En medio de una crisis, con un ritmo acelerado de vida que supone un desafío constante ante demandas laborales y familiares, el estrés aparece dentro de ese estilo de vida y trae consigo diversas consecuencias para nuestra salud. Si bien el ser humano dispone de mecanismos para hacerle frente, el impacto del estrés dependerá de la percepción de cada uno.
Para empezar, cuando se nos presenta una situación que se escapa de control se produce un aumento de las hormonas del estrés, es decir el cortisol, que sirve para regular numerosas funciones. Sin embargo, cuando se rompe ese equilibrio, puede alterar numerosos genes que afectan al sistema inmune y a procesos tan importantes como la neuroplasticidad.
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a nuevas experiencias, es por ella que las personas se adaptan y aprenden de las nuevas situaciones. Entonces, lo malo del estrés es que actúa disminuyendo la neuroplasticidad por tanto afecta como se encaran los problemas.
Además, cuando las personas se estresan el organismo reacciona de la misma manera que si se tratara de un proceso infeccioso. Es decir, que moviliza las células que combaten una infección aunque no exista.
Se sabe que el estrés puede producir problemas cardíacos, digestivos, inmunológicos y hasta afectar al cerebro. Los cambios en el cerebro pueden ser responsables de diversos trastornos neuropsiquiátricos, ansiedad o la depresión.
Además, si pasas por esta situación estarás más cansado, sin energía, sin ganas de hacer nada. Además la exposición al estrés modifica el comienzo y el curso de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, que entre otras se relaciones con alteraciones inflamatorias y plasticidad nerviosa.
Especialistas recomiendan hacer ejercicio físico, una alimentación equilibrada, los apoyos sociales y la meditación. Son estrategias que pueden ayudar a reducir los efectos.