Soy una persona muy apasionada en lo que creo y hago. Soy un típico escorpiano” dice Pacho O’Donnell y cuesta contradecirlo. Ha sido funcionario, historiador, legislador, artista plástico, ensayista, conductor, dramaturgo y autor. Y más. Ahora, a sus 83 años, Pacho O’Donnell se ha convertido en una especie de lúcido pensador sobre la vejez y como la vivimos, tanto quienes están en esa etapa de la vida como quienes convivimos con ella.  El domingo 22 de septiembre en el Teatro Astros presenta su best-séller sobre el tema, La nueva vejez, en una versión, digamos, “en vivo”, junto a la cantante Magdalena León y el guitarrista Samy Mielgo. O’Donnell afirma: “Siempre tuve la convicción de que la vida debía ser vivida intensamente. Desde muy chico, tuve en claro la idea de la muerte, de la finitud de la vida. Eso ha sido un motor importante.” Y agrega, anticipando un poco la calma y rápidez que define a sus ideas, y a todo lo que ha hecho a lo largo de su vida, que son muchas y que siguen siendo una sola: “No creo que sea una virtud, pero nunca pude dormir siesta porque siento que es una pérdida de tiempo. Siempre tuve la noción de pérdida de tiempo. He cambiado las razones por las que he vivido intensamente. Me he ido reconvirtiendo. Me ha gustado jugar con todos los juguetes del placard. He transitado la política, la literatura, el teatro, el arte, el ensayo. Esto responde a una idea de que uno debe ser muy leal a sus deseos. Es como la parábola de los talentos en San Mateo, que le reparte los talentos a sus siervos, y cuando vuelve les pregunta que ha hecho con sus talentos. Hay dos que los han aumentado, arriesgado, y uno que por prudencia lo ha enterrado, para devolverlo intacto cuando volviera. Eso es la equivalencia de vivir hablando lo que hay que hablar, pensando lo que hay que pensar, y eso se vuelve claro en la vejez, que es el momento de balance, y puede ser dramático por eso”.

—¿Hay algo que conmueve de la vejez, sobre todo a vos que la has pensado quizás como poca gente en la actualidad?

—La vejez es hoy la etapa más larga de nuestra vida, cuando las circunstancias lo permiten. Yo tengo 20 años de viejo. Es mucho tiempo. No es vejez de antes, de jubilarse y sentarse a esperar la muerte. Hoy es una parte que hay que llenarla, y hay que saber cosas. Yo no soy un viejo sano, tengo mis nanas. Eso va por añadido, eso es la vejez. La vejez es una etapa de pagar las deudas con uno mismo. Es donde podés hacer lo que no pudiste, lo que no quisiste, lo no te animaste, porque la cuota de los chicos lo impidió, porque pagar el gas lo impidió. Se dice que cuando entra en los tiempos finales uno se arrepiente más de lo que no hizo de lo que hizo. Entonces, la vejez puede ser una etapa muy rica de encuentros con uno mismo. Sumarle completud, dignidad, a la vida. 

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—¿Qué has aprendido del hecho del contar en tu vida a partir de obras, de textos, de ensayos y mucho más?

—Para mí contar, por ejemplo, la historia, desde lugar de historiador, no soy un historiador minero que recorre los archivos sino que he sido en base a mi maestro, Pepé Rosa, un contador de historia. Rosa asumía el misterio en un gran relato. La historia argentina es un relato maravilloso. En mis obras de teatro, en mis novelas, descubro que me gusta contar así como lo he hecho en el campo histórico. 

—¿Hay algo que descubriste de vos contando? ¿Algo que no sospechabas que estaba ahí?

