Su bisabuelo italiano Alessandro llegó a Puerto Pirámides, Chubut, cuando nada tenía nombre. Iba a cobrarse una deuda de Cinzano y encontró las salinas grandes y chicas. El lo bautizó Pirámides, cuando construía el ferrocarril con sus socios, que llevaba la sal al puerto, vía el ferrocarril, que el también creó. Hasta que llegó la heladera, la refrigeración. Los Ferro reemplazaron las salinas por las ovejas merino en esas inmensidades.
Abuelo cineasta y pionero, tíos fotógrafos y aventureros, Laura Ferro pasó su infancia entre Bariloche y el desierto de Pirámides. Allí fue formando su identidad y su concepto estético. Psicóloga Jungiana y artista interdisciplinaria, Laura pasaba los veranos en los campos de sus antepasados reencontrándose con viejos mapas, flechas de los indios, restos terciarios, que se fueron acumulando en la colección privada de la familia, que un día la inspiró para siempre.
Artista interdisciplinaria, videísta, documentalista y fotógrafa, Laura Ferro, que creció en la Patagonia, pasó por París, donde se presentó en una exposición en el atelier Berger del Barrio Nueve, en la rue Trevise, para mostrar lo que sería su propia historia. La exposición Lo salvaje ha aparecido en mis sueños es un homenaje a un libro y video suyos. El Atelier Bergere, además, es conducido por Rafael Alterio, hijo del recién fallecido artista plástico argentino Rubén Alterio.
“Lo que nos interesó es que Laura trabaja con capas. Capas de generaciones y capas de fotografía, capas como la tierra, sobre los fósiles. Hay esa idea de capas y también trabaja como una variedad de medios diferentes, el video, la foto, los fósiles, el libro. Y como el norte, el sur, el oeste y el este. Algo que hace un mundo que nos ha gustado y que me parece ha gustado al público acá también” explicó Rafael Alterio a Clarín Cultura en su atelier.
Un rompecabezas familiar
Delgada, entusiasta, activa, Laura Ferro llegó a París a presentar su exposición, mientras terminaba su tesis en Barcelona. Así fue el diálogo en la galería.
–Mapas, fotos, estancias, objetos de otros tiempos. ¿Es tu historia?
–Sería como un rompecabezas en el cual yo hice, como todo, una búsqueda de archivos y de registro de material tanto ancestral, familiar, geológico, antropológico, para después poder escribir y relatar mi propia narrativa sobre mi punto de vista acerca de este territorio.
De alguna manera, una de las paredes de la exposición son los fósiles, que tienen una mirada un poco más científica. Con ellos trabajé con la gente del Conicet, del Cenpat, en Puerto Madryn. Los antropólogos y paleontólogos me ayudaron a catalogar las piezas, a determinar la antigüedad, los nombres científicos.
De un lado fue como un lado más duro de ciencia, de tratar de identificar como en una colección privada, como cierta información que siempre se vio desde un lado del juego, quizás de ir mostrando ,de generaciones entre generaciones, como las cosas se iban encontrando en esas tierras.
Lo que quise hacer es llevar este legado familiar a algo más público. Como llevar algo que estaba dentro de un relato familiar, algo donde pueda ser estudiado por la ciencia y compartido con la comunidad.
Y por el otro lado tenemos otra pared, que es algo más intuitivo, si se puede llamar de esa forma. Yo juego un poco con los mapas desde el año 1900 al año 1950, que se fueron conformando a lo largo de los años.
Juega un poco con el archivo, como que hay archivos que se introducen en los mapas. Muestro como una familia durante varios años, en este caso 130 años, buscó capturar un paisaje, a través de la fotografía, del registro. Al final fue el paisaje el que nos capturó en nosotros. Es como que de alguna manera todos hablamos sobre este mismo lugar.
Los archivos del abuelo Emilio
–Todo este archivo, en toda esta historia, ¿tiene un nombre, no? ¿El bisabuelo Alessandro?
–Mi bisabuelo era Alessandro, que vino de Italia. Era socio de Cinzano, que le pagó con una deuda que tenía, con estas tierras. Él viaja, en el año 1890, para ver un poco en qué consistía. Encontró las dos salinas: la salina grande y la salina chica.
