Reeves parece feliz. Cada idea sobre el personaje, cada pregunta, lo entusiasma: el ahora director de Batman parece haber logrado otra vez el milagro. Así como antes lo hizo con El planeta de los simios, Reeves reescribió un relato pop con su tono y con sus ideas. Su film es celebrado en todo el mundo. Reeves le dice  en exclusiva a PERFIL: “Es un proceso que yo nunca imaginé. De repente confiaron este evento en mí y me encontré en una de las situaciones más extrañas de la vida. ¿Cómo se cuenta Batman de nuevo? ¿Cómo se reinventa algo a lo que todos los seres humanos están aferrados de una forma u otra? Nadie descubre a Batman, todos tienen su idea al respecto, sea positiva o no. Cuando ese material, tan maleable, está en tu manos, ahí te das cuenta del peso de los mitos modernos. Te juro pensé que estaba listo, y si bien lo hicimos, siempre es impresionante ver a Batman en tu set. Es muy extraña la forma en que vive un personaje tan grande en tantos planos al mismo tiempo: la realidad, el detrás de escena, en el mundo y muchos otros lugares que ocupa”.  

—Si bien siempre quisiste hacer un Batman realista, hay una noción que define un poco al personaje: nace como contraposición a Superman, nace para ser cool y canchero, nocturno y humano. Pero, como te dije, sobre todo cool ¿cómo lidiabas con ese aspecto en el tratamiento que querías hacer del personaje?

—De alguna forma siempre pensé que esa faceta se cuidaba a sí misma, que nadie ni nada puede contra ella. Batman es cool. El traje es cool. Todo ese universo es cool y posible de mutaciones. Eso funcionó siempre de forma hiperactiva en Batman. “Mira cuán cool es este tipo”, y ahí aparece lo humano. Es menos que una fórmula: Batman es cool porque alguien dijo que sería un humano que hace cosas imposibles, en traje de murciélago y a la noche. Su súper poder es su obsesión, su carácter obsesivo. Cuando uno se pone a jugar con eso, uno quiere que sea realista. Yo quería eso, pero también quería un Batman que pisará con ambos pies, como nunca antes, en eso de “el mejor detective del mundo”. Quería una película de detectives. Pero nunca desactive lo cool, entendí a mi manera que lo bueno era mostrarlo roto. No después de algo, si no roto desde el principio; roto porque esa es la forma en que esta cuando se pone el traje. Obsesionado con lo que le pasó, cree hace justicia pero no entiende que su autodestrucción viene de un lugar que cree legítimo. Es casi una estrella de rock, de esas que ves siendo extremos en su vida. Esa era mi pregunta: ¿qué pasa si lo trato más como un descendiente de la realeza que perdió a su familia? Descartar la aristocracia y mostrar que su adicción es ser Batman. Y ahí aparece la conexión con Kurt Cobain y por eso Something in the Way sonaba sin cesar cuando la escribía. Batman se pone en ese estado para ser una amenaza, ese modo donde nada le importa de lo que haya delante suyo. Es un juego entre la psicología del personaje, su ícono, el cine y eso cool, que aparece aunque no quieras. No podes escapar de eso: es parte del poder de Batman. 

—¿Es la historia de un niño roto entonces?

—Sin dudas. Yo quería que la gente sintiera pena por Batman, al mismo tiempo que chocara los cinco por la paliza que le daba a alguien. Me gusta esa faceta de entenderlo como miembro de la realeza, y todo lo que eso implica, bueno y malo. No quería hacer el orígen otra vez. Podía mostrar más esa vida, entender la telaraña en que vive: quiere golpear a los criminales, y él cree que es altruismo cuando es en realidad locura. Nadie lo entiende: el mundo piensa, “ok, quedó huérfano, pero tiene todo ese dinero y demás”, y él nunca superó esas muertes, no puede salir de ese momento. Su droga es ser Batman. No es una elección. No se da cuenta de cuán cerca esta siempre de cruzar la línea que defiende. 

—¿Cómo plantaste la Ciudad? Es decir, Gótica es crucial hace años: es una construcción casi épica que dice mucho de la película que debe diseñarla.

