Después del estreno en 2021 cuando los teatros aún tenían aforo reducido y después de giras por numerosas ciudades de la Argentina, Dos locas de remate volvió a los escenarios de Buenos Aires. La obra tiene lugar en el Teatro Astral desde el 6 de enero. La química que lograron juntas Soledad Silveyra y Verónica Llinás en esta pieza constituye un evento en sí mismo, que se suma al ágil texto de Ramón Paso, dirigido por Manuel González Gil. Estas dos actrices de gran trayectoria y estilos disímiles se unen para una obra donde el humor no oculta sino que expone las debilidades humanas al interior de los vínculos familiares, en este caso, de dos hermanas.
—¿Qué les significa hacer temporada de verano en Buenos Aires? ¿Cómo encaran ese modo de hacer y vivir el teatro?
Soledad Silveyra: Estamos acostumbradas. El verano pasado hicimos Mar del Plata y Buenos Aires. Hace más de dos meses que no hacemos la obra; tenemos que repasar; en toda esta gira nacional que hicimos fuimos cambiando cosas. Somos de improvisar un poco; a veces incorporamos al público. No sé qué dirá Manuel cuando lo vea, jeje.
Verónica Llinás: En la gira, nos fue muy bien; también, cuando estuvimos en Buenos Aires. Arrancamos justo con la vuelta de la pandemia. Tenemos ganas de que sigan los éxitos. No hay que perder la esperanza, como lo ha demostrado nuestro fabuloso seleccionado.
—¿Cómo es el personaje de cada una de ustedes?
S: Mi personaje es una mujer aparentemente muy débil, a quien le ha ido muy mal en la vida, perdió todo, se quedó en la calle. Muy inteligente no es: es cortita. Tiene una necesidad enorme de que la hermana la cobije. Pero de esa debilidad que tiene, ella consigue que su hermana también se modifique. Nuestra obra es sobre la familia. Si bien trata sobre un vínculo de hermanas, aparece la madre, aparece la hija, aparece la asistente. La gente se para, grita, festeja, es muy emocionante. Yo lloro todas las noches, de emoción, por lo que pasa con la gente.
L: Mi personaje es Julia, es la hermana menor. Es muy exitosa profesionalmente, porque es una violinista que tiene muy buen pasar. Pero tiene una gran cantidad de manías, tocs, tics y prejuicios sociales, raciales, es muy discriminadora, desvaloriza a su hermana, quien se quedó bajo el ala de su madre, cuidándola. Catalina, que es el personaje de Solita, no desarrolló ninguna actividad propia. A mi personaje, que se cree superior, de pronto esta otra la sacude; esas cosas de algún modo la modifican. Es un encuentro dentro de desencuentros.
«La gente se va reflexionando sobre su familia» – Soledad Silveyra
—En esta situación dramática, ¿cómo surge la risa?
S: Lo que genera risa son las barbaridades que hacen. El personaje de Vero tiene muchos tocs; la gente se ríe mucho. Pero es el vínculo lo que genera risa, cómo una joroba a la otra, cómo se pelean. La gente se ríe mucho durante una hora y veinte, pero se va reflexionando sobre su propia familia, porque la obra en el fondo es dura. Recibimos en el Instagram: “me arreglé con mi vieja”, “pude hablar con mi padre”, “hicimos una reunión de hermanos”.
L: En la forma está todo. Nosotras interpretamos con la seriedad, como si estuviéramos haciendo Shakespeare, pero la situación es absurda. Además, es como un compendio de un montón de situaciones en las familias, que se pueden tornar un poco ridículas y por lo tanto hilarantes. Las peleas que tienen estas hermanas escalan a lugares tremendos: creo que la gente se identifica muchísimo
—¿Cómo ha sido el proceso de trabajo de la una con la otra?
S: Nos hemos peleado, nos hemos insultado, hemos hecho cuatro sesiones de análisis. Nos costó muchísimo. Somos dos actrices con mucho carácter y muy diferentes, pero tenemos valores muy similares. Lo importante es dejar el ego de lado, construir para la obra. Eso lo hemos entendido. Es una obra que tiene que ver con la conciencia del otro, con no trabajar solo, sino trabajar con el otro.
L: Con Solita, a pesar de venir de orígenes teatrales muy diferentes, de ser personas muy diferentes, y de haber tenido momentos difíciles también, estamos muy orgullosas de haber podido encontrar la forma de saber qué hacer con nuestras diferencias y de lidiar con ellas y de entender que tenemos que estar las dos juntas.
—¿Tienen rituales para empezar cada función?
