‘Sálvame’ no empezó siendo el monstruo en el que se ha convertido. De verdad. Cuando se estrenó el 19 de marzo de 2009 solo era un simple debate de ‘Supervivientes’ contado con bastante mala leche y humor, al estilo de los programas de la prensa rosa de aquella época. Al fin y al cabo, nació al albor de ‘Aquí hay tomate’, que, siendo un magazine de corazón, tenía una ironía desenfrenada que en aquel entonces era habitual en Telecinco: más mamarracheo que información. Pero las cosas han cambiado, y el tiempo lo ha convertido en un gigantesco ecosistema terrorífico al que ya le ha llegado su hora.

Ven nadando a mí

Telecinco siempre ha sido considerada telebasura. Cuando empezó, las Mama Chicho y el striptease obligatorio. Después, Pepe Navarro y el Missisippi. Un tiempo después, los primeros reality shows. Finalmente, los programas del corazón. Pero lo que antes considerábamos “telebasura” ha quedado totalmente aguado por lo que la cadena ha perpetrado durante la última década, volando por los aires cualquier autoimpuesto límite moral. Al lado de ‘Sálvame’, ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ es arte y ensayo.

En solo diez años, Telecinco ha creado un ecosistema basado en ‘Sálvame’ que gira exclusivamente en torno a él. Quitando los informativos, el resto de la programación de la cadena vive para retroalimentarse entre sí, en un ciclo continuo que no hace tanto enganchaba al espectador y le obligaba a pegarse a la televisión día tras día para ver giros, personajes sorpresa, debates sobre nimiedades, amores y desamores: el universo Mediaset acabó teniendo tramas tan complejas que han durado años a base de giros presentados en directo de manera tan machacona como efectiva.

Salvame Belen Esteban

Entre amantes, ex parejas, concursantes de reality y famosetes de segunda, el espectador medio de la cadena tiene controlado a un número ingente de personajes cuyos giros de guion tienen lugar no en una serie o un ambiente controlado, sino en la pura selva: un plató en directo obligado a dar contenido durante cinco horas sin parar. No es fácil hacer ‘Sálvame’, aunque parezca que sí, y no estoy aquí para negarle su mérito: durante años, antes de acomodarse, fue pura televisión. Pero en este mundillo todo va por olas, como en la vida, y la de Mediaset hace tiempo que es espuma. Solo que no quieren aceptarlo porque tras el final solo queda la incertidumbre.

El castillo de naipes

El final tardío de ‘Sálvame’ supone el colofón de una manera de hacer televisión en la que Telecinco se ha amodorrado, creyendo que el piloto automático funcionaría bien para siempre. Pero lejos quedan ya los tiempos de gloria en los que abrazaban casi los dos millones de espectadores diarios: ahora, el programa se conforma con las migajas que le deja Antena 3, cada vez más consciente de que su llama se apaga, sus famosos ya no interesan y sus realities no dan conversación.

Tartazo Patino

La pandemia ha cambiado muchas cosas y ha propiciado debates internos, posiblemente involuntarios, sobre nuestro propio ocio y el entretenimiento que consumimos, y cómo este nos llena más o menos. Y en unos tiempos donde necesitábamos mamarracheo, diversión y humor, ‘Sálvame’ se reveló como un producto vacío. Durante el confinamiento, no fueron pocos los que vieron al rey desnudo y la verdadera cara del Mago de Oz: más allá de los memes y la eterna compañía, esto ya no era divertido.

Influye, por supuesto, que la calidad de los famosos Mediaset ha caído en picado: cuando no eran conscientes de estar “creando tramas” para que se hablara de ellos, los bombazos parecían más reales, las infidelidades más catastróficas y las entrevistas en el ‘Deluxe’ eran una fuente de información y contenido para todo el mes siguiente.

Salvame Inicio

Pero los famosos que no son colaboradores fijos del formato se han ido apartando de él gradualmente, y el programa vespertino tiene que apoyarse en viceversos, amantes de exes de famosos de segunda y celebrities extranjeras. La rueda que antes giraba con fluidez se ha encallado como cuando en la última temporada de una serie cambian a todos los secundarios y mudan al protagonista a otro lugar con la esperanza de sorprender al espectador. Solo que este no es tonto y es consciente de que le queda muy, muy poco y le están insuflando vida artificialmente.

Bueno, ¿y ahora qué?

Con Paolo Vasile fuera de la ecuación, Telecinco tiene que plantearse de nuevo su propio ADN: por mucho que agolpe realities (‘Pesadilla en el paraíso’, ‘Secret Story’, ‘Supervivientes’), ni tan siquiera ‘La isla de las tentaciones’ ha funcionado lo suficiente como para darles un respiro, y su retorno a las telenovelas ha fracasado con ‘Pasión de gavilanes 2’ y ‘Café con aroma de mujer’.

Ahora llega un periodo de reflexión, pruebas e ideas que diseñará el futuro de una cadena que estaba convencida de que reinaría por siempre repitiendo una y otra vez el mismo ciclo de formatos. Consciente de que ‘Sálvame’ ya no funciona, pero resistiéndose a dejar marchar el formato del todo porque no tiene nada con lo que sustituirlo, Telecinco va a intentar rodar una serie diaria, un concurso con Christian Gálvez, el retorno de ‘Sálvame Mediafest’… En la lucha por una audiencia cada vez más pírrica, la cadena de Fuencarral se ha olvidado de lo que la convirtió en líder de audiencia: hacer televisión mamarracha en estado puro.

Por más que pretendan que nos tomemos en serio un debate sobre la última pareja del ex de Anabel Pantoja que conoció en la granja de ‘Pesadilla en el paraíso’, lo cierto es que al perder el mamarracheo y el humor naïf más o menos involuntario, Telecinco ha perdido gran parte de su seña de identidad. Por eso ‘Sálvame Mediafest’ funciona y ‘Sálvame’ no, porque recupera algo perdido entre últimas horas, gritos, dimes, diretes, realities y meriendas: divertirse desde dentro para divertir a los de fuera.

La desaparición de ‘Sálvame’ es lo que, paradójicamente, puede salvar a Telecinco de un futuro muy negro: obcecarse en repetir lo que la audiencia ya no quiere ver, con caras demasiado reconocibles y tramas que siempre suenan a ya vistas no tiene sentido. Saltar al vacío da miedo, pero quedarse en tierra, ahora mismo, es más peligroso. Nadie sabe lo que espera en el futuro de la antigua “cadena amiga”, pero no puede ser peor que un ecosistema ajado y repetitivo que ha pasado de enganchar a base de ser rompedor a convertirse en una lacra aburrida. Que esta agonía termine es, sin duda, lo mejor que le puede pasar a Telecinco como cadena y a nosotros como espectadores. Si es que, después de la debacle, aún queda alguno.