Franco Masini se pone a prueba todo el tiempo. Lo hace casi por inercia, pero también para recordarse, y revalidar con hechos, el camino elegido. “Estar viajando me hace crecer y ver lo que es extrañar. Cuando estuve 10 meses en México por la pandemia y el mayor tiempo me lo pasé solo, fue una demostración que tuve hacia mí y hacia la profesión”, analiza el actor, con tramos que lo siguen invitando a viajar y uno que lo convoca especialmente en España: Todas las veces que nos enamoramos, serie creada por Carlos Montero (Élite), que estrena este 14 de febrero por Netflix.
La previa lo mantiene ocupado en pleno Madrid, su nueva casa lejos de casa. Lo explica el actor de 28 años que, agitado pero entusiasta, atiende a Clarín mientras está “de un lado para el otro”. En ese tour español, que nada tiene que ver con el turismo, el ex “Rebelde” visitó una facultad ambientada como junket, que además de proyectar un adelanto de la serie, fue locación de la nueva comedia romántica millennial.
“Tuvimos directoras increíbles, una de ellas nominada a un Goya. Esta serie tiene un montón de guiños, no sólo con la parte del amor, pero se estrena en San Valentín y lo vamos a festejar muchísimo”, dice Masini que además de protagonizar con la española Georgina Amorós es el único argentino del equipo.
Viajar y también volver
“Los últimos años estuve mucho fuera de casa, pero volviendo porque amo mi país. El anterior terminé esta serie y me fui a hacer una película a México con Alejandro Speitzer. Siempre me pregunto primero qué me va a aportar y qué le voy a aportar yo a un proyecto. A veces no tiene tanto que ver con mi lugar en el cartel”, aclara.
-¿No te desvela ver tu foto más grande en un afiche?
-No, obviamente un protagónico en España es una oportunidad enorme, pero siempre con el objetivo de hacer bien tu trabajo, sea eso o un rol chiquito. Siempre y cuando el objetivo sea el crecimiento.
-¿Cuándo lo entendiste?
-Yo creo que nunca lo pensé. Siempre fui haciendo lo que me gusta sin buscar otra cosa.
La primera vez que actué tenía sólo un texto en una obra que duraba dos horas y tenía que esperar una hora cuarenta y cinco para decirlo. Y en la otra escena me mataban. Pero yo iba feliz, de jueves a domingos, durante tres meses. Siempre hay que volver a eso. Después, todo lo que es consecuente al trabajo es bienvenido, pero el foco tiene que estar en otro lado.
-¿No en la periferia de la fama y sus alrededores?
-Creo que uno siempre tiene que estar agradecido, pero preparado para todo lo bueno y lo malo. Vas a tener siempre gente que le guste tu trabajo y gente que no. Si estás pendiente del impacto de lo que hacés, te puede perjudicar. Yo cuando doy lo que tengo que dar, ya estoy satisfecho.
Y estoy feliz con esta serie que nos dio mucha libertad para componer. Tuvimos casi dos meses de ensayos para entrar en confianza con Georgina. Con ejercicios para soltar y conocernos.
El departamento de intimidad
-A raíz del movimiento #MeToo en países como España incorporaron un departamento de Intimidad en los sets. ¿Te dio seguridad a la hora de encarar las escenas más vulnerables?
-Te da seguridad y confianza con el otro. La premisa siempre es el respeto, y partiendo de eso es más fácil todo. Para mí fue un acierto, porque así como en una escena de pelea hay un coordinador de pelea, acá hay un coordinador de sexo, porque en definitiva es como una coreografía lo que hacés. Intentando lograr que no haya grises, que haya reglas, extremos claros y sobre eso, uno trabajaba tranquilo.
El código de la serie es muy natural y el sexo también lo es. Una intimidad donde uno transpira y no se ve lindo. Como la vida misma.
Y anticipa: “Esta comedia romántica habla del amor de los protagonistas, pero también tiene los condimentos para ser otra cosa. No sólo para identificarte con ese amor que duele, que sana, sino con distintos puntos de la vida. Esa idea de los jóvenes de buscar un lugar en el mundo, un guiño al éxito y al fracaso. Y también muestra esa cara del amor donde no es todo tan lindo como parece”.
-El famoso “felices para siempre”.
-Y además te enseña un montón de cosas como el fracaso, la frustración, el desapego en el amor…
-¿Cuán cercano te sentís vos a este concepto del amor romántico, con la edad que tenés y tus experiencias?
-Hoy en día está cada vez más esta idea del amor libre y de poder tener la libertad de elegir al otro todo el tiempo, pero siempre con libertad y que nada te ate. Eso a la hora de una relación es fundamental, sentirse libre de elegir al otro todo el tiempo.
-¿El camino a los 30 te conduce naturalmente a revisar tus propias ideas?
-Yo voy todo el tiempo replanteándome cosas y haciendo un trabajo de introspección para crecer en todo sentido, no sólo en el amor. Si bien arranqué de muy chico y eso me dio cierta estructura, como la de un niño adulto, cuando realmente te estás acercando a cierta adultez me pasó de decir: por ahí quiero hacer cosas que no hice de chico.
También te vas dando cuenta lo que querés cambiar, mejorar y las herramientas que uno va incorporando son fundamentales.
