Algunos los reportajes o historias no llegan a concretarse y nunca se publican.

Todos los periodistas tenemos notas que quedaron a mitad de camino. En mi caso, por suerte, son pocas. Pero cada tanto las recuerdo, como a esos amores que nunca cuajaron.

La que más pena me dio es una entrevista a Enrique Bunbury, el cantante de Héroes del Silencio. Todavía lo recuerdo tirado en uno de los sillones del último piso del Hotel Panamericano, y yo, con mi abultada panza de embarazo gemelar, tratando de que no se me notara mucho el fanatismo.

Enseguida empezó mi licencia y la nota se fue postergando hasta diluirse por completo. No está demás decir que nunca me la reclamaron.

También sufrí el rechazo en mi propia cara de Rodolfo Bebán y Claudio García Satur. Cubriendo temporada en Mar del Plata, me habían encargado una nota de tapa con los dos galanes que, creo, compartían cartel por primera vez. No les interesó y no hubo manera de convencerlos.

Tampoco puede sacarle una palabra a Graciela Borges sobre su relación con el futbolista “Anguila Gutiérrez”, a pesar de que había hablado del tema en la revista Gente. Su respuesta: en un diario serio solo contaba cosas de su carrera.

Hace poco me volvió a pasar. Quise escribir la historia de la Heladora Antártida, que mi mamá usaba cada verano. Puede encontrar el nombre de la empresa que la fabricaba (argentina) y hasta dí en un grupo de Facebook -cuándo no- con la que sería la hija de su inventor.

Intenté contactar con varios mensajes a la enigmática Gladys del Mar. En un momento me contestó, pero eliminó las respuestas antes de que pudiera leerlas. Vaya a saber.

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