Hace semanas me pregunto lo mismo: ¿por qué escribimos esto? Esto es esta contratapa. En papel sería este texto diagramado en la página de los chistes que uno suele pasar de largo para ver los dibujitos. En web serían 1700 caracteres que llevan firma, con carita, y el pretencioso rótulo de ser una más de las “Pasiones Argentinas”.

Imagino que el que lo ideó -me digo-, lo proyectó como un pequeño espacio de reflexión sobre los temas que nos atraviesan a todos. Amor, muerte, tiempo, falta de tiempo, dolor, placer, una ciudad, algunos recuerdos imborrables. Eso tagueable como existencial.

Pero me resisto a ser simplón. Y quiero pensar que fue un homenaje a uno de los textos más breves y hermosos publicados en este reguero de tinta: “La espera del ciruja de Plaza Francia”, que escribió Jorge Göttling en 2004. Solo 357 palabras que le valieron al “Alemán” un premio “Don Quijote” del Rey de España.

Dice un un párrafo: “Alguien arriesga una historia sobre este ícono de la decadencia. Alguna vez fue próspero, tuvo esposa, hijos, amores tan furtivos como los sueños. Los hijos partieron, su perro se fue tras una perra y la mujer tras otro hombre. Pasó de la depresión a la locura, trató de refugiarse con sus hijos, pero no: nunca se sabe si falta una habitación o sobra un viejo. En orfandad, aprendió que la vida es una lata que hay que seguir abriendo. No hay revancha para los duros, tampoco la busca. Se oculta, entonces, en la diáfana Buenos Aires de afiche. Resignado ante la pérdida y el olvido, sólo ha guardado la casilla: él cree que su perro ha de volver”.

Lo repaso y sé que a ese ciruja lo vi. O lo leí. No importa. Por eso escribimos. Para arriesgar historias así. Mínimas. Únicas. Sí.