares a nivel global (superando la expectativa que ya era alta, y su costo de 145 millones de dólares), y logró en Argentina, un millón de espectadores en tan solo 4 días. Barbie es un fenómeno (otra vez: lo es junto a Oppenheimer, la nueva película de Christopher Nolan, un biopic sobre el padre de la bomba atómica, que se estrenó en el mismo día y es también un suceso comercial global y en Argentina).

LA BOMBA DEL MARKETING. Ahora sí, “Barbenheimer”, la unión de Barbie y Oppenheimer, dejaron en evidencia algo: una gran campaña de marketing y las redes sociales, y otros factores (en este caso, la radical oposición entre una película sobre la bomba atómica y otra sobre cómo la vida plástica no es tan fantástica) funcionaron todos a favor de ambos films. Ver ambos films se volvió una cita no solo cinéfila. Son films que han logrado funcionar de forma complementaria, logrando lo que Marvel nos hizo creer que ya no existía: que el cine funcione como parque de real diversión, es decir, como un lugar de múltiples experiencias. Hablando de Marvel, el fin de semana a nivel global, a la hora de las ganancias, igualó las ganancias de franquicias gigantes como Avengers: Endgame, Avengers: Infinity War y Star Wars: El despertar de la fuerza. Es decir, igualó a los tres fines de semanas más taquilleros en la historia del cine, algo que nadie imaginaba en la era de la pandemia. La primera teoría es la romántica: el público quería cine y le dieron dos espectáculos gigantes, diferentes, pero que solo serían una real experiencia en el cine. También es cierta: de repente, pisando con tacos que separan núcleos, el cine muestra que es el fenómeno popular por naturaleza de nuestra era. Incluso en el momento en que se lo considera boca abajo en la lona, sorprende como nada en el último tiempo (¿o quieren comparar este momento con…Stranger Things? Quizás el final de Game of Thrones se acerqué, y todo saben que ya no habrá un fenómeno así nunca más en el mundo decadente de las series, que vive sus últimos días gracias a la huelga imperante en Hollywood, gracias  actores y escritores enojados con las ganas de ganancias descontroladas e ideas dignas de una inteligencia artificial usada por un CEO). Jeff Goldstein, presidente de distribución doméstica en Estados Unidos, declaró a Variety: “Lo que tenemos aquí es un unicornio rosa. Pensamos que la película haría 75 millones de dólares en su primer fin de semana. Nadie se esperaba el doble de esa cifra”. Ese monto no es el único récord de Barbie: es la pelicula dirigida por una mujer con mayor éxito comercial en la historia. Y no todo es color de rosa: Oppenheimer, el film de Christopher Nolan, también pegó un salto que fue más allá de las expectativas. Con una ganancia global de 174 millones de dólares en su primer fin de semana, algo considerable para un film que se sale de la norma actual que implica el reino de la franquicia y los problemas que viene teniendo el cine de autor al estrenarse en las salas de cine. 35 millones de dólares de esa recaudación provienen de la proyección en IMAX, el formato de fílmico que Nolan adora, defiende y sigue pregonando (no hay que olvidar que Nolan solía trabajar con Warner, los productores de muchos de sus films hasta que el director se enojó por la decisión de la empresa de estrenar casi de inmediato sus estrenos en su plataforma durante la pandemia). Por supuesto, el éxito de ambos films ha generado tanto en la cartelera global como en la local, el desplazamiento de otros estrenos a otras fechas, por ende, otra vez, es un triunfo del marketing de ambos films, con todo lo bueno, lo malo y lo feo que ello implica.   

EL MUNDO DE BARBIE. Las activaciones de Barbie, es decir, las operaciones de marketing que pueden ir desde un auto de cartón en el cual sacarse una foto a la casa de Barbie en Malibú (o un Tardis rosa en pleno Londres, o una realidad aumentada que muestra a la Barbie original caminando en una ciudad). El costo de la campaña de marketing se estima es casi idéntico al costo del film: 150 millones de dólares. Algo que ya es clásico en Hollywood, pero hacía rato que una campaña no generaba este tipo de suceso. Desde la primera imagen de Barbie, en su clásico Corvette rosa, con Margot Robbie caracterizada como el personaje, la campaña comenzó con viento a favor. De a poco, filtraciones de la película (como su rodaje en calzas flúo en Venice Beach) se fueron convirtiendo en tendencias. Cada paso ha sido un éxito, y cualquier función de Barbie verá a una enorme parte de su público vestido de rosa: misión más que cumplida. Muchas de las campañas, como la casa en Malibú, tienen que ver con marcas que buscaron asociarse con ese hype, con ese ruido de moda, creado por el film. Por ejemplo, en el caso de la casa, la asociación fue con Airbnb. Compañías como Crocs, o frases de promoción como “Si amas a Barbie, si odias a Barbie, está es tu película” (diseñada junto a la directora Greta Gerwig) dejan en claro que este fenómeno es imparable.

El color de moda

Rosa. Sin dudas. Gran parte de la campaña de Barbie se asoció al color que ha definido el universo de la muñeca durante gran parte de su historia. Todo es rosa, la mayoría de quienes ven el film usan el color en alguna prenda e incluso durante el rodaje se dice se generó un desabastecimiento de determinado tono del color. Sin dudas, Barbie es el fenómeno del verano del norte, la época más importante a la hora de lanzamientos de Hollywood. La película dirigida y producida por Greta Gerwig ha puesto a Hollywood de cabeza, y nadie lo dejo pasar (quienes googlearan el nombre Margot Robbie, Ryan Gosling, Greta Gerwig y Barbie verían chispas rosas en la pantalla). Uno de los factores que más sorprende, aunque no tanto considerando la campaña previa, es la forma en que la película abraza y pone en evidencia todos los preconceptos que se pueden tener sobre la muñeca: desde su figura y su influencia negativa en la construcción de una identidad hasta, dicho por la misma Robbie, como Barbie ya tenía una versión astronauta antes que las mujeres pudieran usar tarjetas de crédito a su nombre. Gerwig entiende a un fenómeno único (en ese sentido, se vuelve a la fórmula Marvel, aunque sea superficialmente: se entiende que hay un mundo exterior de fans y de contrastes que ayudan a construír un objeto de cine diferente). En un santiamén, Barbie, el personaje, se ha convertido en el totém de todo lo que necesitaba una generación: ya es un clásico de culto, que habla el idioma actual (Ken y su obsesión con patriarcado y los caballos), que piensa el mundo desde un rincón y que encima le permite a Mattel, la compañía dueña de la muñeca burlarse de sí misma de una forma que sería refrescante si no se supiera que a la hora del éxito autoconciente no hay mala publicidad.