Entonces él construyó un ferrocarril, que transportaba la sal hacia el mar, para poder mantener los alimentos. Y así fue cómo arrancó la historia. Y el proyecto se llama Lo salvaje.
Apareció en mis sueños porque también tienen símbolos de sueños. Yo soy psicóloga de la escuela de Jung, además de fotógrafa. Durante muchos años, yo fui escribiendo todas las mañanas mis sueños. En este libro están seleccionados aquellos que tienen que ver con este lugar.
–»Yo no conocí al abuelo Emilio», decís. ¿El abuelo Emilio era el fotógrafo?
–Es como que todos mis familiares, mis ancestros tenían cierto afín a la fotografía. Mi tío abuelo, el hermano de Emilio, tenía su propio laboratorio, pero él era químico. Mi abuelo era agrónomo. Sin embargo, tenía también su cámara, su Rolleiflex. Fue el que organizó todo el legado de archivo.
Gracias a ese orden y a ese legado que él fue registrando, fotografiando, ordenando en cartas, mapas, yo después, sin haberlo conocido a él, porque él murió un año antes de que yo naciera, me encuentro con todo este material. Entonces, es una forma de conocerlo a él, a través de este legado que dejó.
–Todas estas obras, de alguna manera es el trabajo y la historia, el reflejo de cuatro generaciones.
–Son cuatro generaciones desde mi bisabuelo. La cuarta somos nosotros, que somos seis hermanos, cada uno con su particularidad, con sus intereses. Pero de alguna manera crecimos todos en este lugar y nos marcó un poco por igual.
Pirámides, el desierto creativo
–¿Y qué es Pirámides para vos?
–Para mí Pirámides marcó mi crecimiento, mi formación y mi carácter. Fue un lugar que siempre viví desde un lado muy, no quiero decir la palabra salvaje, pero como muy espontáneo. En un paisaje donde estaba inmerso en animales, en fauna, en flora, en viento, en un mar que lo rodea, que rodea la Península Valdés. Es parte de mi identidad, no mi total identidad, pero es parte de de mi identidad y de mi carácter.
–Hablás de los veranos que pasabas en Pirámides, que de alguna manera fundó tu bisabuelo.
–Mi bisabuelo fue uno de los fundadores del pueblo, justamente en ese momento donde la sal se exportaba, se trasladaba al mar. En su momento Pirámides era más grande que Puerto Madryn.
Se necesitaba construir un pueblo para tener el muelle, para poder tener de alguna manera un lugar para poder exportar la sal. Entonces, en su momento, uno de los de los fundadores fue mi bisabuelo, junto a Piaggio, que fue su socio con el ferrocarril y Muno.
–Este es un mapa de Puerto Pirámides. ¿Y éste es tu abuelo?
–Ese es mi tío abuelo. La foto la registró mi abuelo. Hay una imagen que hay un jinete como en la punta de una meseta. Y arriba está un mapa de Puerto Pirámides, donde se inserta una foto, que está mi padre navegando en un barco a remo, con otros familiares, ahí en el mar.
Claro, porque tenemos que explicar que también esto es un video. Esto es un video. Estas imágenes se encuentran en un corto audiovisual , donde yo relato el prólogo del libro y bueno, también tiene una forma audiovisual.
De las salinas a la lana merino
–Acá estamos en una segunda imagen.
–Esta segunda imagen es como parte de la península, que es la costa del Golfo San Matías y San José. Es como que las ovejas rodean el territorio y el mapa, porque de alguna forma, luego de que la sal en 1914 dejó de ser sustentable como negocio, porque ya empezó a existir la electricidad y otras formas de mantener los alimentos, se empezó a introducir la oveja.
Entonces, al día de hoy, mi familia, somos como una empresa familiar que nos dedicamos a la lana merino. Y ese legado lo continuó mi abuelo. En este mapa, las ovejas rodean el mapa y el territorio como parte. Y después podemos encontrar como una especie de sífido, que es una especie entre delfín y ballena.
