El peligro es una constante en los Reinos del Norte y el Imperio de Nilfgaard. A veces se trata de bestias, espectros y todo tipo de fenómenos; y otras de inesperadas traiciones en acomodadas fortalezas. Los brujos se ganan la vida eliminando a los primeros, y los pocos que quedan no confían demasiado en los segundos; lo cual hace que la resolución de la primera temporada de The Witcher sea tan peculiar: Geralt de Rivia, un poderoso brujo cazador de monstruos, toma bajo su protección -y a su pesar- a la princesa Cirilla de Cintra. ¿Y ahora qué?

Netflix es sinónimo de entretenimiento. Y, si bien, su plataforma de video en streaming está presente en prácticamente todas las consolas (salvo Switch, por ahora) también ha logrado llevar a los héroes de éstas a su catálogo. El caso de Geralt de Rivia es singular: nació entre las páginas de los libros de  Andrzej Sapkowski, pero también tiene una enorme presencia en el mundo de los videojuegos. Y eso hace que la serie de The Witcher sea una obra de paso obligado para los apasionados por los RPGs de fantasía.

Y es que el Geralt de Rivia de Henry Cavill no es ni Superman con peluca ni el brujo que conocimos a través de los libros de Andrzej Sapkowski o los videojuegos de CD Projekt RED, y eso no es necesariamente malo. Es una versión hecha a medida del icónico Lobo Blanco y la pieza clave del gran proyecto de fantasía oscura de Netflix en torno a la Saga del brujo. Una nueva versión del crudo universo de The Witcher que queda consolidada y mucho mejor definida en su segunda temporada.

Un proyecto a largo plazo que despegó con los ocho ambiciosos capítulos de la primera temporada y un largometraje animado que nos dejaron a las puertas de acontecimientos mayores. Y, si bien, esta segunda tanda de episodios de The Witcher sabe encauzar todo lo anterior, su verdadero logro es el modo en el que -por fin- éste proyecto encuentra su propio tono, ritmo e identidad; consolidando definitivamente lo que ya podemos definir como el mundo de The Witcher de Netflix.

Un mundo en expansión al borde de la guerra en el que las maldiciones, la conspiración y la inevitable venida del mito de la Cacería salvaje (localizada en la serie como la Persecución Salvaje). Llevan los compases de una trama que, por fin, florece en esta nueva temporada en torno al destino de sus tres engranajes principales: el brujo mutado Geralt de Rivia, la misteriosa princesa Cirilla de Cintra y la maga medio elfa Yennefer de Vengerberg.

Y lo más curioso es que, ya desde el primer episodio de esta segunda temporada, los tres protagonistas de The Witcher -al menos, los de la serie de Netflix- han evolucionado desde aquellos que nos fueron presentados en 2019 para acomodarse los unos a los otros sin renunciar a su forma de ser. Porque si en la primera temporada de The Witcher conocimos a tres figuras fuertes y solitarias, ahora existe una serie de lazos de dependencia directa entre ellos que alinea al conjunto a lo ya visto en las novelas o los videojuegos y que, por cierto, le sienta fenomenal a Geralt, Ciri y Yennefer.

La leoncilla de Cintra, el cazador de monstruos y el destino de los elfos

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Pese a tener los modales de un jabalí -y un olor no mucho mejor-, Geralt de Rivia tiene una compasión muy inusual para ser un brujo dedicado a la caza de monstruos. Precisamente, será esa compasión, y un inesperado pago amparado en la Ley de la Sorpresa, la que le acabará vinculando con el destino de la jovencísima princesa Cirilla de Cintra incluso antes del nacimiento de ésta. Sin embargo, la reunión entre ambos se produjo en circunstancias desoladoras.

Cirilla escapó de Cintra a la desesperada y siendo perseguida por el implacable ejército el Imperio de Nilfgaard. Las últimas palabras de su abuela, la reina Calanthe, fueron que partiese en búsqueda del brujo con la esperanza de que ésta obtuviese su protección. Una serie de casualidades hará que Cirilla encuentre a Geralt tras la resolución de la Batalla de Sodden.   Quizás el hombre conocido como el Carnicero de Blaviken no tuviese muy claro cómo se debe criar a una joven princesa, pero sabía muy bien dónde la leoncilla de Cintra estaría a salvo: en la fortaleza y bastión de su gremio Kaer Morhen.