L: Yo no hago nada. O sea, no soy de llegar mucho tiempo temprano. Eso me lo recrimino; no lo digo como “soy bárbara”. Soy muy ansiosa. Entonces si tengo que esperar mucho para actuar, me rayo. Tengo que tener un tiempo que no sea tanto, porque si no, me agarra una ansiedad tremenda. Después no soy de precalentar la voz, ni precalentar el cuerpo, soy todo lo que no hay que hacer. Y tengo, sí, algunas cábalas, pero ninguna que diga “esto va a ser un éxito, qué bien que va a andar”. La palabra “éxito” me parece tremenda. Entonces, me toco la teta, toco madera, hago rituales contra-mufa. Antes de entrar en escena con Solita, con Sarita, que es nuestra vestidora, más Juancito, stage manager, nos tocamos las manos, hacemos como una especie de pequeña concentración antes de salir. Si no hay eso, me pongo mal. Sarita nos toca la cola a Solita y a mí, nos da un chirlito en la cola: eso también tiene que suceder siempre.
«Toda la cultura en general es una actividad cara» – Verónica Llinás
—Aunque están haciendo teatro, tienen un vínculo muy intenso con el cine. ¿Cómo han vivido la resolución en torno al Incaa a fin de 2022?
S: Fue una feliz resolución. Era un conflicto que se venía manteniendo. De todas maneras, creo que el Instituto del Cine necesita, como todos los organismos estatales, una buena gestión, o sea, poner gestores, gente que sepa, y dejar el partidismo de lado, que los créditos se den como corresponde a los mejores guiones y no, a los mejores amigos.
L: Fue un alivio. Para mí, hubiera sido muy jodido que eso no se percibiera más. Es muy difícil hacer cine: toda la cultura en general, pero particularmente el cine, es una actividad muy cara. Aunque ahora no existe el fílmico, es una actividad muy cara, y hay poca ayuda, fomento. Se hace muy cuesta arriba para la gente que empieza y también, para la gente que tiene cierto camino hecho. Ahora están copando mucho las plataformas, pero también eso hace entrar en una “modalidad plataforma” que es particular, pero que también es restrictiva. Que el Incaa tenga plata para hacer otro tipo de películas me parece que es muy bueno.
—Verónica, ¿qué repercusiones vas teniendo de tu participación en la serie El fin del amor?
L: La serie, yo sabía que iba a tener una muy buena repercusión, primero, porque Lali Espósito es una estrella total y está en su momento de explosión. Además, el producto es interesante, piola y toca un tema que no se aborda por lo general. Lo que me azoró es el feedback de mi personaje, que no era llamativo. Estoy acostumbrada a desplegar histrionismo, pero este personaje es una mamá común, sin escenas de comedia. Sin embargo, lo que me devuelve la gente es realmente muy reconfortante.
Miradas en espejo
—Solita, ¿cómo es Vero?
S: Vero es una actriz maravillosa, una gran humorista, una mujer que sabe delegar. Tiene un carácter muy fuerte, muy fuerte, y al mismo tiempo es una nena. En el fondo, las dos somos unas nenas, pero yo soy más nena que Vero. Vero tiene energía, fuerza. Los personajes nos acompañan: la mía es una débil, una pobre desgraciada; la de Vero es una triunfadora a la que no le importa nada del otro. Vero tiene algunas cosas del personaje, pero, por sobre todas las cosas, es una actriz a la que respeto profundamente. Las dos, con mucha paciencia, hemos logrado trabajar juntas. No quiere decir que no volvamos a discutir, pero es discutir para construir.
—Vero, ¿cómo es Solita?
L: Solita es una actriz maravillosa. Después, es una persona muy especial. Es la persona más distraída, más colgada que vi en el mundo. Por eso mismo, es muy cautivante, muy poco careta, muy transparente, lo que para mí es muy importante. Cuando tiene un exabrupto, después pide perdón. Las dos personas bastante fuertes y con egos sobre el escenario, pero a la vez las dos somos lo suficientemente vivas, para entender que nos necesitamos. Solita es muy emocional. Por ahí, para ella yo soy demasiado fría. La cargo y le digo: Llorita Silveyra. Además, es profundamente popular: la gente la quiere, la adora, y ella adora que la adoren y se relaciona con la gente y se preocupa y pregunta y quiere saber de cada pueblo que va. Tiene la intención de abrazar a su pueblo. Con respecto a trabajar juntas, logramos domar nuestros egos para entender que la obra es un trabajo en común. Es lo que nos demostró el seleccionado de fútbol que ganó el Mundial, y lo que no está pasando en el ámbito político y social en el país.
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