Bryan Bertino es un director no demasiado prolífico, pero que dejó una impresión profunda en el cine de terror gracias a la despiadada ‘Los extraños‘ (The Strangers, 2008), un home invasion seco y sin parafernalia que apostaba todo por la sensación de vacío que genera el terror puro, más que la propia construcción del suspense. Con ‘The Dark and the Wicked’ (2020), presentada en Sitges 2020, el director regresa al terror de sensaciones, trasladando el miedo a una granja rural de Norteamérica.

La trama es sencilla, dos hermanos regresan a la granja de su familia para esperar a la inevitable muerte de su padre mientras su madre, quien ha estado cuidando a su esposo durante toda la vida, desprecia la presencia de sus hijos en el hogar de su infancia, pero no deja claro si lo que realmente tiene es miedo por ellos y desea así protegerlos, porque cree que hay una fuerza malévola acechando en la casa.

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En última instancia, ella no parece estar mucho mejor que su marido por la zona de la azotea y acaba cortándose los dedos en la cocina, empezando una serie de sucesos que indican que hay algo más detrás de la enfermedad del patriarca. No merece la pena contar demasiado del argumento de ‘The Dark and the Wicked’ no porque esté llena de giros y revelaciones que pueden arruinar su visionado, sino más bien porque no es lo más interesante ni lo que le llama la atención al director.

Uno de los films más aterradores de los últimos años

Puede que tenga algún susto facilón de más, pero muy pocos filmes hacen tanto trabajo previo para generar una atmósfera densa y ominosa, preparándonos con mimo para ello. Además, no todos esos jumpscares se apoyan en puro volumen, ni la instrumentación utilizada es la misma que en el de cualquier producto descuidado que imite al cine de James Wan. El silencio es tan importante como los sonidos ambientes y la banda sonora es una olla de murmullos mudos y enigmas taciturnos que hacen no querer saber qué es lo que hay allá afuera.

Paisajes con una silueta levitando e imágenes como la aparición mínima de un extraño hombre que se entrevé entre el ganado son material salido de pesadillas, fugas del infierno impresas en pinturas de Edward Hooper o Andrea Kowch que valen por sí mismos todo el metraje. ‘The Dark and the Wicked’ tiende lazos al American Gothic gracias a su rotundo ejercicio de terror minimalista en las entrañas de Norteamérica, sin embargo, a diferencia de tantas obras con dicha etiqueta, no transcurre a plena luz del día, sino en las penumbras y claroscuros del filo de la noche en el entorno de una granja del oeste.

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The Dark and the Wicked’ es sin duda la mejor película de Bertino, que esta vez propone una producción muy independiente, menos representativa de las corrientes del horror comercial, pese a algún momento similar a ‘Hereditary’ (2018), y que no tiene que justificar su trama laxa ni su intención principal de lograr un áspero relato sobre la muerte, en donde la ambientación es prácticamente lo único que le importa. Su aparición en el difícil panorama de 2020 resultó tan casual y desligado de corrientes como efectivo, gracias a un sencillo y asfixiante relato de maldiciones familiares.

Subtexto mesurado

Como ‘Relic’ (2020) del mismo año, el mal incierto esconde también un intrincado temor a la demencia en los genes catalizado por la presencia del enfermo dependiente al que van a cuidar sus familiares. Sin embargo, el film de Bertino es mucho menos cristalino, y explora un misterio imposible dentro del drama que se va desmarcando de otras producciones de horror sobrenatural próximas, con un twist nihilista al cine de posesiones que logra sugerir con imágenes mucho de lo que otras obras recientes ahogan en un discurso al dictado.

Los diálogos ásperos entre Michael Abbot Jr. y una notable Marin Ireland dejan entrever antiguas costumbres de estirpe, y dinámicas –quién se queda a cuidar del padre, una madre anciana relegada al mantenimiento de la casa… – que indican un patriarcado dominante sin hacer subrayados repiqueteantes. A través de aureas enloquecedoras, Bertino siembra las dudas de si todo lo que vive y sufre la familia puede tener que ver con un problema real de fondo, solo hay que ver cómo tienen lugar las muertes de la familia.

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The Dark and the Wicked’ es una obra modesta, pero que sabe crear una sensación que logra hacer tangible lo maligno, creando escalofríos intraepidérmicos y una oscuridad desoladora transmitida a la perfección en la fotografía de Tristan Nyby. Un film reducido a lo esencial y sin miedo a quedar abierto, sin conclusiones ni soluciones, que se percibe como un fragmento de una historia más grande que no alcanzamos a adivinar del todo, parte del encantamiento de incertidumbres que la colocan como uno de los títulos verdaderamente escalofriantes de los últimos años.