Con un hombre parado al lado y se ve que fue como una fotografía que tomó mi abuelo, al encontrar esa especie rara en ese lugar, que no suele aparecer. Después está mi tío abuelo sacándole unas fotos a otros familiares. Todas esas imágenes navegan dentro del mapa.
–Estamos en la tercera. Se ve lo que vos llamás la meseta.
–En la tercera es el mapa azul, que es de la Península Valdés completa. Y acá entran más imágenes que tienen que ver un poco más también con mi mirada, porque son imágenes de paisajes que yo tomé hace unos cuatro años y después, imágenes de archivo.
Hay una imagen del mar, que pertenece a una de las primeras fotografías de archivo del año 1900, que fue un fotógrafo que contrataron para cuando hicieron esta expedición para poder construir el ferrocarril.
Después hay una imagen de mi abuelo en traje de baño, con mi tío abuelo en la playa, al lado de Pirámides, que sería un poco la playa vecina. Después hay una imagen de un lobo marino, como con dos hombres o dos personajes que están ahí al lado. Entonces también hay algo que a lo largo de los años el territorio también se fue modificando.
Arrancamos desde un lugar donde no existía el alambrado que es ahora. Vamos a ir a otro mapa, donde todo era de alguna manera salvaje, a medio de una manera de medir ese territorio, de dominarlo, de entenderlo, de leerlo.
Un poco lo emocional y lo artístico en mi búsqueda tiene que ver con aquello que queda por fuera del alambrado, aquello que no puede medirse y que me atraviesa. Y que me genera esas ganas de seguir buscando mi propio relato de esto que me marcó.
La estancia de la familia
–Estamos en estancia Valdez Piquillín.
–Esa es una sección del campo familiar. Esta es una imagen que a la derecha se ve la Caleta Valdés y tenemos en el centro, la primera imagen, foto aérea de esa caleta. Entonces se pueden observar distintas partes de la caleta que después fueron unidas.
Pero cada imagen es una parte de la caleta , que luego se armó ese rompecabezas. Entonces es interesante, como que en su momento también creaban estos rompecabezas del territorio.
–Acá hay un piquillín.
–Y la última, justamente esto es lo que a mí me interesa también, hay uno de los capítulos del libros que se llama «Dos desiertos». Acá hay un mapa, donde aparece la palabra «propiedad» como nublada. Y por fuera parece un alambrado, como delimitando una salina, donde uno no ve nada, pero en realidad hay todo un universo ahí.
También uno piensa, qué es lo que el hombre medía, qué es lo que el ser humano medía en ese territorio dividiendo con esa alambre. Entonces justamente me interesa mostrar, por ejemplo, en el árbol o en esta rama que está en el medio del desierto, como sigue el territorio ganándole a la fuerza del hombre.
Como que hay algo en esa fuerza de la naturaleza que sobrepasa la fuerza humana de querer entenderla, dominarla. Y arriba es una imagen de un águila que encontraron en la playa. Entonces posan tres mujeres que están con mi padre, que es un niño. Y hay algo de eso, como de esa cuestión salvaje del lugar.
Los paleolíticos
–Ahora vamos a los paleolíticos.
–Esta es toda la parte de los fósiles. Son 21 fósiles que están catalogados. Acá hay un registro con el nombre científico de cada uno de ellos. Y a la vez estos fósiles, yo lo que hice fue toda una búsqueda a través de también. No son un registro fotográfico, sino a la vez trabajarlos en bronce.
Después hay algunas piezas de estas que están en la fotografía, que quise de alguna manera lograr una impronta, igual que la de aquella pieza fósil, en un metal como es el bronce.Estas imágenes tienen tanto fósiles como toda una parte de biología y también una parte arqueológica.
–¿Eso es lo que hiciste con los bronces, no?
–Esas son las piezas de de los fósiles en bronce. Son piezas únicas, que justamente intenté hacer como un molde de aquellos que a mí me parecían como interesante, como lograr un diálogo entre las mismas. Y después hay una punta de lanza, que la encontró mi padre hace varios años atrás.
