No somos todos iguales los humanos, ya se sabe. Unos somos gordos, otros flacos, lindos, feos, con pecas, negros como el betún, pelados. ¿Importa? Sí, claro: la exigencia de «buena presencia» en cualquier pedido de trabajo ya marca una raya. A los lindos les va mejor.

No somos iguales: unos pagan para dejar de comer tanto, a otros no les alcanza para las proteínas mínimas. Unos, casas de tres pisos y pileta; otros nylon y chapa. Unos con vacaciones, otros sin trabajo. por casi todo esto hubo y hay conflictos, exclusiones, matanzas de distintos tipos.

¿Pero podemos cruzarnos, hacer cosas juntos? Parece que no, que cada vez menos. Si no, miren lo que pasó con la escritora holandesa Marieke Lucas Rijneveld y la escritora estadounidense Amanda Gorman.

Para arrancar hay que decir -¿hay que decir?- que Marieke Lucas es blanquísima, tiene 30 años y no se considera varón ni mujer. Y que Amanda Gorman tiene 22 años y es negra. ¿Son iguales los negros y los blancos? No, unos vienen de una historia de opresión y esclavitud, los otros de quienes los oprimieron y esclavizaron. ¿Son iguales los no binarios y los «cis», es decir quienes asumen el mismo género que el sexo habitualmente atribuido al nacer? No, la vida «cis» es mucho más fácil, como es obvio.

Pero resulta que Marieke Lucas tomó notoriedad porque siendo tan joven ganó un premio enorme, el Booker Prize. Y que Gorman conmovió al público en la asunción de Joe Biden con su poema La colina que subimos. «Hemos desafiado el vientre de la bestia/ Hemos aprendido que el silencio no es siempre sinónimo de paz, /y que las normas y nociones de lo justo no son siempre justas», decía.

El poema, que se dijo en inglés, iba a ser traducido a muchas lenguas. Gorman quiso que fuera Marieke Lucas quien lo pusiera en holandés y así iba a ser. Por eso Gorman reuiteó a Rijneveneld, que decía: «¡Noticias maravillosas! Me siento muy honrada de poder traducir el poema inaugural de Amanda Gorman ‘The Hill We Climb’ y su primera colección de poesía. ‘The Hill We Climb’ se publicará el 30 de marzo, su primera colección de poemas se publicará el 21 de agosto»

Pero, ay, alguien levantó el dedo. Janice Deul, una activista y periodista escribió un artículo de opinión en el diario nacional holandés de Volkskrant sobre el tema. «No es por quitarle nada a las cualidades de Rijneveld, pero ¿por qué no elegir un escritor que sea, al igual que Gorman, un artista de la palabra hablada, joven, mujer y negra?»

Las redes apoyaron esta crítica y Marieke Lucas se bajó. «Me conmociona el alboroto en torno a mi participación en la difusión del mensaje de Amanda Gorman, y comprendo a las personas que se sienten heridas», declaró.

Yo no.​

No comprendo.​

 ¿Finalmente, alguien que no sea yo podría traducir una obra mía, o siempre habrá diferencias significativas y gente lista para cancelar a otro?​

​¿Cuánto de igual a alguien hay que ser para sentir empatía con su mensaje y difundirlo? ¿Cuánto? ¿Si Gorman era gorda quien la tradujera debía serlo? ¿Si tenía seis dedos? ¿Si no podía caminar? ¿Finalmente, alguien que no sea yo podría traducir una obra mía, o siempre habrá diferencias significativas y gente lista para cancelar a otro?

No se trata de negar las opresiones, claro, sino de no trivializarlas. No es cada blanco el esclavista, cada varón el patriarcado, cada empresario el capitalismo. Lo que nos diferencia es infinito y por supuesto que cuando esa diferencia implica jerarquía no es algo para celebrar o dejar pasar .

Pero se trata de un mismo programa, de una manera de proyectar el mundo, de causas comunes lo que nos permitirá cambiar lo que está mal. Cada uno en su quintita y sacándole músculo al dedo de cancelar solo deja todo como está. Tan mal como está.

PK