Era Argentina post 2001. El país había estallado. Jorge Macchi martilló un clavo sobre un vidrio que cubría un mapa de la Ciudad de Buenos Aires y las esquirlas dibujaron ocho itinerarios sobre los que ubicó 46 puntos.

En esos lugares, el artista buscó objetos y sacó fotos, con algunas premisas, entre ellas, que se tratara de materiales efímeros, «que estuvieran ahí mientras no se los llevara el viento», y que no dieran información sobre los espacios en cuestión. María Negroni escribió textos y Edgardo Rudnitzky creó sonidos. Y así nació Buenos Aires Tour, una de sus obras emblemáticas.

Ahora, en Central de Procesos, el laboratorio de artes visuales que funciona en San Isidro desde 2016, Macchi se dispone a dar forma a la segunda vuelta de esa pieza, Retour, con colaboración del público a partir de papeles y objetos que él encontró en la calle.

Hay listas de compras, naipes, cartas, mapas, artículos, diagramas para armar un mueble, ese mueble armado por un carpintero a pedido de Macchi. Fotos. Un plano de Cuba. Una placa de tórax. El dibujo de un gorila. Una estampita. Y, como corazón del proyecto quizás, una especie de dibujo del «big bang» Macchi: su taller como centro de un estallido en diversas direcciones, direcciones que encontró en papeles desechados aquí y allá, con blancos a completar, es decir, en expansión

Jorge Macchi. Con una imagen de la bolsita de agua caliente, que rescató de la calle. Foto: gentileza Carlos Furman


Jorge Macchi. Con una imagen de la bolsita de agua caliente, que rescató de la calle. Foto: gentileza Carlos Furman

–Jorge, ¿tu idea es volver a hacer un «Tour por Buenos Aires»?

–Hay una obra original de 2003, 2004, y una intención mía de hacer una continuación pero con otras reglas. Si la primera tenía mapa prefijado por azar, en este caso, no lo hay. Igual en ninguna de las experiencias el resultado será una guía típica para hacer un tour. El proceso está abierto.

La experiencia ya arrancó y se crearon maravillas. Un chico que fue en una visita escolar escribió:  «La independencia/ de un gorila en 1565/ que jugaba a las cartas/ para ganar un mueble hecho en Cuba». Otro dibujó un médico con una cruz en el pecho y enumeró: «médico, un hijo, soltero, corazón roto, ex casado, 1,80, pelo negro, Carlos».  

Es que el 80 % del público de Central de Procesos es de las escuelas. Eleonora Jaureguiberry, secretaria de Cultura del municipio, dice: «Esta experiencia es lo opuesto a la de la escuela, en el sentido, de que se rompe la expectativa de cómo comportarse porque que lo que hagas va a estar bien. Se trata de experimentar un ejercicio poético».

Mueble. Creado a partir de instrucciones que Jorge Macchi encontró tiradas en la calle. Foto: gentileza Carlos Furman


Mueble. Creado a partir de instrucciones que Jorge Macchi encontró tiradas en la calle. Foto: gentileza Carlos Furman

También fueron adultos. Jaureguiberry y la directora de Artes Visuales de San Isidro, Pía Landro, cuentan que varios entraron atraídos por la foto de la bolsita de agua caliente amarilla que presenta la propuesta. Un objeto íntimo, que da confort, que apareció en una vereda. ¿Por qué lo habrán desechado? La imagen que tomó Macchi da una pista: la bolsita estaba rota. Pero eso no es lo común. En general, los disparadores que dispuso el artista generan preguntas abiertas.

La asociaciones, entonces, parecen infinitas. De hecho, la presentación de Retour  en la que participó Clarín Cultura fue con un almuerzo con un menú inspirado en una lista de compras que Macchi encontró. Humus, tofu frito con arroz y ciruelas rellenas con almendras sobre las que el cocinero colocó un espiral dulce: para algunos, inspirado en los alambres abollados que colgó el artista y para otros, en sus fotos de gomitas de plástico, también expuestas. Como sea, los poemas y dibujos de los chicos y el menú muestran que después de esta experiencia, todo se mira distinto. 

La primera vuelta 

Para algunos especialistas, Buenos Aires Tour  –obra para la que Macchi obtuvo la beca Guggenheim– resultó una guía «alternativa» sobre la Ciudad, sin valor turístico, histórico o patrimonial. Marginal. Para Macchi, fue puro «descreimiento». «Las cosas que uno pensaba que estaban establecidas se deshicieron, se evaporaron, y sólo quedaron cosas como ruinas, esquirlas de algo que existía, o que uno creía que existía, y había estallado», le explicó a Agustín Pérez Rubio, curador de Perspectiva, su muestra antológica en Malba en 2016.

Macchi recordó que uno de los objetos usados era un diccionario. «Fue lo primero que encontré, en el Riachuelo, en uno de los extremos del Tour. Y fue mucho después de terminado el Tour que empecé a encontrar una relación muy fuerte entre el diccionario y lo que significa una guía de turismo: ambos intentan comprender algo que es inaprensible. Son acercamientos que van hacia la nada, porque un lenguaje no es la suma de las palabras, así como una ciudad no es la suma de sus lugares históricos y sus restaurantes».

