Si nos detenemos a pensar durante dos segundos en qué nos sugiere el término “baile de tango escénico”, la imagen que aparezca será probablemente ésta: un bailarín vestido con traje impecable-moda años ’40- que revolea por el aire, no sin pasión, a una bailarina ceñida en un vestido con un profundo tajo lateral y brillos deslumbrantes.
Sin embargo, aunque la imagen evocada en el párrafo anterior sea la más insistente, este género -que empezó a cobrar forma con los primeros espectáculos de tango de la década de 1930- fue cambiando con el paso del tiempo. Y no sólo cambiando sino también rompiendo los modelos anteriores.
El flamante estreno de Noestango –un espectáculo creado colectivamente por Milagros Rolandelli, Lisandro Eberle y Ollantay Rojas- nos da la oportunidad de repasar ciertos rasgos y ciertos hitos de este género tan peculiar que es el baile de tango escénico y que Noestango, de alguna manera, viene a poner en cuestión. Ya volveremos a él.
El propio Ollantay Rojas, en una entrevista previa al estreno, destacó dos fechas que enmarcan el apogeo y el ocaso, según él, del tango-escénico. Por un lado, noviembre de 1983 con el estreno en un teatro parisino de la revista musical Tango Argentino de Claudio Segovia y Héctor Orezzoli. Por el otro, la muerte del famoso bailarín y coreógrafo Juan Carlos Copes en enero de 2021.
La audacia de Juan Carlos Copes
Juan Carlos Copes y Maria Nieves.
Juan Carlos Copes fue, desde su juventud, un férreo milonguero que frecuentaba los salones de baile de los barrios del norte de la ciudad de Buenos Aires en su época de oro. Ese fue el ambiente que lo nutrió: el del tango como baile de salón, que luego llevaría al escenario con una elaboración coreográfica que no existía hasta ese momento.
En 1955, con sólo 24 años y la audacia un poco inconsciente del perfecto desconocido, propuso y convenció a uno de los más poderosos empresarios teatrales de la época, Carlos A. Petit, de montar un espectáculo de tango imaginado por él a partir de una idea argumental.
Así, con este paso inaugural, Copes comenzó un camino largo y exitoso, muy influido por la comedia musical de Hollywood, aunque con el lenguaje del tango, por supuesto; y más marcado aún por la figura de su admirado Gene Kelly.
La carrera de Copes, siempre al lado de su compañera María Nieves, cobró un gran vuelo internacional en Estados Unidos y más particularmente en Nueva York, adonde la pareja volvería en 1985 con Tango Argentino. Claudio Segovia los había contratado como bailarines y a Copes además como coreógrafo.
El boom “Tango argentino”
Tango argentino, el fenómeno de Broadway de los años ’90.
Para dar una idea de lo que significó este espectáculo en Nueva York –y que ya había triunfado demoledoramente en Europa- basta decir que la producción se vendió a un teatro de Broadway por 300 mil dólares, un monto insignificante si se considera que Tango Argentino recaudó esa suma por semana desde el momento del estreno.
Segovia y Orellano le dieron un sesgo muy distinto al género del tango-escénico: nada, o prácticamente nada de argumento; un escenario totalmente despojado; cada pareja con una personalidad diferente y una refinada pero sobria exquisitez en el vestuario.
Todos estos bailarines –la edad promedio superaba los 50 años y uno de ellos, Virulazo, se encontraba en la condición clínica de obeso- venían de un origen popular y milonguero. Segovia encontró el término perfecto para describir al elenco y al espectáculo: “reo-chic”.
El camino de Plebs y Zotto
Miguel Angel Zotto y Milena Plebs en la puerta del teatro City Center, en Nueva York. Foto: Adriana Groisman.
La pareja más joven de Tango Argentino, Milena Plebs y Miguel Angel Zotto, que se habían sumado precisamente al elenco en Broadway, lo abandonaron después de un tiempo para buscar un camino personal. En 1988 crearon su propio espectáculo, montado exclusivamente con ellos dos y que los obligaba a vertiginosos cambios de vestuario, diseñado por Renata Schussheim.
En el formato ya clásico de revista, recrearon el repertorio de estilos de música y baile desde los tiempos del Cachafaz. Antonio Todaro, un ex albañil devenido en un reconocido maestro de tango, y Pepito Avellanada, gran aficionado experto en el ritmo de milonga, formaron a Zotto y Plebs en el auténtico baile de salón; este fue el más importante material de sus creaciones, muy ajeno a las destrezas erótico-acrobáticas que tanto se impusieron en espectáculos posteriores de otras compañías.
Plebs y Zotto conservaron la pureza de los orígenes del género y tuvieron un gran éxito internacional. El punto más alto de su producción fue la extraordinaria Una noche de tango, estrenada en 1996 y que poco después fue invitada a la prestigiosa Bienal de Danza de Lyon, en Francia.
El planteo de “Noestango”
Noestango. Foto gentileza Ale Carmona.
Volvamos ahora a la fresquísima Noestango y a su relación con las corrientes que la precedieron. Por lo pronto, los tres creadores escribieron una suerte de manifiesto:
“No usaremos zapatos de tacos, ni gomina, ni ropa de los años 40; no revolearemos a las mujeres como trapos de piso; no buscaremos el aplauso al final de cada tema; no romperemos la ‘cuarta pared’ para complacer al público; no haremos homenajes a glorias pasadas. Todo lo anterior tendrá una excepción si aparece como una problemática”.
Así, el desarrollo de Noestango se propone, en gran medida, como una exposición de diferentes problemáticas en las sucesivas escenas: la mujer “lleva” al hombre en el baile y no a la inversa como establece la tradición; el típico abrazo del tango se presenta como un acto violento; la mujer manipula o es manipulada; dos varones se entrelazan en una unión estrecha, en la que es difícil discernir los límites entre uno y otro.
Noestango. Foto gentileza Ale Carmona.
Con cinco excelentes músicos del Quinteto Revolucionario en vivo y cinco no menos excelentes bailarines –Milagros Rolandelli, Lisandro Eberle, David Palo, Marcela Vespasiano y Nicolás Minoliti- Noestango se coloca mucho más en el terreno de la investigación y la experimentación que en la de la elaboración coreográfica.
Pero lo que no puede, y quizás no quiere, es prescindir del vocabulario del baile de tango: sus formas, sus pasos y su lenguaje tan característicos atraviesan la obra de principio a fin, aunque casi totalmente despojados de connotaciones sentimentales o emocionales.
INFO: Martes de agosto y primer martes de septiembre a las 20 en El Galpón de Guevara, Guevara 326
MFB