La música, amigo, es algo maravilloso y nunca terminamos de entender cuán maravillosa es, y eso, por suerte, es parte del misterio, del amor, de todo lo que genera…” dice Jon Batiste del otro lado del teléfono. Está presentando World Music Radio, pero todos lo hemos escuchado: ha hecho la música de Soul, la clásica película de Pixar, y ha ganado premios como un Oscar, un Globo de Oro, un Grammy y la lista sigue. Fue músico de Prince y toca junto a nombres como Lana del Rey. Batiste, como muestra aquella primera oración, es de esos artistas que permiten sentir, sin la densidad de la idea, que la música es una religión, que es algo que puede alterar cualquier instante y modificarlo: “Yo nunca me bajé del subte donde me movía para poder hacer mi música. Quiero decir, no hablo de una falsa idea de humildad, si no que te hablo de entender, de escuchar, que hay música en todo, en todos los rincones; que donde otros pueden ver hastío, uno puede oír algo que lo conecta con el universo, de una forma casi umbilical, de una forma pura. Siento que pocas cosas son tan puras en nosotros como la música. No importa donde estes, como estes, incluso en la peor de las condiciones, la música puede traerte algo de inmediato, puede llevarte de inmediato a un lugar etéreo, sentido, profundo, superficial, rápido y hermoso”.

—Estás todas las noches en “Late Night Show”, de Stephen Colbert, y siempre hablás de la forma en que la música te alteró la vida, ¿cómo definís en este momento tu vínculo con la misma?

—Es muy importante para mí devolver mucha de la luz que la música me ha dado, por eso en este disco me gusta colaborar con nombres como Kenny G o Lana del Rey. Es decir, porque siento que la música si bien no puede cambiar al mundo, sí puede cambiarnos. La música nos inspira a ser mejores personas. Pero no lo digo en un sentido de “bondad”, ya que siento eso quizás pasa por otro lado. Lo que la música puede producir tiene que ver con como uno vive lo que le sucede cuando la música lo eleva. Pocas sensaciones son tan universales como ese instante en que la música te habla al oído pero también sientes le habla a tu vida, que le da sentido a tu vida, a ese maremoto de sensaciones que te pasa por dentro en un momento. Y por un momento, pequeño, pequeñísimo, pero real, fácil de percibir, lo hace un río, uno que fluye. Por un momento entiendes todo y entiendes que no es necesario entender todo. Estás ahí, escuchando algo que está en el aire, que es donde todos nosotros estaremos eventualmente. Todos estamos en la música, lo sepamos o no. Por eso es el arte que más fácilmente nos conmueve.

—¿Qué le dirías a alguien que quiere crear música y que todavía no se larga a ello, ya sea por miedo o por su realidad económica?

—Crear es hermoso. Crear te salva. Es un momento de claridad, incluso en la oscuridad. Entonces, se entiende perfectamente si alguien está trabado, si se siente demasiado ahogado en su presente. Un familiar enfermo al que hay que cuidar, una enfermedad propia, deudas, amor que duele: hay tanto en que perderse, y eso no quiere decir que haya que superar esas montañas. Lo que quizás sirve, lo que puedo decir respetando un montón, millones, de historietas que desconozco es que cuando creas eres feliz, cuando creas el mundo es mejor. Aunque no lo notes. Cuando creas, si es lo que quieres, algo cambia, minúsculo y mayúsculo.

Eso es bueno, sea cual sea tu contexto. Es imposible romantizar sin pensar en contextos difíciles. Pero la canción siempre está ahí, siempre nos espera, siempre quiere que la cantemos. Ojalá los que quieran expresarse puedan hacerlo. Como dije antes, siento que el mundo es mejor cuando eso sucede.