De niñas, Elena Greco y Raffaella Cerullo se retaron sin saberlo con unas muñecas de trapo que dejaron caer al sótano de un edificio a través de un ventanuco con rejas. Era la primera vez que sentían una fascinación retorcida la una por la otra que les llevaba a sentir la necesidad de explotar sus capacidades y, a la vez, esculpía una dependencia extraña entre las dos que, a pesar de los distintos caminos que recorren los personajes, no se disuelve con el paso de los años.
‘La amiga estupenda‘, el universo que escribió sobre el papel en una serie de cuatro novelas la misteriosa autora Elena Ferrante, estrenó este año su tercera temporada en HBO Max. Una tanda de episodios que marca un nuevo horizonte para las protagonistas y que pone en evidencia la magia de unos personajes complejos y ambiguos que podríamos ser nosotras mismas y nuestras amigas. HBO prepara una cuarta temporada que será la última.
La amiga estupenda 3: las deudas del cuerpo
El libro en el que está basado esta nueva adaptación, ‘Las deudas del cuerpo’, es además el que expone sin tapujos las contradicciones de los personajes y destierra para el lector la idea de que una de las amigas es buena y la otra, mala. La última temporada de ‘La amiga estupenda’ continúa con la historia de Lenù (Margherita Mazzucco) y Lila (Gaia Girace) en un punto de inflexión muy marcado con el que cerró la segunda entrega.
Mientras que Lila, la amiga que tuvo que dejar el colegio antes y se pasó a emprender con sus diseños de zapatos en el negocio familiar, se pierde en la fábrica de embutidos en la que trabaja por cuatro duros y llega incluso a enfermar; Elena arranca la temporada celebrando la buena acogida de su primera novela —a pesar de su síndrome de impostora—, a punto de casarse y de iniciar una nueva vida lejos de la pobreza y los chanchullos de Nápoles, con la impresión de que los estudios le van a permitir por fin refinar del todo su inteligencia y empezar de cero sin el lastre de su herencia napolitana.
Pero a pesar de tener vidas muy distintas, Lenù y Lila no consiguen romper el hilo invisible que las condiciona y ancla al pasado, provocando que haya una simbiosis entre los personajes con continuos intercambios de papeles.
Lo que desvela la tercera temporada de ‘La amiga estupenda’ es que no hay polaridad entre ellas y que esa relación extraña —no es la típica de dos amigas que se quieren hasta la médula, se comprenden y se ven como personas puras, sino que es más bien una relación amor/odio— está condicionada por el hecho de guardarse pensamientos, anhelos y actos secretos, lo que hace que en muchos momentos ‘La amiga estupenda’ revele a sus personajes como unas completas desconocidas. Con vínculo emocional, eso sí.
En las dos temporadas previas, la serie de HBO había jugado con lo escrito previamente en la saga por Elena Ferrante, la también autora del relato en el que se basa la película ‘La hija oscura‘, para separar a las dos amigas, Lila y Lenù, en dos arquetipos opuestos de forma estereotipada: por un lado, una joven avispada y con cierta malicia que suele revolver toda la realidad para luego desentenderse y que lo solucionen otros, personaje al que habría interpretado en cierta medida Lila; y del otro lado, una mujer cauta que pisa sobre seguro y busca brillar, aun teniendo siempre sobre su conciencia el que no es suficiente y se ve supeditada por la sombra del intelecto de su mejor amiga.
Esta descripción encajaría con el camino recorrido por Elena Greco, a la que incluso suelta en un capítulo su marido, Pietro, que Lila «la detesta». Algo cierto, por otra parte, que se da en cierta medida como sentimiento implacable hacia la otra y como máquina destructiva para una misma. Esta temporada deja claro que ambas amigas se detestan entre ellas y se odian a sí mismas por no poder desligarse de sus contradicciones y del barrio, pero no dejan de necesitarse.
Así, la serie, a la par que abraza un discurso político para dejar paso a la entrada del movimiento obrero, la conciencia de clase o las movilizaciones feministas en la sociedad italiana de los años 70 que van también a moldear en parte el pensamiento de los personajes, refleja claramente que las protagonistas no se pueden categorizar en buenas y malas.