—Me suena en relación a lo que hablábamos. El ¿qué es lo de “uno mismo” en la vejez?¿Qué deudas conmigo mismo pagué yo en mi vejez? Una deuda con mi cuerpo, por ejemplo. Yo encontré mi cuerpo a los 64 años. Me diagnosticaron una insuficiencia cardíaca y me dice el médico: “Vaya a hacer un poco de gimnasia, para fortalecer las partes sanas de su corazón”. Y me envicié con la gimnasia, algo que en cierto momento se viralizo mucho más de lo que yo habría deseado, con fotos mías haciendo gimnasia. Se suponía que los viejos no se sacan fotos haciendo gimnasia, los jóvenes sí, pero los viejos no. Los viejos acorde al prejuicio somos feos. En el espectáculos del Teatro Astros hablo sobre los prejuicios a la hora de la vejez, se la vive como una tragedia. Es un desafío. Es una etapa que tiene sus limitaciones, pero que uno la puede vivir intensamente, cambiar el rumbo de su vida, hacer cosas que no había hecho antes. Puede ser una etapa creativa, dinámica, hasta erótica. Se supone que los viejos no tenemos sexo. Y puede haber sexo hasta el final de nuestros días. Es otro tipo de sexo, pero es sexo. 

—¿Qué le debemos como sociedad a nuestra tercera edad en este momento de nuestro presente?

—No tener una visión tan oscura de la vejez. Saber que la vejez puede ser una etapa feliz. Por ejemplo, la relación con las personas mayores se complican cuando vos tenés una relación trágica con la vejez, porque ves lo que vas a hacer. En Diario de la guerra del cerdo, Bioy Casares escribe sobre jóvenes que salen a matar a los viejos. Bioy Casares dice que los jóvenes veían en los viejos, odiaban, el viejo que ellos iban a ser. Eso es así. El tema del viejo ante el joven es que le muestra que todos vamos a ser viejos, aunque nos imaginemos con botox o acrilato o con tratamientos rejuvenecedores vamos a poder evitar el paso del tiempo. Con buena suerte, todos vamos a  ser viejos. 

—Es muy fácil escuchar “lo joven” hoy a partir de la velocidad y la superficialidad de las redes sociales. 

—Es una sociedad centrada en el joven. Los viejos somos feos, supuestamente, y eso tiene que ver con que la belleza está moldeada por una concepción joven de la belleza. Vivimos en una sociedad de consumo, donde los que pueden consumir son los jóvenes y los adultos. Los viejos somos material de descarte. En la televisión no hay avisos de autos, de viajes, de electrodomésticos complicados dirigidos a la tercera edad. A nosotros nos tocan los fijadores de prótesis dentales o el colágeno de las articulaciones. La bajísima capacidad del consumo es una base importante de las preconcepciones para con la vejez.

—¿Qué prejuicios tenías vos?

—De todo tipo, que la vejez es una etapa donde uno vive deprimido, enfermo, improductivo. Esa era un imposición cultural. Culturalmente se supo que los viejos somos así. La dificultad de decir la palabra “viejo” suma parte del prejuicio. Viejo o vieja son palabras que no son fáciles de decir, por el prejuicio. Hace mucho soy viejo, y he escrito varias obras de teatro. Actualmente hay una obra de teatro mía Escarabajos en el Centro Cultural de la Cooperación. Tengo un libro de historia entregado a la editorial Sudamericana, que sale en marzo del año que viene. Estoy con esta historia de la vejez, de la reivindicación de la vejez como una etapa que puede ser muchas cosas. A mis 83 años, enfermo, entiendo las pérdidas que impone la vejez. Es importante dar pautas clave: no quedarse solos. A veces es inevitable. Para las personas mayores es importante incorporarnos a grupos. La Argentina es un país muy generoso en eso. Hay muchos grupos en clubes de barrios, en sindicatos, en clubes de barrio. Es importante que las personas mayores nos incorporamos a eso. Te da mejor vejez, y hasta está comprobado que te prolonga la vida. Mantenerte en estado físico: que una persona en su vejez no haga ejercicio, es como fumar, es un suicidio.