-Vivir un buen tiempo en el exterior te habrá aportado nuevas…
-Sí, porque te empezás a replantear todo. Primero decís: ¿dónde estoy? ¿cómo hago? Es una constante adaptación. A la forma de vivir con vos, porque te vas del set y estás solo. No sólo es salir de Argentina para trabajar. Pero todo movimiento es positivo. Tomar decisiones que me saquen un poco de toda cosa llana. Me gusta estar en movimiento todo el tiempo.
Franco, el inquieto
-¿Si no fuera por los viajes tampoco estarías quieto?
-Me cuesta mucho, soy una persona muy inquieta. Yo me la paso intentando ver cómo hacer que el tiempo sea útil y todo lo que puedo aprovechar, lo hago. Me cuesta estar un día entero en mi casa tirado.
-¿Te da culpa?
-No, pero tengo esas ganas de explorar, seguir buscando y observando. Por ejemplo, hay una obra de teatro que tal vez me interesa hacer en un futuro. Y me la paso investigando. Es un interés más personal. Una idea que tengo hace algunos años de hacer un determinado personaje, pero por ahora son ideas todavía en desarrollo. Es un proceso que voy retomando todo el tiempo.
-¿Fuera del arte sos igual de curioso?
-Es una cosa que estoy intentando, pero en eso soy más rutinario. Por ahí voy muy seguido al mismo lugar a comer porque me encanta. O mis gustos en general me es más difícil ampliarlos.
-En España no te habrá quedado opción…
-Me armé mi rutinita también, tenía todo. Mi lugarcito para comer, el lugar donde me encantaba ir al cine, la placita donde me iba a leer el libro, porque me encanta leer. Siento que la lectura es un lugar donde uno libera también la cabeza y va incorporando cosas en el consciente.
Cuando filmé esta serie, al ser el protagonista estaba todos los días y todas las escenas. Pero necesitaba cierta rutina que me permita relajar un poco como ir a correr o tomarme un café con un libro.
El camino internacional
En una Argentina que todavía respira aire mundialista, Franco viene de jugar su propio mundial. “Es muy lindo empezar a hacerse un camino internacional, como lo que pasó con Rebelde (Netflix) en México. Se me fueron abriendo las puertas gracias a la serie Riviera, que hice con la actriz Julia Stiles en Francia, Italia e Inglaterra”, repasa.
-Y llevaste algo de la cultura porteña a Europa, cuando te diste el gusto de bailar tango en una escena con ella.
-¡Fue una experiencia increíble! Julia tenía muchas ganas de aprender y si había algo de baile, ella quería que fuera tango. Estuvimos dos meses ensayando con clases para perfeccionar y que ella aprendiera. Yo algo sabía, pero tampoco era una luz. Igual le enseñé algo a ella, porque tenía un poco de escuela adquirida.
Además fue una linda experiencia trabajar en inglés y venir a España después, porque me hizo volver a Europa y viajar fines de semana para seguir conociendo países.
-¿Pudiste mechar familia o pareja en alguna de esas travesías?
-Cuando terminamos de grabar la serie, con el elenco nos alquilamos una casa en Formentera para cerrar el ciclo. Por supuesto me vino a visitar mi novia varias veces, también mi papá, mi hermana a México. Por suerte me hice mis amigos también en Madrid, en el barrio de Justicia, que ya es como mi casa.
-También se te vio muy cerca del director Manolo Caro -creador de la serie La casa de las flores– con el que entablaste amistad.
-Nos hicimos amigos en México y después vino a vivir a Madrid cuando yo estaba. Hoy es un gran amigo y el hecho de vivir los dos acá siendo extranjeros hace que nos entendamos un montón. Siempre está la idea de trabajar juntos y creo que en algún momento lo haremos.
-El teatro es una disciplina que siempre te tira, aunque no te atas a ninguna. ¿Te imaginas comprando los derechos de alguna obra el día de mañana, como en su momento lo hicieron actores de tu generación como Gastón Soffritti?
-Sí, no sé si desde la producción, pero sí desde el comienzo creativo. Desde el proceso, elegir una obra, tener cierta experiencia con algún director, juntos. Tener un inicio desde el proceso creativo. Es algo interesante que está en mis planes.
Siempre con la guitarra
Con varias idas y venidas, el actor que no para de acumular millas dejó descansar al cantante. “Durante la pandemia, tuve un año para escribir mis canciones y lo hice con muchísimo amor y esfuerzo. Obviamente la profesión hace que uno tenga que relegar cosas, pero siempre hay un momento para volver”, promete el joven artista.
-¿También dejaste descansar el saxo?
-Sí, lo dejé descansar. Todas las noches cuando paso por mi cuarto para irme a dormir lo veo y pienso: en algún momento lo tengo que volver a agarrar. Desde que empecé a viajar, antes de la pandemia, que no lo hago. Siento que uno va teniendo momentos de reencuentro y de apego, pero con todo. Con personas en la vida, con la lectura, con los instrumentos.
-¿La guitarra sí viajó con vos?
-Sí, además tengo una que es medio transportable y siempre es un punto de encuentro social y personal para mí. No es como el saxo, donde en las calles de Madrid que son finitas, por ahí te empiezan a gritar los vecinos.
WD