Sin un solo vestigio que lo atestigüe, es más que probable que el transeúnte que pasee por Englewood no se dé cuenta de que una de las parcelas que pueblan las calles del barrio de Chicago fue otrora uno de los lugares más siniestros de la ciudad: el castillo asesino. Un edificio que será centro de la próxima serie que producirá Martin Scorsese.
Estamos hablando de ‘El diablo en la ciudad blanca’, adaptación del libro de Erik Larson que narra la historia de un arquitecto y un asesino en serie cuyos destinos se entrelazan en esta Feria Mundial de la ciudad del Viento. Un proyecto que cuenta con Scorsese y Leonardo DiCaprio como productores y Keanu Reeves en conversaciones para protagonizarlo.
Pero vayamos al origen: qué hay de verdad y qué de leyenda en la historia de este tétrico edificio y del que recientemente se ha considerado como el primer caso documentado de un asesino en serie en Estados Unidos.
Una feria mundial y un asesino en serie
Para ello viajamos a la Feria Mundial de Chicago en 1893, una oportunidad de oro para la ciudad del viento para mostrarse como una urbe modernizada, próspera y completamente recuperada de un atroz incendio que destruyó gran parte del lugar décadas después.
En este contexto, la ciudad creció y se construyeron numerosos edificios nuevos y se ampliaron otros tantos. Un caldo de cultivo idóneo para que un carismático estafador llamado H. H. Holmes (aparentemente homenaje al detective de Arthur Conan Doyle) tuviese una trampa mortal de varios pisos.
Conocido anteriormente como Herman Webster Mudgett, Holmes nació en New Hampshire en 1861. Con veinticinco años abandonaría a su mujer e hijos para comenzar una nueva vida (pseudónimo incluido) en la floreciente Chicago trabajando en una farmacia cerca del lugar elegido para acoger la Feria Mundial.
A mediados de la década de los 80 y con una financiación irregular (según se dice entre estafas y bancos no muy honestos) comenzó la construcción de un edificio, que constaría de una primera planta con tiendas y una segunda de apartamentos.
Ya en vísperas de la Feria Mundial, Holmes ampliaría el edificio con una planta adicional a modo de hotel para los turistas que llegasen a la ciudad. Sin embargo, según los informes de la época, ese tercer piso nunca llegó a terminarse. Sea como sea, la empresa no duró mucho y el edificio empezó a levantar sospechas… pero casi más por los impagos y las estafas a los proveedores que por los motivos truculentos posteriores.
Holmes huiría de Chicago en octubre de 1893 y sería detenido en Boston acusado del asesinato de su socio y los hijos de este. Y aquí es donde la realidad comienza a mezclarse con la ficción, pintando al estafador y asesino como un verdadero monstruo.
El edificio de la muerte
Según los tabloides de la época, el «Castillo asesino» tenía habitaciones insonorizadas, pasadizos secretos, laberínticos pasillos y escaleras falsas, trampillas que arrojaban a las víctimas a un sótano —que contaba con tanques de ácido, pozos de cal viva y un crematorio propio— y un largo etcétera.
Un edificio diseñado para desorientar a inocentes, matarles y ocultar sus cadáveres. O al menos esa es la narrativa de la prensa, empeñada en enlazar las desapariciones ocurridas durante ese año a la existencia del castillo asesino.
Por aquel entonces se hablaba de cómo Holmes seducía a jóvenes mujeres que se metían de lleno en este edificio. Sin embargo, hay bastante más mito que realidad, alimentado en parte por la prensa y por otro lado por el mismo Holmes, que confesó que había asesinado a unas doscientas personas.
Una cifra poco creíble y, de hecho, algunas de las víctimas estaban vivas en el momento de la confesión. Finalmente las autoridades lograron atribuirle y acusarle formalmente del asesinato de nueve personas, ninguna de ellas en el castillo asesino. Fue ejecutado (ahorcado) en 1896 poniendo fin a la vida de un perturbado que escribiría cosas como esta:
«Nací con el diablo en mí. No pude evitar el hecho de que era un asesino, no tanto como el poeta encuentra la inspiración para cantar. Nací con el Malvado siendo mi padrino al lado de la cama donde fui traído al mundo y ha estado conmigo desde entonces.»
Mientras Holmes sufría condena, el infame edificio sufriría un incendio en 1895. Cinco años después sería demolido, poniendo fin a su historia pero no a la leyenda.