¿Sabía usted que el Museo Nacional de Bellas Artes posee 30 obras de Pablo Picasso? Probablemente los visitadores frecuentes estén familiarizados con Mujer acostada, un óleo de 1.29 metros de alto por 1,95 metros de largo que forma parte de la exhibición permanente.
Pero en la reserva, el museo guarda unas 30 obras de uno de los artistas más importantes de la historia de arte que volvieron a verse todas juntas desde el martes, con motivo del 50 aniversario de la muerte del artista español.
Picasso en el patrimonio del Museo reúne el conjunto completo de obras conformado por grabados, pintura, dibujos y cerámicas que vuelven a mostrarse todas juntas después de 62 años.
La historia de las obras del catalán en el Bellas Artes es la historia del faro artístico que supo ser el museo a mitad del siglo XX, que pese a la distancia de las grandes capitales artísticas pugnaba por ganarse su lugar en el ecosistema artístico moderno.
Hasta la década de 1950 el Bellas Artes no contaba con obras de Picasso, aunque su entonces director, el gran gestor cultural Jorge Romero Brest, ya se había dado cuenta de la importancia de contar con piezas del artista si quería que le museo fuese tomado en serio.
Por aquella época el Museo de Arte Moderno de Nueva York iniciaba su guión de arte moderno con el Guernica –en aquel entonces en Estados Unidos antes de pasar al Museo Reina Sofía de España– y Las señoritas de Avignon. Había que contar con piezas de Picasso en Buenos Aires, pero las obras ya cotizaban en precios elevados.
La ayuda económica llegó de los fanáticos. La curadora de la muestra, Paola Melgarejo, relata a Clarín Cultura cómo el museo consiguió en 1957 hacerse de unas 30 horas a base de contactos y paciencia. “Romero Brest daba conferencias, en una charla sobre Picasso el público aficionado se entusiasma y empieza a juntar fondos para comprar obras. Forman la Comisión Pro-Picasso y consiguen junto a la Asociación de Amigos los fondos y es el propio Romero Brest el que compra las obras escribiéndose con el marchand de Picasso, Daniel Henry Kahnweiler».
En una vitrina en el centro de la sala que ele museo le dedicó a la muestra se exhiben las cartas que intercambiaron Romero Brest y Kahnweiler. En 1961 fue la primera vez que el conjunto de obras se mostró en su totalidad, pero no quedó ningún registro fotográfico del montaje ideado en aquel entonces.
La fama de Picasso era tal hacia mediados del siglo pasado que el MoMA organizaba exhibiciones itinerantes con grabados del catalán. Una de esas muestras llegó al Bellas Artes en 1973, durante la gestión de Samuel Oliver con una amplia repercusión en los medios e interés entre los porteños. Fue por esa época que el museo sumó dos nuevas obras de Picasso, ya no provenientes de su marchand.
Con el cierre del Instituto Di Tella el Bellas Artes se quedó con varias obras de la colección, entre ellas Mujer acostada y la acuarela Mujer desnuda de espalda, donde retrató a su entonces pareja, Fernande Olivier con un cuerpo de contextura maciza, similar al de algunas de las figuras de Las señoritas de Avignon.
La exhibición se divide en cinco núcleos que respetan un orden cronológico con obvias ausencias: son poco más de 30 obras las que se exhiben de un artista que creó piezas a diario, desde los nueve hasta los 90 años, y que muchas se trataron de grabados o litografías, técnicas que permiten la reproducción en cantidad. Aunque existen catálogos razonados de sus obras, el número exacto de trabajos se desconoce.
Sus inicios
Desde principio del siglo XX, a muy temprana edad, Picasso comienza a visitar París hasta instalarse en el barrio bohemio de Montmartre junto a otros artistas, poetas y musas. Sus colegas lo introducen en la técnica del grabado en chapa, que comienza a experimentar a la par que iniciaba sus periodos rosa y azul en pintura.
Son años de muy poco dinero y debe utilizar chapas ya usadas que emprolija para realizar sobre ellas sus dibujos. Domina la técnica del aguafuerte y la de aguatinta (se diferencia en el uso de ácidos que profundizan la línea, mientras que la ausencia de éste da una línea más fina). Picasso hace las chapas, pero no siempre los lleva a la imprenta para su estampación producto de la falta de dinero.
Estas chapas de la primera época fueron luego compradas por los distintos marchands que tuvo Picasso en vida. Se hacían estampar y luego se vendían sueltas o en carpetas. Gracias a eso Romero Brest consiguió las tres decenas de obras para el museo.