Hice como dos piezas y a la vez, la enmarqué. Como si eso fuese la reliquia también de ese lugar, como que habla de un pasado. Yo en parte del prólogo digo que que uno arranca a través de un cuestionamiento de la historia familiar, pero empieza a indagar y hay una capa arqueológica.
Después de la capa arqueológica uno tiene una capa geológica y antropológica-paleontológica, entonces se vuelve infinita la profundidad de ese territorio.
–¿Y cuál fue el trabajo de los paleontólogos, de los antropólogos en esta exposición?
–El trabajo de los de los paleontólogos fue muy interesante porque fue catalogar, fue estudiar las piezas. Por ejemplo Julieta Gómez Otero, que está más en la parte del Cenpat en relación a lo arqueológico, me ayudó a determinar cada pieza, qué tipo de piedra era, de qué zona de la Patagonia.
Después también las paleontólogas, porque en el fondo fueron todas mujeres las que trabajaron. A la vez también se dio una relación de confianza, porque también lo que pasa mucho en la Argentina es muchos tienen miedo de mostrar la colección privada por miedo a que la confisquen.
Y en mi caso fue muy bien recibida y pasó todo lo contrario. Como que de alguna manera de los dos lados queríamos colaborar para que esto pueda ser estudiado y para que sea compartido.
La colección privada
–¿Y ustedes todavía mantienen en tu casa la colección privada?
–Mantenemos la colección. Si alguien, por ejemplo, quiere estudiar una pieza de un diente de megalodón o determinada pieza para una tesis o un estudio, la puede tomar prestada, la estudia y la devuelve.
Pero, es una colección más chica, más pequeña, familiar. En los museos se pueden encontrar obviamente piezas más importantes. Pero para mí lo importante era eso, poder dejarlo como registrado y a lo largo de la historia, porque si no se pierde con el tiempo.
–¿Pero en qué te sentís más cómoda trabajando, haciendo videos o haciendo documental? ¿Haciendo investigación?
–Es interesante porque la fotografía es una forma de expresión en la cual me siento muy cómoda. Pero también llega un momento que, después de un tiempo, en mi caso necesité como otras formas de expresión, lo cual ni una supera a la otra.
Pero sí depende de qué es lo que uno quiera narrar, contar, relatar o transmitir. Y en este caso, yo ahora estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver más con la instalación. Entonces es como que estoy abriéndome a otras.
–Vivís en Argentina, pero tenés que viajar para poder proyectarte, para poder venir a Francia o al Silicon Valley.
–Justamente hace tres años, cuando muere mi padre, se me abre un mundo. Me voy a hacer una residencia de arte en Barcelona y una maestría en artes visuales. Y ahí es donde empieza a generarse ese nexo entre París, en su momento fue Barcelona.
Después volví a mi país porque de alguna forma ahí es donde decidí tener mi estudio, mi lugar de trabajo. También hay algo del sur que a mí me atrapa y siempre me llama a volver a ese lugar donde crecí.
Las mujeres de la lana negra
–Una artista bien patagónica. ¿Y qué proyectos tenés ahora? ¿Vas a estar en París Foto, qué vas a hacer?
–En París Foto estuve hace dos años justamente presentando este libro con la editorial RM. Y ahora estoy en un proyecto, que estoy terminando justamente la maestría en un mes, que tengo que presentar la tesis y tiene que ver un poco sobre la lana negra.
Porque tiene que ver un poco con las tradiciones femeninas en relación a la lana en el territorio patagónico. Entonces hay muchas mujeres que todavía siguen con el proceso y con la tradición del hilado, del peinado artesanal de la lana.
Y yo que vengo de una familia en la cual se dedica a la lana más blanca, Merino, fui descubriendo, tratando de encontrar mi lugar como mujer en mi historia familiar. Me cuestioné dónde estaban las mujeres en este universo de la lana.
Y ahí fue donde me fue llevando un poco esta búsqueda. A encontrarme con estas mujeres, que viven en la estepa patagónica, y que siguen conservando estas tradiciones. Como que es una historia de ellas, pero que a la vez tiene puntos de encuentro con la mía.
París. Corresponsal
PC