Teatro del Artefacto es el nombre que elegí, hace ya más de veinte años, cuando creé una sala destinada a que mi trabajo como director dispusiera de una herramienta más accesible en todos los sentidos. Lo de “artefacto” tiene que ver con la metodología de actuación que se imparte en la escuela que dirijo (ETBA) y que ocupa el mismo edificio. Su sentido intenta señalar el acento puesto sobre la técnica (o arte en su sentido más añejo), es decir arte + facto, hecho con arte.
En esta vuelta a la actividad después de un largo período debido a la pandemia, el Teatro del Artefacto abre sus puertas con Ricardo III, de William Shakespeare, en versión de Mario Moscoso. El público y la crítica la han recibido muy bien y me enorgullezco de esto.
Mario Moscoso, que actualmente es mi partener para la búsqueda de nuevos proyectos, ha trabajado en otras puestas mías como La revolución es un sueño eterno, de A. Rivera, La madre, de Gorki y Brecht, y El solitario de la provincia flotante, escrita y dirigida por mí, sobre la vida de Alberdi. En 2018-2019 se convirtió en protagonista de otra obra escrita por mí: Un hombre civilizado y bárbaro, sobre la vida de Sarmiento.
Retomando la elección de esta obra de Shakespeare que se gestó en pandemia: ¿por qué Shakespeare? Porque sigue siendo significativo y más actual que nunca. Fundamental para la escena, ahonda sobre los conflictos escénicos, que son los conflictos humanos.
En Ricardo III una vigente premisa es cómo el poder corrompe al hombre, llevándolo a realizar los actos más atroces con el propósito de conseguirlo y perpetuarlo, apelando al dominio del discurso y la estrategia. Se asiste a pactos y conjuras donde las familias se enfrentan entre sí, los amigos son traicionados, los niños son asesinados y las mujeres luchan para sobrevivir, todo en nombre del poder.
Por otro lado, quiero mencionar la difícil situación por la que atravesamos. En todo este tiempo de pandemia varias salas han cerrado a pesar de esfuerzos y ayudas, otras salas independientes, incluido el Artefacto, han recibido un apoyo económico del Instituto Nacional de Teatro y Proteatro que ha sido de suma importancia para su sostenimiento. También esta obra ha recibido subsidios del Estado. La comunidad teatral está muy contenta de que la actividad se reponga, pero la preocupación existe debido a la responsabilidad que implica tomar los recaudos necesarios para cumplir con los protocolos establecidos de distanciamiento social, ventilación, higiene y porcentaje de aforo. Hay que destacar que esta sala en particular posee un sistema de ventilación mecánica que posibilita la puesta de espectáculos.
Desde el Artefacto construí un teatro que dialoga con la realidad. Mi trayectoria lo demuestra: una larga carrera con elencos independientes y profesionales, años en la televisión como director de actores. Ya había participado en la creación de Teatro Abierto y en la fundación del Teatro de la Campana, posteriormente Teatro del Pueblo. Tuve la fortuna de recibirme en el Instituto Teatral Ion Luca Caraggiale de Bucarest. Luego dirigí teatro en Rumania. De regreso al país, alcancé notoriedad al criticar la metodología de la “memoria sensorial” imperante aquí, proponiendo una versión, a mi juicio adecuada, de lo que llamo “análisis activo del personaje”. Se trata de mis reflexiones a partir de las acciones físicas de Stanislavski. Destaco de entre las obras que dirigí algunas como Qué clase de lucha es la lucha de clases (B. Mosquera), Ceremonia al pie del Obelisco (W. Operto), donde aparecieron en escena con sus textos propios Perón y Eva, El proceso (Mediza), Kafka, durante el proceso militar, Giacomo (Discépolo), Saverio el cruel (Arlt). Finalmente quiero mencionar mis libros publicados: Dialéctica del trabajo creador del actor, Tesis sobre Stanislavski, Lo que no se dice. Una teoría de la actuación.
*Docente y director teatral.
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