—Quería poner a Batman en una historia de investigación donde se viera más ese lado del personaje. Eso acercaba mi universo a las primeras historias del personaje, aquellas de Bob Kane y Bill Finger que eran noir porque eran una reacción al diurno y superpoderoso Superman. Eso se da justo cuando el noir está creciendo, evolucionando. Esa idea de hacer el bien en un mundo que siempre va a ser corrupto se generaba para siempre. Quería que esa sensación fuera crucial: la ciudad donde siempre el mal existe, donde la corrupción no tiene freno. No un caos, sino una ciudad del noir, de la desilusión, de lo nocturno y peligroso. Pensé también en Chinatown, por ejemplo, y su vínculo con Los Angeles. Lo que me puse como meta era que Batman también descubriera la corrupción que incluso él ignora. Que hubiera sorpresa para Batman, que la ley y el orden no fueran tales, incluso como él los percibia. Eso implica volver a la ciudad como lugar a recorrer, a redescubrir. Una ciudad épica pero dañada, que incluso le esconde su verdadera naturaleza a quien cree que la protege como nadie.  

—Se han citado muchas obras como “Ego”, de Darwyn Cooke, o “Año Uno”, de Frank Miller; todas piezas nacidas en el cómic. ¿Cuál es tu vínculo original con ese Batman en el papel? ¿O con Batman de por sí?

—Lo descubrí gracias a Adam West, y los cómics de esa era. Después vino Neal Adams. Antes de comenzar a escribir, quería leer lo más posible, quería meterme de cabeza en ese mundo y esa psicología. Leí y leí, y de repente, me encontré con algo que se sintió una especie de revolución, como un verdadero paso adelante que sentaba una base en lo que yo quería hacer: el tono de Frank Miller y David Mazzuchelli en la historieta Año Uno, tan cinematográfico, tan fácil de imaginar cómo un tono en una pantalla, una forma que disimula de manera simple algo muy complejo como anclar estos personajes a una realidad por fuera del ícono. La forma en la que tratan con Gordon, como alguien noble pero con falencias. Todo me abrió un mundo. Cuando vi en ese cómic, la practicidad de resolver que todos saben quien es Bruce Wayne, y como anda oculto en el mundo un poco disfrazado de Travis, de Taxi Driver. El punto del traje de Batman es querer inspirar terror. Ese cómic entendió al personaje como ningún otro. Entiendo que su mayor pelea, como lo hace el cómic Ego, es consigo mismo. Y después apareció The Long Halloween, un misterio como pocos en el mundo de Batman que encima te regala el punto de partida del Halloween y la idea de los asesinatos.

Las influencias del papel

—Al ser “un largo más” de Batman, y ver a la cartelera de cine dependiendo de personajes nacidos en el cómic ¿te da miedo la reticencia a la película por quienes quizás tienen un vínculo más cinéfilo con la pantalla?

—Tantos rumores locos se suceden, pero tantos, que tuve que bloquearme. Necesitaba encerrarme, que nadie supiera que esperar de esto. Sentí que eso era lo que debía hacer una historieta de Batman. Ojalá entienda que es una película de Batman hecha desde el amor, una película que busca jugar con la textura y con el universo del personaje como ninguna en la historia del cine. Digo, es simple verlo como un fenómeno que está de pasada, como una moda. Pero los superhéroes, gusten o no, definen una forma del relato americano, de su forma de vivir el mundo. Entonces, si bien todas las formas de contar deberían tener una posibilidad de existir, es un poco miope creer que hay poco y nada ahí simplemente porque te enamoran más los westerns. No estoy creando uan comparación. Digo, el cine hoy es lo que es, y antes era lo que era. Quizás algunos prefieren ignorar que son nostálgicos y endilgarle eso a otros. No veo nada de malo con eso. Tampoco con el enojo. Pero creo que una película como Batman no se hubiera hecho en otro momento de la historia del cine y poder ser quien la lleva a cabo es algo que me pone muy feliz. Me siento muy orgulloso del trabajo que creamos todos juntos.

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