¿Qué puede hacer caminar a alguien 775 km desde Múnich a Paris, bajo el frío del invierno, en ocasiones hasta 70km en un sólo día? Seguir la misma senda de alguien que admiras.
Convertirme en un loco siguiendo los pasos de otro loco ha sido una de las experiencias más alucinantes de mi carrera como cineasta. Y en ‘Dear Werner (Walking on cinema)‘, que ha llegado hoy a Filmin acompañada de 12 obras maestras remasterizadas de la filmografía de Werner Herzog, he querido escribir una carta de amor a un ser humano que no solo admiro como cineasta sino que ha moldeado mi manera de ver el mundo.
Lo que aprendí de Werner Herzog
Poder trabajar con él en el largometraje y contar con sus consejos, apoyo y su inconfundible voz en la narración de pasajes de su libro ‘Del caminar sobre el hielo‘, ha sido algo que jamás olvidaré. A continuación, las lecciones que he aprendido gracias a once títulos clave en su inagotable filmografía.
El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1974)
Me resulta imposible describir lo que sentí de adolescente al ver este cortometraje. El rostro ensangrentado de un saltador de ski dispuesto a lanzarse al aire de nuevo para romper su propio récord. La metáfora definitiva del espíritu incansable de Herzog como cineasta.
Hay un pasaje en ‘Del caminar sobre el hielo’ que me impacta profundamente en relación a esta obra que había rodado pocos años atrás: «Oh, qué duro es seguir con el viento golpeándome horizontalmente con su carga de nieve ardiente mordiéndome el rostro. Y la mayoría del tiempo es cuesta arriba, aunque todo duele también cuesta abajo. Soy un saltador de esquí, inclinado hacia delante me apoyo en la tormenta. Lejos, muy lejos, los espectadores me rodean cual bosque convertido en sal, un bosque con la boca abierta«.
Werner Herzog Eats His Shoe (1980)
¿Alguien tan loco hasta de comerse su propio zapato (estofado)? En efecto, Werner nunca dejará de sorprendernos. Si algo ha caracterizado a Herzog es su espíritu libre. Siempre dispuesto a llegar hasta el último confín de la tierra por sentir y experimentar la libertad junto a su cámara.
La libertad también puede ser metafórica, sólo hay que ver sus últimos roles como actor dramático en universos galácticos (‘The Mandalorian‘). Herzog hace lo que le da la gana y cuando le da la gana.
Aguirre, la cólera de Dios (1972)
El Machu Pichu. La selva. La niebla. Los gritos. Las armaduras. Los monos. El río.
Un escudo, un machete y una mirada capaz de helar la sangre del espectador en cuestión de segundos. El bueno de Werner a día de hoy realiza talleres de cine en la misma selva peruana donde hizo historia con aquel largometraje.
Parece que no quiere olvidar ni un solo segundo de aquella locura de rodaje que tan bien inmortalizó en su documental ‘Mi enemigo íntimo‘ (1999), en torno a su relación, tormentosa pero lúcida artísticamente, con Klaus Kinski, ya icono del cine y el «mejor intérprete con el que haya trabajado nunca«, como reconoció Werner en múltiples ocasiones tras el repentino fallecimiento del actor.
Fitzcarraldo (1982)
Un barco. Una montaña. El éxtasis de un loco. Tres conceptos y un icono de la historia del séptimo arte.
El espíritu herzogiano representado por su personaje/álter ego Brian Fitzgerald «Fitzcarraldo» (de nuevo, Klaus Kinski) un irlandés excéntrico, amante de la ópera con obsesión. Al decidir construir un teatro de la ópera en plena selva amazónica nos introducirá en uno de los mayores cantos al amor al cine que un cineasta puede llegar a hacer: renunciar a cualquier efecto visual para conseguir una imagen per sé imposible físicamente.
¿Herzog consiguió navegar su barco a través de la montaña? Imprescindible leer su fascinante libro ‘Conquista de lo inútil‘, para conocer la respuesta.
Lecciones en la oscuridad (1992)
Año 1992. Berlín Film Festival. Herzog presenta esta obra en el certamen más importante de su país. Tras la oscuridad, al finalizar la proyección se hace la luz en la sala. Gritos, insultos y abucheos.
