Sulfita, una joven oriunda de un pueblo chico y amante de la danza claqué, roba la prenda más preciada del intendente: un saco que le perteneció a nada más y nada menos que a Fred Astaire, ícono de la historia de los musicales. Esto ocasionará que el político pierda su capacidad caminar y, desesperado, buscará refugio en la casa de su amante lo que llevará a ventilar una serie de secretos familiares.
Con esta historia «El saco de Fred Astaire», escrita y dirigida por Malena Bernardi, irrumpe en la escena teatral para presentarse todos los domingos a las 20.30 hs en el Teatro El Crisol (Malabia 611, Ciudad de Buenos Aires). La obra obtuvo una mención en el concurso “Premio estímulo a la escritura”, organizado por La Nación, Fundación PROA y Fundación Bunge, y tras un largo proceso llegó a los escenarios porteños.
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Con una escenografía minimalista y un espacio limitado, este melodrama con altos tonos de comedia destaca por sus diálogos sumamente ingeniosos y personajes con características propias y bien definidas, potenciados por las grandes interpretaciones de su elenco conformado por Nora Mercado, Pablo Kusnetzoff, Catalina de Urquiza y Eileen Rosner.
En diálogo con PERFIL, Bernardi, licenciada en composición coreográfica en la UNA (Universidad Nacional de Artes) y que también ha trabajado como asistente de Mauricio Kartún en «La vis cómica», repasó su formación y carrera y nos brindó detalles sobre la obra.
¿Cómo te iniciaste en el mundo del teatro y la danza?
Empecé a los 7 años en una escuela de danza clásica de Bariloche, donde nací. Fue la única actividad que sostuve con regularidad mientras abandonaba otras hasta los 18 años, cuando vine a Buenos Aires para hacer la carrera de Composición Coreográfica en la UNA y empezar la formación teatral en Rio Plateado, la escuela de Hugo Midón.
Allí conocí a mi primera maestra, Silvia Kanter, con quien me formé durante muchos años y trabajamos juntas. Fui volcando mi atención hacia el teatro y con los años empecé a ver la actuación como el trazo más potente o el que me generaba más atracción en la percepción. En otros ejes de formación, hice el taller de dramaturgia de Mauricio Kartun, y las prácticas con sus maestros de taller. Luego fui formándome en actuación y dramaturgia, según mi ambiente, mi interés estético, ideológico y mi intuición.
¿Cómo surgió la idea para realizar la obra? ¿Cómo fue ese proceso creativo?
La escritura comenzó en la pandemia de coronavirus, en el taller de Mariano Tenconi Blanco y Nacho Bartolone. El material quedó inconcluso y lo dejé guardado. En 2021, una amiga me impulsó a mandarlo a un concurso de obras en proceso y cuando me llegó la notificación de haber sido preseleccionada, tuve que chequear lo que había mandando y pregunté si el mail me correspondía.
Realmente no me acordaba. Fui al evento y recibí una mención, para mi sorpresa. Constaba de la realización de una clínica de obra bajo la guía de Romina Paula. Allí lo terminé; más adelante, con gran generosidad, lo leyó Kartun y mediante charlas, me decidí por una supervisión dramatúrgica con Mariano Saba.
Recién ahí surgió la idea de llevarla a escena y comencé el trabajo de pre-producción y el armado del equipo.
El proceso creativo fue una ametralladora de trabajo durante varios meses, de los cuales 6 fueron de ensayo.
¿Cuán importante es el recurso del humor para vos cómo escritora y dramaturga? ¿Crees que hay «límites» en el humor?
Al humor lo vivo como un estado de ánimo, un modo de leer y apreciar la vida. En ese sentido, me resulta gratificante contar algo conocido o trágico, donde el humor canaliza aquello que nos sorprende o nos acongoja. No sé si es algo importante para mí, pero si se que es muy fervoroso, sobre todo cuando logramos reírnos de lo ridícula que puede ser una situación o una reacción humana. Nos acerca e identifica en la ficción.
Creo que hay tratados enteros sobre los límites del humor. Me sale decir que los pienso según el contexto y las intenciones. Creo que los límites están como siempre, en el daño y la privacidad, en el otro. Por ejemplo, hay humores creados a partir de la exposición y/o denigración de las personas. Con ese prefiero no comulgar.
¿Por qué tomaste la decisión de que el personaje de Sulfita sea interpretado de esa manera (con dos actrices)?
Como todo lo bueno, por accidente y azar. En la obra, Sulfita está escrita como una joven escindida. Al comienzo del proyecto, ensayábamos con una sola actriz, que por compromisos personales y laborales no pudo continuar. Necesitábamos como grupo alguien que pudiera ingresar al rol con todo lo que ya teníamos construido y yo estaba condicionada por el physique du rôle.
Las audiciones fueron increíbles por el nivel. Casi llegando al final, dos actrices parecían ser lo más cercanas a la Sulfita que buscábamos y tuve una intuición. Hice que probáramos algo en dupla y las vi. Pensé, es ella. Las dos, es ella. Fue extraño, la escisión del personaje cobró cuerpo y sentido. No fue una táctica, fue un hallazgo.
Lo hablé en el grupo, me dijeron “¡estás loca!, vamos para adelante”. Y lo hicimos.
¿Qué pensás que representa el saco de Fred Astaire?
Hay muchos sacos de Fred Astaire, incluso algunos expuestos en museos, ya que la figura en sí es un ícono del cine y la danza norteamericana. Me interesaba y me causaba gracia, volviendo al humor, la importación del nombre de un ícono de otra cultura y otra época, que se asimilaba a una danza que en sus raíces era obrera, a la cultura de la Argentina de los 90’ donde se miraba mucho hacia afuera y donde Norteamérica funcionaba para algunos como un norte de sueños y anhelos primermundistas.
Creo que para el personaje del intendente en esta obra, el saco de Fred Astaire, lo hace sentir parte de algo que no le tocó. El disimulo de su realidad. Mientras que para Sulfita, significa apropiarse de algo táctil que pueda saldar su carencia afectiva. Como elemento en la obra es fundamental para el desarrollo de la historia, ya que todo comienza a partir del robo de ese saco, y en este sentido, El saco de Fred Astaire une los hechos y da título a la obra.
¿Qué es lo que te seduce del teatro cómo expresión artística?
Lo que me seduce del teatro es la actuación. Es un trazo muy fino, cuerpos creando ficción y modificado la percepción de los que miran. Con la actuación se crean estados, cambia la temporalidad y a veces logramos salir de la vorágine del pensamiento cotidiano, el tiempo acotado y el teatro acomodado a lógicas de apuro y rendimiento. Una mirada o una acción detenida, me bastan para decir, aquí estamos, en ficción.