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La llegada del invierno suele congregar a los brujos en Kaer Morhen, quienes poco a poco llenan sus salas de anécdotas y botellas vacías mientras se reponen de sus heridas, recargan sus pociones y refuerzan su equipamiento. Lo curioso es que, pese a tratarse de una profesión temida y bien remunerada, está se encuentra en plena decadencia, ya que los procesos de mutación para generar nuevos brujos fueron interrumpidos largo tiempo atrás. Aunque solo es necesario un brujo para someter una gran amenaza, cada vez son menos. Quizás por ello, la llegada de Geralt con una hija adoptiva resulta toda una sorpresa. Especialmente para Vesemir, el decano de la orden.

Tras numerosas aventuras por todo el continente, el viejo Vesemir se ha establecido de manera indefinida en Kaer Morhen sirviendo de mentor para la que posiblemente sea la última generación de brujos. Sin embargo, ve algo más que juventud y determinación en la nueva protegida de Geralt, quien no tarda en aclimatarse a su nuevo hogar y emprender un adiestramiento con la espada y en diferentes circuitos diseñados para el entrenamiento de los brujos. Demostrando poco a poco una habilidad insólita.

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Mientras tanto, a mucha distancia de la fortaleza de los brujos, dos magas atadas y dadas por muertas son llevadas ante los elfos. Una de ellas es Yennefer de Vengerberg, quien usando la magia del caos declinó a su favor el resultado de la Batalla de Sodden; la otra maga es Fringilla Vigo quien combatió y resultó vencida en la misma batalla junto al ejército de Nilfgaard. Ambas serán llevadas ante  la hechicera elfa Francesca Findabair y puestas a juicio. Lo que ninguna de ellas sabe es que esa inesperada reunión tendrá grandes consecuencias para todo el continente.

Netflix ensambla definitivamente su universo de The Witcher

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The Witcher, la serie de televisión, arranca su segunda temporada justo dónde la dejó en 2019, aunque ésta usa el primer episodio -con varios tropiezos- para reorganizar los acontecimientos y establecer un muy necesario nexo de mentor y aprendiz entre Geralt y Cirilla. Un vínculo que funciona en pantalla, que cobrará cada vez más peso en el transcurso de los episodios y, en el proceso, supondrá un muy acertado reparto del protagonismo dentro de la gran trama: pese a que la serie se titula The Witcher, en referencia a Geralt, los papeles de Ciri y Yennefer son los otros dos ejes principales sobre los que gira la historia.

A partir de ahí, se puede decir que desde el segundo capítulo se amplía realmente la escala original y comienza realmente la verdadera la serie de acontecimientos que plantea la temporada. Aprovechando, además, para introducir nuevos protagonistas de peso y posicionando las piezas argumentales de manera más organizada. Sin retorcidos giros de guion, aunque con tres o cuatro sorpresas muy bien repartidas para descolocar al espectador cuando toca hacerlo.

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Por otro lado, lo que podemos conocer como el universo de The Witcher de Netflix queda finalmente cimentado, atado y bien hilado en esta segunda temporada en la que se tienden lazos con los acontecimientos inéditos mostrados en La pesadilla del lobo, el largometraje animado de Netflix aprovechando los sucesos no relatados en los libros. Y, si bien, no es estrictamente necesario ver la película del joven Vesemir, lo mostrado en ésta cobra nuevo valor en la nueva tanda de episodios de la serie principal.

A nivel de producción, The Witcher sigue siendo más que un gran proyecto: se trata de una de las mayores apuestas actuales y de futuro de Netflix, y eso se nota en la caracterización de los personajes, el despliegue técnico y visual o la manera de desplegar una historia contada a través de ocho nuevos episodios de aproximadamente una hora de duración, aunque -siendo justos- ninguno de ellos por separado tiene la misma contundencia que puede ofrecer una película producida para la gran pantalla.

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Con todo, el desarrollo de los diferentes capítulos continúa ampliando la visión y el universo presentado en la primera temporada mientras se trasladan a la pequeña pantalla localizaciones muy conocidas por los fans y las temáticas más recurrentes de las novelas y los videojuegos. Repartiendo con acierto guiños por aquí y por allá, aunque siendo consciente de que este universo paralelo y creado a medida para Netflix busca contar una historia propia.