Jorge Macchi. ‘Still song’, instalación que Macchi creó en 2005. Foto: archivo Clarín


Jorge Macchi. ‘Still song’, instalación que Macchi creó en 2005. Foto: archivo Clarín

Hay más. Buenos Aires Tour fue para Macchi un modo de reencontrarse con Buenos Aires. Había vuelto de Europa a fines de la década de 1990, tras una serie de residencias y becas y una separación, una crisis personal.

Contó que en una residencia para artistas en Holanda le llamó la atención un espejo con un ángulo roto y creó una caja de cartón con las mismas medidas y el mismo tajo, titulada Recuerdo de una noche que pasé tratando de olvidarte. También nació por entonces Vidas paralelas, con vidrios rotos «gemelos». Y Accidente en Rotterdam, con autitos de juguete que chocan en autopistas dibujadas con sombras. Imágenes cotidianas. Azar. Fragmentación. Juegos de luces y oscuridad. Desplazamientos del sentido. Poesía minimalista sobre lo supuestamente trivial. El «germen», dijo Macchi, de lo que hace hasta hoy.

«Lo más propio de Macchi es, en realidad, algo que expande las paradojas de Magritte, los imposibles borgeanos o la locura cortazariana hacia un plano ‘real’. Las cosas están animadas por un desorden, por una libertad inédita de sus elementos o de sus efectos”, sumó Inés Katzenstein, argentina curadora de Arte Latinoamericano del MoMA y directora del Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros.

Ahora Buenos Aires Tour, libro-objeto próximo a cumplir los 20 años, se exhibe en Central de Procesos, que funciona en una casona del casco histórico de San Isidro, también para inspirar.

Otra fuente. Una de las obras de Macchi expuestas en su muestra en Malba en 2016. Foto: archivo Clarín


Otra fuente. Una de las obras de Macchi expuestas en su muestra en Malba en 2016. Foto: archivo Clarín

«Cosas raras»  

“Estuve pensando mucho en la segunda vuelta de Buenos Aires Tour, pero nada me cierra, no le encontré la forma, es una situación un poco angustiante para mí. Por eso, espero que el público me ayude a resolver la obra y poder terminarla”, contó Macchi. ¿Cómo seleccionó la expuesto? «Cosas raras, eso me interesó”, sumó.

«La forma no está. Sin embargo, los papeles que Macchi encontró en la vía pública y que atesoraba en su taller porteño serán el puntapié inicial de esta experiencia», dice la invitación a Central de Procesos.

La idea es crear partir de esos descartes que Macchi, cirujeando -se dijo por ahí-, recicló. ¿Quién habrá abollado ese papel? «¿Era adulto, joven, niño? ¿Dónde vivía? ¿Por qué tirar un electrocardiograma a la calle?… ¿Y si lo perdió?«, agrega la convocatoria.

Landro anticipa: “Con las ideas, anotaciones, descripciones, objetos y preguntas que surjan en los talleres a partir de esos papeles, iremos armando un gran panel donde se podrán ver como capas de pensamiento. Notas que al artista le servirán como pistas posibles para terminar esta obra”.

Para Jaureguiberry, “esto es mucho más que abrir el proceso creativo de una obra, como siempre ocurrió en Central de Procesos, ya que esta experiencia plantea que todo lo que pase en los distintos talleres contribuirá, eso anhelamos, a que el artista halle los mecanismos para terminar una obra fundamental para él. Es decir, el público será actor central”.

«Quiero ver cómo se desarrolla, me intriga muchísimo”, comentó Macchi. ¿A quién no?

Otras fuentes de inspiración

Macchi nació en Buenos Aires en 1963. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en talleres, entre ellos, el de Marino Santa María. A fines de los años 80 integró el Grupo de la X. “Ustedes son todos unos estúpidos. Están pensando que pueden hacer las cosas solos y acá la única solución es juntarse”, contó que les dijo el gran Enio Iommi a él y Ernesto Ballesteros. Entre otros, estaban Carolina Antoniadis y Pablo Siquier.

Macchi también fue escenógrafo y, de aquellos años, rescató la «creación colectiva». Desde 2000, cuando recibió el Premio Banco de la Nación Argentina, cosecha reconocimientos. Su obra integra colecciones de los museos más importantes del país y del exterior, desde el MoMa a la Tate de Londres, la Fundación Daros de Zurich y el Centro Pompidou de París.

Hay hitos entre sus trabajos. Monoblocks, para los que sacó información de los avisos fúnebres de los diarios, «dejando solo las cruces y las estrellas de David, y colgándolos de un punto, simulando un pañuelo muy frágil» o superponiéndolos para dibujar siluetas de edificios. Caja de música, que grabó en el puente que comunica el Museo Nacional de Bellas Artes con la Facultad de Derecho de la UBA y expuso en la Bienal de San Pablo de 2004. Partituras «escritas» con clavos.

También, la instalación con una cama elástica bajo un mural barroco sobre la asunción de la virgen pintado en el oratorio que le asignaron para exponer en la Bienal de Venecia de 2005, con otra composición de Rudnitzky para viola de gamba.

Y, entre otras obras hermosas, Still Song, aquella instalación con una bola de espejos como la de los boliches que «reflejaba» agujeros negros en vez de destellos; tajos, balazos, heridas, en lugar de brillo cegador.

Ficha

Retour
Dónde: Central de Procesos, Libertador 16208, San Isidro.
Cuándo: de lunes a viernes, de 9 a 16. Sábados, de 11 a 15, hasta el 30 de junio.
Entrada: gratis.

JS

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