En julio de este año, la corresponsal de Clarín en Francia y el Reino Unido, María Laura Avignolo, entrevistó a Alan Faena a raíz de la aparición reciente de su libro Arquitectura horizontal, continuidad de su anterior Arquitectura de Ser. Unidos en un solo ejemplar, ambos textos introducen al lector en una exploración muy personal del autor.
Escrito durante el confinamiento por el covid (2020) y luego en la postpandemia (2024), el volumen se convierte en una exploración de sus ocho pilares personalísimos: Realidad, Prioridades, Espera, Caídas, Transformación, Entrega, Humildad y Expansión.
En Arquitectura de Ser, el primero, la búsqueda de Faena lo condujo por el derrotero de la Creación, la Visión, la Debilidad, el Silencio, el Camino, el Presente, el Amor y la Arquitectura. La unión de los dos libros, como bien señala María Laura Avignolo en su entrevista, nos habla “sobre el misterio de vivir, sobre no caminar el camino del otro sino de hacer el propio”.
Ajeno a las etiquetas
Faena es un hombre enigmático. No acepta las etiquetas: ni esteta, ni coleccionista, ni desarrollador inmobiliario (real estate, le llaman en EE.UU.) ni entrepreneur, ni hombre de negocios, nada de todo eso. Sí acepta que se lo considere un creativo, categoría dentro de la que cabe ahora la de autor.
Es dueño de una fortuna considerable, se mueve entre Miami, Nueva York, París, Moscú y Buenos Aires, entre otras capitales, con la libertad que ha cultivado desde muy joven. Hoy, con el dinero suficiente para no pedir permiso a nadie.
Su segundo libro, concluido en febrero de este año, abre con una serie que llamaremos aforismos de afirmación. Por ejemplo: la Realidad es el Presente (respetamos la escritura en mayúsculas y minúsculas del libro), la Prioridad es la Dirección, la Espera es la Paciencia, la Caída es el Despertar, la Transformación es la Evolución, la Entrega es la Confianza, la Humildad es la Expresión, la Expansión es Ser.
El volumen contiene símbolos e ilustraciones, reflexiones en párrafos cortos sin ninguna pretensión predicadora. Faena comparte su experiencia vital, cómo organizó su propia búsqueda interior, en base a criterios sin duda muy propios. Quienes meditamos advertimos puntos en común con su exploración, pero desde una diferente perspectiva, quizá porque Faena no parece seguir un tipo determinado de enseñanza espiritual, sino que ha creado la suya, la que le ha permitido crecer en la construcción de sí mismo.
En su caso, Alan Faena construye su propia arquitectura de afirmaciones meditativas que sostienen el andamiaje de una vida que debe de tener sus complejidades. En la cúspide de una pirámide de éxito mundano no es sencillo mantenerse estable. De allí que esa búsqueda de interiorizar sus enunciaciones se haya expresado en dos libros.
En el principio está el Ser
Para quien lea los dos libros en uno advertirá que, en el principio como en el Génesis, el autor procura entender qué y quién es, no como Alan Faena, sino como ser humano vivo en un planeta poblado por 7.500 millones de personas que en algún momento se formularán las mismas preguntas. Es precisamente en esa preguntas iniciales cuando conecta con lo que llama “la Creación”, que nunca define religiosamente.
“Para mí, la Creación es la invención de todo, es el flujo cósmico, la semilla de todas las cosas y la inteligencia en todo lo creado. Es la matriz generadora de la vida, avanzando en el puro Presente, envuelto en su Silencio y manifestándose en forma perfecta y arrolladora”, dice el autor.
Es posible que antes de escribir estos libros, Faena haya abrevado en filosofías preexistentes como el budismo, u otras que apelan a la conciencia espiritual profunda pero sin dioses, y por ello son compatibles con cualquier credo. Dicho esto, por su reiterada mención al “Presente”.
Son varias las corrientes espirituales que mencionan el presente como el único tiempo existente. El instante es fugaz, por eso en el camino espiritual se sugiere no gastar el tiempo deteniéndonos en el pasado, que solo habita en nuestra memoria, ni en el futuro, que no existe hasta convertirse en presente.
“La velocidad del Presente requiere una Transformación constante para acompañar su ritmo y movimiento. Cada día es una oportunidad…”, escribe Faena, y traspuesto a otras escuelas de meditación, el instante no es más que vivir con plena conciencia espiritual en el “ahora”, como escribe el alemán Eckhart Tolle en su libro imprescindible titulado El poder del ahora.
De allí que se puede compartir la propuesta de Faena en Arquitectura horizontal cuando, en sintonía con Tolle, dice que aquí y ahora podemos alcanzar un estado de iluminación y alejarnos del sufrimiento, la ansiedad y la neurosis.
“La vida es presente en movimiento”, dice el autor y agrega que “la velocidad de ese movimiento genera fricción constante ante nuestro avance en el universo”. Se puede avanzar o retroceder todo el tiempo, sería la conclusión.
Como todo mortal y más allá de cualquier privilegio socio-económico-cultural, los seres humanos nos formulamos más o menos las mismas preguntas de fondo que Faena en nuestro afán de ser felices.
El filósofo español Julián Marías, muerto hace 24 años, dijo en una conferencia memorable que la búsqueda esencial del hombre en la Tierra es la felicidad. Y aunque sepa que es inalcanzable empeña su vida en encontrarla.
Ya en su primer libro Arquitectura de Ser, Alan Faena proclamaba que “la vida no es tener sino Ser. Todos podemos ponernos de pie ante lo que nos doblega. El miedo no debería existir en nuestro corazón, pues nos aleja del control…” Y afirmaba: “Uno piensa que hace la obra, pero la obra lo hace a uno. Ahí está escrita nuestra alegría de vivir”.
Una frase acuñada en el siglo XVIII por el político Vincent de Gournay decía (para otro contexto, claro está): “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (“Dejar hacer, dejar pasar, el mundo camina solo”). De lo que hay que ocuparse, según propone Alan Faena tres siglos después de De Gournay en Arquitectura horizontal, es de expandir la conciencia para evolucionar: “No importa donde lleguemos, lo que importa es que nuestras acciones eleven nuestro Ser, sabiendo que Ser es volver a la verdad de nuestro corazón”.