El pelotazo de Sons of the Forest ha sido de aúpa. El título de Endnight Games ha cosechado un éxito colosal y apenas lleva cinco días entre nosotros, pero es lógica esta explosión de popularidad teniendo en cuenta la fama de The Forest. He querido descubrir qué es lo que se esconde entre tanto árbol, sonidos extraños por la noche y me he internado en el bosque más terrorífico que recuerdo.
Primeros días de pesadilla
Si eres un advenedizo en el universo de Sons of the Forest y lo máximo que has visto de supervivencia es un programa de Bear Grylls, estás bastante vendido. La primera toma de contacto con la obra no es precisamente agradable, pues sobrevolamos el mapa en el que tocará sobrevivir cuando de repente todo se va al absoluto carajo. El helicóptero se estrella en un punto aleatorio, vemos como una persona nos golpea con un arma tras haber salido airosos del accidente y la fiesta ha comenzado.
En mi caso me he topado de bruces con una montaña helada y un paisaje nada alentador. Los restos del aparato están retorcidos y desperdigados por la zona, por lo que me apresuro a recoger los kits de supervivencia más básicos, pero hay un elemento diferenciador respecto a la obra de 2014. Aquí conocemos a Kelvin, uno de nuestros compañeros que también ha sobrevivido, aunque ha quedado completamente sordo. Su función es tan básica como que podemos darle órdenes a través de notas, por lo que él será el encargado de realizar tareas sencillas en las que no debemos perder el tiempo.
Lo cierto es que el rango de acciones de Kelvin es variado, pudiendo recolectar pescados, troncos, seguirnos sin descanso y cumplir patrones específicos. Con todo, la voz cantante la llevas tú y tu ingenio a la hora de planificar el próximo movimiento, ya que él no es el encargado de salvarte de las amenazas que hay en el bosque. La gran particularidad que distingue a Sons of the Forest frente a otros títulos de supervivencia es la atmósfera que crea, la sensación de que realmente hay una amenaza mucho peor entre la frondosidad del bosque. Lo mejor es que el juego ha conseguido que me recorra ese sentimiento por el espinazo a los pocos minutos de comenzar a jugar.
La primera noche es horrible, pero por motivos positivos y negativos. Los positivos es que la ambientación es asfixiante y sí, ese movimiento que has visto entre las rocas no ha sido imaginación tuya. La oscuridad de la noche es absolutamente siniestra y apenas se ve nada, incluso con una fogata a tus pies. Las tribus de salvajes, con hombres bañados en barro, mutantes que empalan a los soldados de tu comando para exhibirlos y aberraciones que dan grima son muy reales. Voy a tener pesadillas con Virginia Puffton saliendo de entre la oscuridad para curiosear y ofrecerme bayas con sus tres brazos y piernas. Sin embargo, la angustia se acelera porque el novato no sabe cómo afrontar la que se le avecina.
Sí, conseguí recursos, tenía mi hacha táctica, lonas, palos y demás utensilios, pero no era capaz de sacarle provecho. Bien es cierto que hay un libro de construcciones que muestra en dibujo cómo crear ciertas herramientas y edificaciones, pero el acceso al material es altamente engorroso. Un enorme inventario puede ser desplegado, pero hay objetos que se quedan fuera de la pantalla al primer vistazo y la rueda del ratón no sirve para seleccionar rápidamente si quieres un palo o una piedra en la mano. No hay indicaciones claras en todo este sentido, teniendo que recurrir a la sección de controles del menú o buscando ayuda en Internet. Apenas se echa un cable al recién iniciado, por lo que el filtro de entrada es más pequeño de lo que se pueda aguardar. En contraposición, si estás curtido en mil batallas en el The Forest original, aquí te vas a sentir como pez en el agua.
Compañeros de fatiga
Tras unos días de auténtico hastío intentando comprender cuáles son los conceptos más básicos para sobrevivir, decidí lanzarme al terreno multijugador. He aquí la verdadera experiencia de Sons of Forest, pues trabajar codo con codo produce una recompensa muy satisfactoria. Podemos crear nuestra propia partida, personalizando múltiples aspectos como la dificultad o límite de jugadores. En mi caso, probé a lanzarme a terreno ya creado por un grupo de usuarios desconocidos, los cuales pasaron a convertirse en mis ángeles de la guarda
Los recovecos que esconde la obra son múltiples, pues el mapa del GPS nos indica puntos de interés donde hallaremos formas de avanzar a pasos agigantados. Las cuevas son lugares oscuros y siniestros donde nos toparemos con búnkers subterráneos y complejos científicos. Lugares que han sido completamente arrasados por una ola de violencia, pero donde podemos conseguir saltos cualitativos para la partida. Por ejemplo, hay una impresora 3D capaz crear una armadura tecnológica que ayuda a resistir los envites de los enemigos; en otra ocasión hallarás un hacha mejorada que facilita el cortar madera. Son incentivos para que no te quedes parado en un único punto y que la exploración también tenga su importancia.
Evidentemente, la caminata hacia estos escenarios no es sencilla. Sons of the Forest no enfoca precisamente la dificultad de la supervivencia a las necesidades de nuestro personaje, que también, sino al propio entorno. Nadar para descubrir que hay un bote salvavidas puede terminar con nosotros siendo devorados por un tiburón y enfrentarnos a los enemigos puede suponer una sentencia a despertar en un campamento caníbal. El reto se halla en cómo defenderse de todas las amenazas que orbitan a nuestro alrededor, literalmente, y en relación a ello es donde he hallado mis horas de juego más divertidas en la boscosa isla.
El proceso de construcción de un fuerte, con la gran inversión de tiempo y esfuerzo que conlleva, es tremendamente reconfortante. Talar árboles, conseguir troncos, establecer unos cimientos para una casa, colocar tablones para el suelo y levantar una muralla bien sólida son procesos amenos que se llevan mejor en compañía. Aquí es donde pierde gran parte de su utilidad Kelvin, pues con varias manos humanas acelerando los procesos, se pierde más tiempo en indicarle qué hacer a cada momento que en el beneficio que recibimos.
No es tan entretenido el tener que soportar a las tribus, que parecen infinitas. Aun cuando te sitúas cerca de un río para tener una fuente de agua próxima y que se ahoguen al entrar en ella, no dejan de ser un incordio. Acechan, pero no siempre atacan. Observan de forma errática y, en ocasiones, deciden que lanzar piedras es la mejor forma de comunicación. Subidos a árboles, portando armas afiladas e interrumpiendo constantemente cualquier tarea que te propongas. Endnight Games debe revisar la aparición de estos seres, pues su proliferación a lo largo y ancho del mapa es excesiva. Más allá de ello, resultan tremendamente pegajosos.
Bien es cierto que estamos hablando de un Acceso Anticipado y está claro que vamos a tener contenido para muchísimo tiempo. La propia comunidad es la que alimenta el ritmo de las partidas, la que crea sus dinámicas internas y Sons of the Forest no hace más que poner las fichas y el tablero para jugar. Sólido como una roca jugando en configuración Ultra con una RTX 3070, hablamos de un título que técnicamente no sorprende, pues tampoco es el objetivo. La misión de cara al futuro es pulir los bugs y errores que permiten romper el juego en muy poco tiempo, pero lo que he sacado en limpio es que mi único requisito es dormir bajo las estrellas con un compañero a mi lado.
- Plataformas: PC
- Multijugador: Sí
- Desarrollador: Endnight Games
- Compañía: Newnight
- Lanzamiento: 23 de febrero de 2023