Dicho lo cual, y pese a que veremos conflictos que se tratan de resolver con poca sutileza desde grandes salones, concilios privados, alegres tabernas y algunos de los rincones más malolientes del continente, cada capítulo de esta segunda temporada se guarda al menos dos combates contra monstruos, criaturas o encantamientos en los que se Geralt y otros brujos deberán compaginar el uso de conjuros y armas blancas. Se trata de una serie de fantasía oscura, desde luego, pero, pese a que no hay batallas multitudinarias ni grandes asedios como en la primera temporada, la acción está muy bien repartida a lo largo de estas nuevas ocho horas.

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No todo son aciertos, todo sea dicho. Pese a que ocho horas dan margen para contar con holgura prácticamente cualquier historia, los acontecimientos de los dos últimos episodios son muy apresurados. Quizás, demasiado. Sobre todo, en lo que respecta a un clímax que sirve para introducir en la serie elementos y amenazas que deberán ser fuertes cimientos para todo lo que vendrá después y que nos son presentados y retirados de la pantalla sin que el propio espectador retenga el peso de lo que está sucediendo. Algo que, lógicamente, se le delega a una tercera temporada.

Netflix cierra la segunda temporada con un preludio excepcional para The Witcher 3

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Se puede decir que la serie de The Witcher producida por Netflix transcurre en un universo paralelo al de las novelas y cualquier otra adaptación. Lo cual, irremediablemente, dividirá opiniones. Eso sí, pese a que el formato serial tiene sus propias reglas como medio, desborda la misma ambición de los libros y los videojuegos -en términos televisivos, claro- pero está bastante mejor encauzada de cara al gran público. Lo cual implica, a todos los efectos, tomar grandes licencias con lo bueno y no tan bueno que eso supone.

Dicho lo cual, el Geralt de Rivia que nos deja Cavill en esta segunda temporada está mucho mejor alineado con el que conocimos tanto en los libros y en los videojuegos. Y se nota que tanto el actor británico como el resto del elenco principal están realmente implicados con sus respectivos personajes, el material original y la extensión del proyecto de Netflix a corto, medio y largo plazo. Incluyendo, entre otros proyectos, una nueva serie que servirá de precuela.

Si bien, la primera temporada sirvió para ponernos en contexto a través de una sucesión de historias contadas en paralelo y de manera desorganizada -algo a lo que se hace alusión en la nueva tanda de episodios- la serie de Netflix poco a poco va encauzando a través de la segunda temporada los acontecimientos con tramas y temáticas muy concretas de y alineando a los personajes a sus contrapuntos del resto de adaptaciones. Dejando cabos sueltos que los fans de Sapkowski  no tardarán en reconocer, pero siendo plenamente conscientes de que hay nuevos rincones del mundo de The Witcher a los que se nos llevará más pronto que tarde como parte de la hoja de ruta de Netflix.

Lo cual, casualidad o no, acaba derivando en algo especialmente interesante:  el desenlace de esta nueva temporada deja tanto al fan de la obra de Andrzej Sapkowski como a ese espectador de series que viene de paso en un punto de partida estupendo para comenzar a jugar al videojuego de The Witcher 3: The Wild Hunt.

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Porque el Geralt de Netflix y el de CD Projekt RED tendrán sus similitudes y diferencias, pero hay que reconocer que tras las 15 horas de metraje televisado dan unas ganas terribles de sumergirse de nuevo o por primera vez en el espectacular mundo abierto de fantasía y aventuras. Y que los compases finales del episodio conclusivo casen tan bien con el prólogo del videojuego es una oportunidad de oro para hacerse o abordar ese imprescindible que se juega en todos los sistemas y que muy pronto se acomodará a las consolas de nueva generación.

Sobre todo, cuando el estudio polaco ha prometido incorporar elementos y DLCs gratuitos de la serie al videojuego.

Cada medio ha adaptado la saga del brujo con sus propios recursos y licencias. La visión de Netflix de The Witcher, pese al beneplácito de Sapkowski, es la pieza central del universo que actualmente está tomando forma en la plataforma de video en streaming. Y, pese a ello, con sus aciertos y defectos -que los tiene-, el mayor hito de la segunda temporada es cómo encauza sus acontecimientos para servir de trampolín a las novelas y el mejor videojuego de The Witcher hasta la fecha.