Protagonizada por Arón Piper, uno de los galanes de Elite, la ficción de Netflix presenta un thriller abordado desde lo vincular. Alta tensión, exceso de intriga.
A cinco años de su salto a la fama con el personaje de Ander en la historia juvenil Élite, el actor alemán -nacionalizado español- Arón Piper despliega todo su talento actoral en el protagónico de El silencio, la serie que, a poco de su estreno, ya está primera en el ranking de lo más visto de Netflix.
No es casualidad: es un buen maridaje entre personajes bien delineados y una jugosa dosis de alta tensión.
Detrás de este relato, enmarcado en el thriller -aunque tranquilamente podría definirse como un retrato sobre la oscuridad y el amor de los vínculos-, está la mano de Aitor Gabilondo, el creador de otras series españolas que han dado que hablar, como Vivir sin permiso, Allí abajo y El príncipe.
A lo largo de seis episodios que rondan los 45 minutos, El silencio sigue la vida de Sergio Ciscar, un joven que acaba de quedar en libertad tras seis años de encierro, acusado de haber asesinado a sus padres. Desde aquel día en el que los cuerpos cayeron desde el balcón de su casa, Sergio (Arón Piper) no habla… con casi nadie. Milita en el mutismo como acto de rebeldía. ¿O de sincericidio?
Su actitud exaspera a su entorno, pero enriquece a su personaje, que se mueve en esa zona confusa de víctima y victimario a la que acceden muy pocos. Entre ellos, Natanael, el pastor evangélico encargado de reinsertar al chico en la sociedad, interpretado por el argentino Ramiro Blas.
La otra persona que logra no sólo entrar en su departamento, sino en su alma, es Marta, una suerte de fan suya que le mandaba cartas durante su encarcelamiento. Pero lo de la chica, ahora, con los dos en libertad, no es genuino: cuando él estaba en prisión, ella manifestaba su hibristofilia, descripta como «interés y atracción sexual por quienes cometen delitos».
Una vez afuera, Marta quiere seguir con su vida, pero Ana no.
Ana es el otro personaje atrapante de este relato oscuro: la actriz Almudena Amor le da vida a una psiquiatra que está obsesionada por estudiar la vida de Sergio, estilo Gran hermano. Sin que él lo supiera, le llenó la casa de cámaras para seguirlo 24 horas.
Dice que intenta saber si, puesto en libertad, representa un peligro para la sociedad. O para el mismo. Pero, a medida que van pasando los episodios, Ana va corriendo sus propios velos (a su pesar). Y, detrás de esa profesional implacable, asoman los hilos de la vulnerabilidad, con los cuales el espectador podrá tejer la historia completa una vez que caiga el telón del sexto capítulo.
Sin intención de spoilear, en ese instante caerá más que el telón y, al mismo tiempo, quedará abierta la puerta para una segunda temporada de esta historia que ya se posicionó primera en la mayoría de los países a los que llega Netflix.
Lo de Ana y Sergio -ella sin quitarle la vista a los monitores en lo que él se replica, como pasaba con Alfa, Marcos o Julieta en Gran hermano- imana, porque desde el vamos se percibe algo más que el caso de un paciente a estudiar. Y sus actuaciones son gloriosas. No hay risas, casi no hay palabras, pero pasa un tsunami de emociones entre uno y otra.
De todos modos, si bien es una serie corta, hay un estiramiento de la intriga algo forzoso, que por momentos confunde más de lo que atrae. Y, en esa necesidad de saber finalmente qué es lo que pasa entre los dos personajes centrales, la ansiedad espectador tiende a acelerarse, con el riesgo de perderse detalles de las subtramas.
A esta serie, el «buena», entendemos, le sienta bien. Y, a Piper, la madurez le ha sentado mejor. Ya no es, solamente, el galancito de Élite. Su galería gestual le permite sostener el caracter de un ¿psicópata? amparado en El silencio, con y sin mayúsculas.
Ficha
Calificación: Buena
Thriller Protagonistas: Arón Piper y Almudena Amor Creación, guión y dirección: Aitor Gabilondo Emisión: Seis episodios en Netflix.