Aunque para muchos sea poco menos que un pecado capital y un claro motivo para la retirada del carnet de fan —si es que algo así existe—, no puedo negar que he disfrutado plenamente, casi como un crío, de la última trilogía de Star Wars; lo cual incluye tanto su vis más nostálgica en los episodios VII y IX, como el reivindicable espíritu renovador de ‘Los últimos Jedi’.
Con el paso del tiempo, y no sin pasar antes por varias revisiones, también he terminado abrazando sin prejuicios las, en su momento, duramente criticadas precuelas dirigidas por George Lucas a principios de siglo, y su exploración del conflicto político que dio pie al Imperio Galáctico contra el que combatieron los héroes de la trilogía original.
No obstante, la experiencia Star Wars que más he disfrutado desde, probablemente, el reestreno en cines de ‘El imperio contraataca’, no ha tenido que ver ni con el séptimo arte ni con el panorama catódico, sino con el magnífico videojuego ‘Star Wars Jedi: Fallen Order’; un título que condensa toda la esencia de la saga galáctica en unas veinte horas que poco o nada tienen que envidiar a sus homólogas cinematográficas recientes.
Sintiendo la Fuerza
Como sabiamente nos recordó Bob el Silencioso en la divertidísima ‘Mallrats’, un Jedi no anhela ni aventuras ni emociones. Por el contrario, un espectador sí lo hace, y el mundo del videojuego se ha revelado durante los últimos años como uno de los medios narrativos más efectivos —si no el que más— a la hora saciar estos deseos con la mayor pureza e intensidad posibles.
Si hay algo más satisfactorio que ver, por ejemplo, a Luke Skywalker convertirse en un maestro Jedi y dominar todos los aspectos y habilidades que engloba la Fuerza mientras recorre los rincones más inhóspitos de la galaxia, eso es experimentarlo en primera persona; y las mecánicas sobre las que se construye la experiencia jugable del ‘Fallen Order’ son las idóneas para ello.
A grandes rasgos, el juego de Respawn Entertainment combina el espectáculo aventurero en clave blockbuster de la franquicia ‘Uncharted’, unas exigentes —pero adictivas— dinámicas de combate hermanadas con ‘Dark Souls’, un sistema de exploración metroidviania que obliga a inspeccionar hasta el último centímetro cuadrado del mapeado, y un mínimo componente rolero mediante el que ir potenciando nuestros poderes progresivamente mediante un sencillo árbol de habilidades.
Este cóctel de referentes, además de convertir a ‘Fallen Order’ en un divertimento de primera con un poderío audiovisual envidiable, permite que sintamos la evolución de Padawan a Caballero Jedi de Cal Kestis a flor de piel; dando unos primeros pasos dubitativos y algo torpes para terminar masacrando stormtroopers y droides como si llevásemos toda la vida entregados a la Fuerza. Un show made in Hollywood en el que nosotros somos los protagonistas.
Una narrativa para enmarcar
A estas alturas de la película no debería ser motivo de sorpresa que un videojuego con unos valores de producción similares a los del ‘Star Wars Jedi: Fallen Order’ rivalice directamente con largometrajes de primer nivel en cuanto a narrativa se refiere; encontrando claros precedentes de ello en joyas como ‘The Last of Us’ o la saga ‘Metal Gear Solid’ del maestro Kojima.
El caso que nos ocupa brilla en todos y cada uno de sus componentes dramáticos, comenzando por un plantel de personajes rico y cuidado que encuentra su máximo exponente en el protagonista Cal Kestis, cuyo arco —que abarca, mediante flashbacks, desde su infancia hasta su presente— y su relación con su inseparable droide BD-1 poseen la suficiente garra como para mantenernos pegados al pad de control durante horas.
Junto al Jedi, el surtido de secundarios, todos ellos interpretados a la perfección, y que incluye a rostros conocidos para el fandom como el Saw Gerrera de Forrest Whitaker, mantiene un nivel más que notable. Mención especial para una Cere Junda que hace gala la mayor complejidad y del que, probablemente, sea el mejor tratamiento de personaje de todo el videojuego.
En lo que respecta a historia, ‘Fallen Order’ tampoco decepciona. Dejando a un lado los altibajos de ritmo habituales en proyectos de tanta duración, y la algo acusada sensación de repetición derivada de su naturaleza de metroidvania, la obra de Stig Asmussen —también director del soberbio ‘God of War III’— captura el espíritu de la saga de George Lucas en un relato sobrado de épica.
Ambientado entre los eventos de ‘La venganza de los Sith’ y los de ‘Una nueva esperanza’ —si nos ceñimos a los episodios numerados—, la trama, centrada en uno de los supervivientes a la infame Orden 66, exiliado y oculto frente al implacable ascenso imperial, nos transporta a través de varios planetas —alguno de ellos familiar para los aficionados como Kashyyk—, igualando esa gran sensación de escala habitual en los largometrajes de la franquicia.
Además de lanzar más de una referencia a los parroquianos habituales de Star Wars mediante guiños más o menos explícitos —brutal esa última set piece— y de explotar su imaginario, ‘Fallen Order’ introduce nuevos elementos a la mitología y da mayor peso a otros poco aprovechados hasta el momento, como pueden ser los Inquisidores Imperiales, para envolver la historia de un halo de frescor que muchos echábamos de menos.
Poniendo la guinda en este delicioso pastel repleto de giros, sablazos láser, drama y no poca comedia, encontramos un tratamiento de la acción descomunal dominado por —hablando en terminología cinematográfica— los planos abiertos y el distanciamiento del personaje, y una banda sonora que evoca al mejor John Willams. Palabras mayores, pero totalmente justificadas, que enmascaran alguna que otra carencia técnica.
Después de nueve episodios cinematográficos —sin contar spin offs y producciones animadas— centrados única y exclusivamente en la saga de los Skywalker, el cambio de aires que me ha ofrecido este ‘Fallen Order’ ha sido lo suficientemente intenso y placentero como para poder etiquetarlo como la experiencia Star Wars definitiva. Siempre con permiso de Irvin Kershner, claro está.