Es más, se acercan más bien a un concepto de «mujeres corruptas» y egoístas, como el resto de las personas, que son incapaces de perseguir del todo esos modelos que tienen idealizados y que asocian a la otra. Mientras Lila dice a Lenù que «espera grandes cosas de ella» porque si no lo logra, de qué le servirá a ella; Lenù se sorprende al ver que su amiga, que viene de separarse, renunciar a trabajar en la fábrica de embutidos y desterrarse al barrio, vuelva a someterse a las reglas de la madriguera de los caciques de la comunidad al aceptar un trabajo de la mano de los que siempre ha señalado como bestias, los hermanos Solara.
Las amigas tampoco toman buenas decisiones
Otra de las grandes revelaciones que hace la temporada 3 de ‘La amiga estupenda’ pasa por desmontar lo que se creía conocido al tomar distancia la narración por seguir pegados al punto de vista de Elena Greco, que ahora vive en Florencia y se ha olvidado un tanto del ecosistema particular que sigue dándose en el barrio que le vio nacer.
Al toparse de nuevo con una cara conocida del barrio, Pasqueale Peluso, al que en el comienzo de la temporada se puede ver buscando a Lenù para ayudar a Lila, se pone de manifiesto cómo el mundo ha girado de forma distinta para ambos personajes, sin que tenga ya ningún sentido el que estén juntos en la misma habitación por los prejuicios que tienen el uno del otro. Han dejado de conocerse y ya se ven como enemigos.
Misma ignorancia y pesar que inunda a Elena cuando se da cuenta de que su hermana pequeña, Elisa, ha tomado el camino que nunca le hubiese gustado que emprendiera, a pesar de que su hermana haya tenido su hermana para llegar hasta ese punto.
Las relaciones tóxicas sientan las bases del universo de ‘La amiga estupenda’ y no tienen por qué mejorar si se prospera económicamente y se pasa a formar parte de una clase media pudiente. De hecho, Lenù se ve atrapada por su propio logro social al establecerse con Pietro Airota y formar una familia.
Un intelectual que no se ha visto condicionado por la pobreza del barrio acaba arrinconando el talento de Elena Greco al ver más importante su trabajo como profesor en la universidad que la tarea de escribir de su mujer, por lo que el hombre que debería ser un aliado por tener mucha teoría política en la cabeza acaba supeditando a Greco al papel de mujer cuidadora como madre y ama de casa, sin espacio vital para dejar volar su imaginación y ponerse a escribir. Al revés pasa, por ejemplo, con Enzo y Lila, que a pesar de estar en el barrio, con el agujero negro que podría suponer, y no tener una relación romántica del todo normativa, consiguen complementarse para alimentarse el uno al otro.
Nino Sarratore es la tercera pata que hace cojear, en distintos momentos de sus vidas, la existencia de estas amigas y sus aspiraciones de ser algo no «mal hecho» y que cumpla con los estandartes de moralidad y ejemplaridad que espera de ellas una sociedad como la del barrio, que a pequeña escala se mueve como un ente vigilante de todo y todos, para enterarse de lo que se cuece entre las calles y etiquetar a cada persona que vive en ellas. Se trata de un personaje que ha arrastrado a lo «oscuro» a cada una de ellas desde su propio egoísmo.
Sin embargo, a fin de cuentas, las protagonistas de ‘La amiga estupenda’ lo que persiguen todo el rato, con la mochila emocional a cuestas de la otra, es poder deshacerse de lo que deberían ser, así como de los juicios de la otra. Ahí se cuelan, también, las ensoñaciones que tiene Lenù con Lila, que se reflejan por ejemplo en aquellas escenas de la serie en las que se ve a su amiga criticando su novela como algo algo zafio e insuficiente.
Pero a pesar de los fantasmas, todo llega y hay un momento en el que, por fin, se puede parar para reconocerse en el espejo y vivir de forma consciente, a pesar de haber tomado malas decisiones y no ser perfecta.