El concepto de la nueva carne surgió como una broma interna de David Cronenberg, pero como casi todas las etiquetas del cine fantástico, se ha ido consolidando para reflejar un supuesto movimiento artístico que cubriría las temáticas relativas al cuerpo humano, su deformación, mutación e hibridación con elementos a priori ni siquiera orgánicos. ‘Titane’ de Julia Ducournau ha sido la última en recibir el bautizo de representar esta resbaladiza categoría.

Puede que el abandono del propio Cronenberg de sus filias más anatómicas para pasar a una fase más psicológica haya creado una necesidad de herederos para codificar el cine fantástico actual, pero lo cierto es que ya sea por generación espontánea o intereses selectivos en el discurso cultural resultante, hay una ascensión de cualquier película que trate temas de identidad de género con elementos de body horror para ser la nueva heredera del legado de la nueva carne. Y así, la discreta ‘Possessor’ del hijo del director de ‘Scanners’ fue la elegida en 2020 para llevar la llama.

Este año le toca a ‘Titane’, una película que no está demasiado preocupada en ser “la nueva” de nada en particular, y resulta encajada casi por obligación en su canon, puesto que sus elementos fantásticos incluyen detalles como coitos con automóviles vivientes a lo ‘Christine’ (1983) y transformaciones derivadas que no solo adoptan greatests hits de Cronenberg como ‘Crash’ (1996), sino que entra en las pesadillas de metal y tejidos de Shinya Tsukamoto, o incluso gestaciones contranatura a lo ‘Engendro mecánico’ (1977).

Una réplica excéntrica del cine de cucos

Sin embargo, todos estos elementos son un punto de partida que dan paso a un drama personal con cierta vocación de thriller o un thriller con cierta vocación dramática. Un inicio más Daniel Carparsoro que Tarantino da paso a la parte más consistente de su relato, un típico esquema de cine de cuco, que elimina la parte siniestra de la idea de ‘Brimstone & Treacle’ (1982) o ‘El impostor’ (2012) para convertirlo en una exploración de la identidad de género un tanto básica.

Hay detalles de comedia negra que funcionan, otros supuestamente excéntricos, como el uso de la Macarena en los primeros auxilios (algo absolutamentecomún y asimilado), y otros son representaciones burdas de la masculinidad, siempre sometidos a la exposición de los cuerpos como expresión de las ideas, con momentos tan interesantes –todos los cambios físicos por los que pasa la protagonista–, como sonrojantes, –esa rave de bomberos que invita al perreo como declaración de principios– pero que en ningún momento tienen miedo al ridículo y no acaban tampoco de tener una pretensión didáctica que trate de justificar su existencia en un momento particular.

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‘Titane’ se va encontrando para luego desaparecer, desparrama ideas, hallazgos visuales potentes, muchos relacionados con el fuego, otros con el metal, y finalmente se va acercando a una resolución en la que lo fantástico se reduce a una sugestión de cuento de hadas que la emparenta con el “nuevo extremismo francés” que, como la nueva carne, tiene más de invento de prensa por la actividad de una misma productora durante unos años efímeros que de movimiento verdadero, asemejándose a ciertas estéticas ásperas y duras de ver sin llegar a ser absolutamente desagradables, con promesas en el viento de acercarse a Bustillo y Maury o películas como ‘Baby Blood’ (1992).

El fantástico como reclamo o circunstancia

Y es que, de nuevo, la integración del fantástico es vista casi como algo decorativo, un aliño no tanto asimilado en el mecanismo de la obra sino como parte de un discurso que trata de asociar la mecánica a la transformación del sexo, desubicando demasiado todos esos elementos hasta descarnar un esqueleto más convencional de lo que se está queriendo ver. Y es que ‘Titane’ es tantas cosas y ninguna a la vez que se convierte en un lienzo en blanco para los anhelos de público, crítica y posibles estudiosos.

No hay un desarrollo del personaje más allá de lo que podemos intuir de ella, hay actitudes, pose, sufrimiento, dolor y ternura, pero apenas asideros para que todo lo que transcurre en la pantalla nos llegue importar, somos observadores de relaciones poco convencionales, pero no hay incentivos de guion especialmente brillantes, tan solo recipientes para imágenes bien dirigidas pero sin capacidad de golpear en el estómago, dispersas en una amalgama de mordiscos en los pezones, inyecciones en el culo y abrazos incestuosos que no son provocadores ni tienen que ver con la ciencia ficción y el terror.

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Y es que puede que Julia Ducournau, cuya superior ‘Crudo’ parecía tener una idea mucho más clara de dónde iban dirigidas sus catársis de violencia o musicales, no esté buscando hacer nada más que una película de Julia Ducournau, no una salvadora del cine fantástico ni una nueva era artie para el cine de explotación, tan solo sigue buscándose a sí misma, con buena caligrafía pero muchas ideas sin apuntalar, y puede que comparaciones y exaltaciones, que proyectan búsquedas de griales que no existen, perjudiquen más el rendimiento de ‘Titane’ en la taquilla y la conversación cultural que consagrarla a cualquier precio.