Robert Eggers es uno de los directores más interesantes el cine de género actual. El estadounidense se despachó en 2015 con la gran ópera prima La bruja, un refinado filme de terror con bases en el folk horror y las historias de brujas y luego nos entregó El faro, una película que empezó a tomar un viraje más alejado del terror pero que se sostiene en una profundidad psicológica asfixiante. Luego de estas dos celebradas películas, el público más cinéfilo y caro al cine de género esperaba con ansias la llegada de El hombre del norte (The Northman), una película que fue promocionada como la película definitivo de vikingos. Además, desde casi un año antes de su lanzamiento se conoció el tupido elenco que integraría el filme y las expectativas se elevaron con el paso del tiempo.
Semanas atrás llegó finalmente El hombre del norte a los cines y atrajo tanto al público seguidor de Eggers como a los espectadores adeptos al cine de entretenimiento. El elenco está integrado por Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Claes Bang, Ethan Hawke, Willem Dafoe y una interesante aparición de Björk. Lo cierto es que estamos ante una película de un despliegue magnánimo de recursos cinematográficos y una maestría formal. El filme está basado en la leyenda escandinava de Amleth, la que dio origen a la celebrada obra de William Shakespeare, Hamlet.
Así, cuando el espectador se enfrenta a la obra, reconoce rápidamente el relato, ya sea por la tragedia del inglés o por El rey león: un hombre busca vengar la muerte de su padre, quien fue asesinada por su hermano y se apropió de su reino. De todos modos, el filme de Eggers se permite la subversión de algunos códigos narrativos para entregar varias sorpresas al público, sobre todo el apasionado monólogo de Nicole Kidman que se ubica hacia el final.
El espíritu de cine alternativo está completamente ausente en esta película, en cambio estamos frente a un tanque, pero Eggers se las arregla para dejar su marca de autor en múltiples escenas. Si bien ascendió a un nivel de producción superlativo, el director conserva los yeites de su poética, apelando a escenas impactantes, sosteniendo la cámara en imágenes perturbadoras. Algo que resulta repetitivo en el film son las expresiones de barbarie y las largas escenas de pelea y enfrenamientos. El espíritu sanguinario vikingo es una clave del film que se reitera en el extenso metraje y así pierde efecto a medida que avanza. De todos modos, el director logra un equilibrio entre diálogos, escenas de gran solemnidad mítica y despliegue coreográfico para las batallas.
Otro de los aspectos centrales de esta historia es la venganza. Posiblemente no exista en el cine y la literatura un móvil más fuerte que la sed de venganza y justicia. Aquí es donde Eggers la pone interesante, cuando siembra en su personaje principal la epifanía de que no todo es lo que parece: la idealización que tenía de su padre caerá con fuerza al oír el relato de su madre, al reconocer al resto de su familia y repensar su misión en la vida.
El hombre del norte es una película decididamente esplendorosa en términos técnicos y formales, lo cual por momentos se sobrepone al guión. Demuestra un gran cambio en la filmografía de Eggers, ya que escasean las sutilezas y el espíritu independiente. El despliegue cinematográfico ocupa el lugar central y aunque hablamos de una historia portentosa no se llega a la profundidad psicológica y narrativa de sus filmes anteriores.
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