Este domingo 31 de octubre se celebró en Madrid una edición especial de la Muestra Syfy de Cine Fantástico aprovechando la llegada de Halloween y un poco a modo de compensación por no haber podido tener lugar una edición normal. En ella puede ver cuatro películas, pero dos de ellas, ‘Beyond the Infinite Two Minutes’ y ‘Última noche en el Soho’, ya las comentaron Kiko y Víctor en su momento, por lo que he decidido centrarme en ‘The Medium’ y ‘Prisoners of the Ghostland’. Con la primera quedé bastante satisfecho, cosa que no puedo decir de la segunda.

‘The Medium’

Vista en el pasado Festival de Sitges, ‘The Medium’ comienza contándonos el día a día de una chamana tailandesa para luego centrarse en la posibilidad de que alguien de su familia haya sido poseído. Eso lleva a que la película va evolucionando, incidiendo primero en lo más cotidiano y las particularidades culturales del lugar en el que transcurren los hechos para luego ir poco a poco transitando por caminos que seguramente resulte más familiares para los amantes del cine de terror.

¿Quiere decir decir que lo mejor de la película está en su tramo inicial y que al final acaba cansando? En mi caso sucedió justo lo contrario, fue en esa fase más calmada donde a veces me dio la sensación de que ‘The Medium’ estaba dando un poco vueltas sobre lo mismo. No es que llegase a aburrirme, pero sí fue entonces donde se nota que quizá dura más de la cuenta sin ofrecer a cambio una profundización realmente estimulante en lo que plantea.

No obstante, el tema de la posesión va adueñándose de forma progresiva e inexorable del relato escrito por Na Hong-jin (‘The Chaser’) y Banjong Pisanthanakun (‘Shutter’), este último también encargado de la puesta en escena, lo cual deriva en que ese componente documental que tiene la película en lo visual de paso a una mayor presencia de elementos propios del found footage. Usados hasta la saciedad en algunos casos, pero que aquí funcionan con una precisión impecable.

Es además entonces cuando todo lo referido al trabajo de ambientación da pie a una atmósfera cada vez más enrarecida a medida que se acerque el día de procedimiento con el que se va a intentar luchar contra la posesión. Ahí Pisanthanakun sabe jugar muy bien con las situaciones de impacto para llevar al espectador a donde desea, culminando así con una cierre contundente que lleva hasta sus últimas consecuencias lo que había ido sembrando hasta entonces.

‘Prisoners of the Ghostland’

Mis contactos previos con el cine de Sion Sono me hacían no tener demasiadas esperanzas en ‘Prisoners of the Ghostland’, ya que su tendencia al exceso y la falta de lógica puede que de lugar en contadas ocasiones a situaciones potentes visualmente, pero para entonces yo ya suelo haber desconectado de lo que sucede y simplemente me limito a aguantar hasta la aparición de los títulos de crédito finales.

Mi principal motivación aquí era ver cómo podía encajar Nicolas Cage, un actor que me encanta desde los años 90, en la particular forma de entender el cine de Sono, pero a la hora de la verdad ni siquiera él consigue hacer interesante un sinsentido que presta mucha atención al acabado estético, sin que eso suponga que ese apartado tenga lo más mínimo de fascinante.

Si hubiese que definirla de alguna manera más allá de ser al mismo tiempo una película de Sono y también una de Cage, diría que ‘Prisoners of the Ghostland’ es el resultado de mezclar una explotación del universo ‘Mad Max’ con el spaghetti western y un toque de cine de samuráis. Una combinación llamativa que a la hora de la verdad da pie a un espectáculo desesperante y, sobre todo, aburrido, algo imperdonable para una propuesta así.

Por un lado, la historia no fluye, es como si avanzara a trompicones, algo que en cierta medida conecta con ese mundo que presenta, como una realidad aparte en la que sus habitantes se dan por encerrados cine escapatoria posible. Es la llegada del personaje interpretado por Cage, a caballo entre el héroe, el criminal y el dios, la que agita todo, pero Sono se recrea en el sinsentido y lo grotesco hasta que llega el inevitable estallido de violencia final que culmina un disparate solo apto para incondicionales de su director.