La protagonista de Apegos feroces crece entre dos figuras omnipresentes: una madre, judía de origen ucraniano, inteligente y a la vez terca, que muchas veces la intimida, y una joven vecina del edificio en el que viven, que ha quedado viuda y es madre inexperta. Mientras que la madre idealiza el amor marital como la fuerza totalizadora que da sentido a su vida -y no parece capaz de pensarse por fuera de ese vínculo ni ceder el protagonismo a la hija, que también ama y sufre-, a la vecina, la abruma la maternidad y en cambio, se siente más segura con los hombres: Nettie tiene una vida sexual activa, que critican y envidian secretamente otras mujeres de barrio.
Muy pocos libros retratan de manera tan descarnada y vital la compleja relación entre una madre y su hija como éste de la estadounidense Vivian Gornick (Nueva York, 1935), en el que la que la escritora repasa años centrales de su propia historia, en clave de no ficción, y el difícil vínculo que las unió a lo largo del tiempo. Ellas se aman pero también se repelen, oscilan entre la admiración mutua y el reproche: un vínculo teñido de una tensión que solo la literatura puede volver poética.
Novelista, periodista y referente del feminismo de su país, la autora concedió este último fin de semana una entrevista, en el marco del festival literario Filba, en la que junto a la argentina Tamara Tenembaum conversaron sobre su trayectoria y cuestiones urgentes de la actualidad, en relación con la pandemia. En el marco de esa conversación, Gornick se definió como «una escritora de narrativa personal» y refirió, en relación a aquella novela que tras su publicación, en 1987 causó fuerte impacto: «Me sorprendió cuántas personas con vidas tan diferentes a la mía se enamoraron del libro y se vieron reflejadas. Lo tomé como un gran logro. Si bien eran los primeros días del feminismo y me pedían hablar sobre madres e hijas, yo no quería, lo que quería era hablar de mi madre y de mí como hija», dijo. El libro fue traducido al español y publicado en Argentina, entre otros mercados hispanoparlantes, recién treinta años después, por la editorial Sexto Piso.
El lector de Apegos feroces asiste, a través de la lectura de la primera parte de las memorias de Gornick, a las largas caminatas que encaran madre e hija por Manhattan, en las que repasan los años pasados que vivieron en el Bronx: las une una relación intensa y de absoluta ambivalencia, que las tiene siempre al filo del desborde o la incomprensión. Juntas asisten, a su vez, a un momento de transformaciones sociales vertiginosas.
VA