Los espectadores acaban de experimentar su exploración ultraestética de los devastados campos de petróleo de la guerra en Kuwait como si de una película de ciencia ficción apocalíptica se tratara. El público es claro en sus críticas en voz alta: «¡Estás estetizando el horror! ¡Estás romantizando el horror con tus imágenes!«.
Herzog se levantó de su butaca y cogió el micrófono, gritando también: «Sí, estoy representando el horror. Pero esta no es una película política. Y hace algo que otros también hicieron antes que yo. ¡Y tengo testigos! Mis testigos son Dante con su infierno. Mi testigo es Goya con los desastres de la guerra y mi testigo es el pintor Hieronymus Bosch con sus visiones infernales«.
Herzog no consiguió silenciar a nadie. No lo hizo. Pero aprendió a vivir con el rechazo. Como cineastas hemos de aprender a recibir golpes, noes y abucheos. Gracias Werner por la lección.
Aquí llegamos al Herzog que más ha conseguido emocionarme nunca. Más allá de la ficción, sus documentales tienen un «je ne sais quoi» imposible de describir. Su propia voz como narrador con un acento alemán duro como si la voz de Dios te hablara, sus impresionantes planos aéreos, el éxtasis de la verdad de sus imágenes. Werner decidió abrir esta película con una cita del físico y pensador francés Blaise Pascal: «The collapse of the stellar universe will occur –like creation– in grandiose splendor«.
No fue hasta varias décadas después cuando reconoció que esa frase, como muchas otras de su filmografía no pertenecía a su autor sino a él mismo. Si con ella conseguía que entráramos en su película desde el primer segundo, alcanzando el éxtasis de la verdad que pretendía conseguir, él se daba por satisfecho. A partir de este momento, Herzog nos desafiará en su cine de no ficción gracias a este término creado y acuñado por él mismo.
¿Realidad o ficción? Consejo: Si descubres algún dato falso en sus entrevistas o investigaciones, no te enfades, déjate llevar.
De ‘Encuentros en el fin del mundo’ (2007) a ‘La cueva de los sueños olvidados’ (2010)
Herzog nos hizo creer que dos cocodrilos albinos eran los últimos descendientes de los dinosaurios. También que un pingüino se dirigía hacia el horizonte en dirección a su propia muerte.
Herzog nunca supo si así fue o no, pero sinceramente le daba igual, porque él también había sido ese animal, caminando hasta introducirse en la cueva de arte rupestre más antigua del mundo. ¿El más difícil todavía? Decidió grabarla en 3D e iluminarla con linternas. La secuencia en que la música sacra se apodera de la cueva, como si de un templo románico se tratara, es de los instantes cinematográficos más poderosos que yo he vivido en una sala de cine.
De ‘Grizzly Man’ (2005) a ‘Into the Abyss’ (2011)
Un oso y un hombre en la ribera de un río. Amor y violencia al mismo tiempo.
En una reciente gala de entrega de premios, ambos acudíamos con nuestros respectivos documentales y uno de los documentalistas más famosos de este país me zarandeó con su pregunta: «*Siempre me he hecho esta pregunta y no he sido capaz de responderla: ¿es Grizzly Man un falso documental? He leído todo sobre ella y aún así continúo dudando».
La naturaleza y la bestialidad animal llevada al extremo. Del fuera de campo más abrumador de la historia del cine (nuestra imaginación es más aterradora que cualquier imagen) al rostro de un padre encarcelado intentando desesperadamente mostrar su alma ante la cámara.
El Herzog entrevistador capaz de helarnos la sangre con una sola de sus preguntas. El Herzog más crítico. Más político. Múltiples rostros para un genio de la reflexión en sus narraciones.
De ‘La soufriere’ (1977) a ‘Dentro del volcán’ (2016)
La lava más roja e incandescente que nuestros ojos serán capaces de presenciar. El fuego demoníaco como representación del alma humana.
Del Herzog más joven que detiene su cámara ente el último superviviente en un pueblo desértico de la isla de Guadalupe al Herzog ya anciano aún dispuesto a subirse a la cima más peligrosa de todas, la del Synabung, en Indonesia. «He sido capaz de llegar hasta aquí únicamente para grabar esta imagen. Sí, el volcán puede explotar en cualquier momento, pero habrá merecido la pena«.
Cineastas, hagámosle caso.