Andrés Malamud armó y publicó un diccionario que se volvió muy necesario en este convulsionado 2023. Con perspicacia le introdujo un adjetivo clave en el título. Se llama Diccionario arbitrario de política (Clave intelectual). Es arbitrario porque, claro, hay una selección y elección de términos que pueden conformar a algunos y dejar con ganas a otros.
Siempre va a ser polémico un listado de estas características. Sin embargo, los «caprichos» de esta selección son afortunados. La lectura del libro impulsa la idea de que es un mapa para entender una geografía llena de fenómenos siempre sorprendentes. El país del siglo XXI aflora a partir de cada definición que deja una sensación de frustración más que elocuente.
“El hilo conductor de este libro es la política, pero hasta ahí llega su previsibilidad. Por la selección libre de vocablos y por la heterogeneidad estilística, dirán sus detractores, este libro podía haber sido un tweet”, escribe Malamud en el prólogo.
En el índice del libro hay hechos clave de la historia argentina, partidos, conceptos, lugares, carreras, profesiones y también un recorte de nombres y protagonistas de los grandes personajes de este tiempo. Sin embargo, no aparece Javier Milei directamente, pero sí está sugerido en varias entradas.
A esta inquietud se refirió, en particular, cuando lo presentó en abril, en el stand de Revista Ñ, de la Feria del Libro: “Hay Mileis por todo el mundo, pero es diferente a Trump. Milei no solo leyó libros, sino que bautizó a sus perros con los nombres de los autores de esos libros; va a la televisión y tiene ráting; es la envidia de todo académico: un tipo que va a la tele cita autores aburridos y la gente lo sintoniza… Es un personaje histriónico, un actor del teatro de la política. Hoy la audiencia política está enojada y él encarna ese enojo como nadie. El liberalismo de Milei arrastra algunos miles de votos pero muchos de esos miles, que hoy se dicen proclives a votarlo, en realidad, votan en contra de lo que estamos todos, encarna un sentimiento más que una idea, Milei es un producto de las tripas de los argentinos no de su cerebro”.
Vayamos al libro. Una de las primeras entradas, de la letra “A”, es AMBA: “Área Metropolitana de Buenos Aires. Monstruo demográfico que concentra al 35% de los argentinos en el 0,5% del territorio nacional. (…) Las Buenos Aires monopolizan la conclusión y agotan la imaginación de la Argentina. Las buenas gestiones y los liderazgos políticos de las otras veintidós provincias se estrellan contra la concentración demográfica del conurbano y la concentración mediática de la Capital. El 35% de los argentinos viven en el AMBA que ocupa tan solo el 0,5% del territorio nacional. Esta desproporción ha implicado que para muchos, esta región sea la que considerada la madre y el padre de todos los problemas ”. El AMBA cuarentena al país y esteriliza toda voluntad de reforma”, concluye la definición de Malamud.
Es una definición abierto en el sentido de conceptualizar y polemizar. Es riesgosa, muchos aprovechan para encontrar una respuesta a los problemas económicos del país que no encuentran una razón delimitada, de allí surgen, entonces expresiones como “conurbano salvaje”, “espantoso”, y se lo responsabiliza de quedarse con más de lo que le corresponde, etc.
De la letra «D». Dolor país: “Dícese del sufrimiento que provoca Argentina, y más de lejos. El mundo puede darnos la posibilidad de que el país duela un poco menos, pero para eso tenemos que aceptar nuestra condición de país periférico, porque no estamos en el centro de las decisiones; vulnerable, porque nos afecta lo que hacen los que hacen los otros países; y dependiente, porque son otros los que toman las decisiones que nosotros consumimos”.
Es una expresión nacida del fuego y las cenizas del 2001, título del libro de la psicoanalista Silvia Bleichmar y que en estos tiempos se nos hace familiar, explicativa de las sensaciones que estamos experimentando con la crisis actual. Vuelve, aun cuando nadie le pidió que retornase porque duele mucho.
Andrés Malamud nació en Olavarría. Se recibió con honores en la carrera de Ciencias Políticas de la UBA y después realizó un doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en el Instituto Universitario Europeo. Vive en Portugal, donde trabaja como investigador de la Universidad de Lisboa. De formación y tradición política radical, se ha reivindicado como weberiano ortodoxo, aunque un poco gramsciano. Es profesor invitado en universidades de ocho países.
El diccionario propone definiciones certeras como en el caso de “Caudillos”: “Líderes populares que representan sin intermediación y mandan sin contrapeso. Cuanto más fuerte es el caudillo, más débil es el Estado”. O precisas e irónicas como “Derecha (e izquierda)”: “Espectro ideológico que distingue a las personas entre conservadoras y reformistas o, vistas más de cerca, entre malas y tontas”. O realistas casi crueles. “Fernandez, Alberto”: “Presidente argentino (2019-2023), creador de un original modelo de toma de indecisiones”.
Aunque dijo que si un politólogo tiene buen humor es porque se dedica a otra cosa, en este libro utiliza esa veta para definir lo que se escabulle de las conceptualizaciones. Por ejemplo, da dos definiciones de intelectual, una corta y una larga. Vayamos a la que tiene menos palabras: “Persona que sabe mucho sobre un tema y entonces pontifica sobre otros”. Y aquí sumo la que realmente saca carcajadas, “Internas partidarias en Argentina”: “Las internas peronistas son por poder. Las radicales, por deber. Las libertarias, por no coger”.
Este libro reúne 225 vocablos entre conceptos de ciencias sociales, elementos de política internacional y características de la democracia argentina. Pueden ser muchas o pocas, de acuerdo a las expectativas o exigencias, en todo caso es un muestrario de lo visible e invisible, de aquello que no queremos ver ni saber, pero que en todo caso, al menos, nos saca una sonrisa. Especialmente en estos días de fatales decisiones.
Para concluir elijo dos entradas. Una. “Kirchnerismo y macrismo”, dice: “Expresiones especulares de la grieta argentina. A juzgar por sus resultados, el kirchnerismo no fue tan populista y el macrismo lo fue bastante”. Debe enojar y hacer reír en la misma proporción, tal vez el humor sea una posibilidad de acercamiento entre personas con muchos argumentos.
La otra es, precisamente, “Grieta”: “…es al mismo tiempo un sentimiento, una rivalidad entre formas del ver el mundo y una disputa por el poder. Aunque la grieta parece irreductible, el 100% de los argentinos coincide en una cosa: en que el 50% de los argentinos está equivocado”. Es un país que no guarda lugar los débiles. Es solo para sobrevivientes de piel dura.