Recuerda Melgarejo que a Picasso le empieza a ir muy bien a temprana edad. A modo de ejemplo, la curadora cuenta que hacia 1904 eran tan pobres con su novia del momento que en ocasiones ella no podía salir a la calle por no tener zapatos. Para 1909 la pareja ya vivía en un primer piso y tenía empleada doméstica. Antes de los 30 años el artista ya era conocido en el ambiente.
La muestra se divide en cinco núcleos que hacen foco en distintos momentos de la vida de Picasso, la influencia de la política en sus temas, su gusto por la tauromaquia, la pasión por las tantas mujeres que tuvo a su lado, y el dejo de erotismo que emergen de muchas de sus obras.
«Primer tiempo. De la figuración al cubismo» marca el tiempo en el que Picasso hace sus obras rosas, con temática circense y figurativas y, a la par, hace sus primeras experiencias cubistas. En uno de los grabados se observa cómo ya trabaja lo que luego se conocerá como cubismo analítico, la técnica con la cual pinta un objeto que puede ser visto desde diferentes lados en simultáneo.
En los núcleos «En el atelier. El artista y su modelo» y «Femmes. Retratos de mujeres» aparecen de manera más presente sus parejas. La irrupción en la vida de Picasso de la bailarina de los ballets rusos Olga Khokhlova coincidirá con una vuelta a la figuración en la década del ‘20 y, en palabras de la curadora, “aristocratizará” tanto su vida como su obra (ejemplo de este es la ausencia de escenas eróticas en esta etapa).
Luego aparecerá Marie-Thérèse Walter, de apenas 17 años cuando irrumpe en la vida del artista, y será a la mujer que más retratará a lo largo de su vida. Los críticos coinciden que cada vez que aparece una figura de perfil con su frente y nariz unidas se trata de la joven pareja del catalán.
La muestra cuenta también con tres litografías de la década del ‘40, una técnica que en lugar de dibujar sobre una chapa se hace sobre una piedra porosa con un lápiz graso y luego se entinta para su estampa. En este conjunto de obras, también dedicadas a sus mujeres, se distingue el total y absoluta carácter experimental de Picasso, que no temía mezclar la figuración con el cubismo cada vez más deconstruido sin caer en la abstracción.
En «Hacia el Guernica. Arte y compromiso político» se exhiben los grabados con críticas satíricas al general Francisco Franco que acompañaron la exhibición por primera vez de Guernica en la Exposición Internacional de París de 1937.
El gobierno republicano le había encargado a Picasso un mural para el pabellón español y una serie de grabados para ser vendidos allí –Romero Brest adquiere una copia de éstos que luego dona al museo– con el fin de recaudar fondos para la causa.
En medio de los preparativos, se produce el bombardeo sobre la ciudad que luego daría nombre al cuadro más famoso de Picasso. La fotógrafa y pintora surrealista Dora Maar, entonces en pareja con Picasso, lo alienta a involucrarse políticamente. El resultado final de su iniciación a la plena vida de compromiso político será la obra que aún es utilizada para representar atrocidades bélicas sobre población civil.
Por último, en «Metamorfosis. Entre lo animal y lo humano: faunos, centauros, toros y caballos» se destaca el conjunto de cerámicas vinculadas a la temática Tauromaquia. Melgarejo cuenta a Clarín Cultura que Picasso no trabajó toda su vida la cerámica, sino que fue recién cuando se instala en la Costa Azul de Francia.
“Conoce una alfarería, se interesa, va a visitarla y se termina enamorando de la técnica. La aprende, la practica. Es difícil para un artista porque no todo depende de él, sino que él pone los colores y después del horneado sale otra cosa. Este aprendizaje fue después de los 60 años”, sostiene la curadora.
El Bellas Artes posee un conjunto de ocho cerámicas donde Picasso retrató distintas etapas de una corrida de toros. Desde la presentación de los toreros, el engaño al animal para cansarlo y desgastarlo, la irrupción del torero matador encargado de estacarlo, y el arrastre, como se conoce a la retirada del cadáver.
Para estas obras, Picasso realizó las matrices, las cuales dibuja con incisiones sobre la materia; éstas son luego entregadas a la alfarería que realiza las piezas con arcilla que cubre los huecos. La destreza del artista reside en conseguir plasmar con pocos rasgos, pero precisos y bien distintivos, objetos y escenas.
Ficha
Picasso en el patrimonio del Museo
Dónde: Museo Nacional de Bellas Artes, avenida del Libertador 1473.
Cuándo: de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20. Hasta el 18 de junio.
Entrada: gratuita.
PC