Si el otro lado del río hablara, diría que ha visto una luz, como canta Jorge Drexler. Y es por Natalia Oreiro. Su magnetismo es proporcional a su don camaleónico según el papel que le toque.
Tras haber sido Eva Perón en la miniserie Santa Evita y una vidriosa agente de Inteligencia en la serie Iosi, el espía arrepentido, vuelve a la comedia.
Ahora es María, la protagonista de Casi muerta, la nueva película de Fernán Mirás, que se estrena en cines el próximo 6 de julio. Interpreta a una mujer a la que le diagnostican un problema en el corazón y le dan treinta días de supervivencia. Así, toda su vida, relaciones y amores se resignifican al ritmo de una delirante cuenta regresiva.
Natalia, casada con Ricardo Mollo desde hace veinte años y mamá de Atahualpa (11), llega puntual al bar de Martínez, con vista al río. Trae look casi de entrecasa, pero en cuestión de segundos será diva total. Avanza hacia el agua con su vestido de encaje y tapado verde musgo, lista para entregarse al conjuro de los dioses, que harán brisa de verano a este frío polar, aunque sea por un rato.
Del otro lado del río
-¿Qué significa el río para vos? Depende del día se ve la otra orilla y en las fotos se notaba que estabas disfrutando el momento.
-Un puente. Yo crecí con el río. Salía del Liceo y me iba en bicicleta con una amiga a la playa. Y las primeras veces que vine a la Argentina fue cruzando este río que, para nosotros, los rioplatenses, es un lazo de amor. Nos une culturalmente con la música, la historia, el cine… esa nostalgia que nos pasa al tener un río marrón.
El tango, en ese sentido, lo representa muy bien. Y si bien cuando llegué a la Argentina (a los 16) me costaba ver que la ciudad estuviera de espaldas, poco a poco encontré lugares que miraban hacia el río.
Y sí, tengo esa afinidad, porque cuando miro el horizonte veo mi Uruguay, y cuando estoy en Uruguay y miro el horizonte, veo mi casa, Argentina, el país que me dio la oportunidad de cumplir mis sueños y también me dio un hogar, un hijo y un amor.
-¿Cómo definís este momento de tu vida?
-¡No tengo idea! (se ríe). Siento que la vida pasa tan rápido que no puedo detenerme a pensar en qué momento estoy o en cómo estoy… ¡Estoy contenta! Mi hijo está sano, feliz, con sus amigos y su escuela, y eso a mí me colma.
Además, trabajo en cosas que me gustan, profundizo en situaciones sociales que para mí son importantes, estreno una súper película, Casi muerta, que está buenísima, y pronto se viene la segunda temporada de Iosi, el espía arrepentido, por Amazon Prime. Así que recontenta y con muchos proyectos.
-Con Casi muerta volvés a la comedia, ¿qué te sedujo del personaje para aceptar?
-¡Fernán Mirás! Porque cuando actuamos en Re loca, él acababa de estrenar su ópera prima, El peso de la ley, y a mí me fascinó. Además de adorarlo como actor, me encantó como director y le dije: “La próxima llamame para cualquier papel”. ¡Y así fue!
Me encantó la idea, el proyecto, el libro, pero básicamente su mirada. Es muy gracioso, tiene un humor muy ácido al mismo tiempo, y esta peli plantea la dualidad entre la vida y la muerte en tono de comedia. Pero también es profunda y habla de cuatro cosas muy simples que son el amor, la amistad, la vida y la muerte.
Pasarla bien trabajando
-Te preguntaba cómo era este momento de tu vida, porque más allá de que la película es ficción, se nota que cuando hacés comedia la estás pasando bien.
-Te cuento una anécdota. Hace muchos años estaba haciendo Solamente vos, que era una comedia, y, sin embargo, mi personaje sufría y se la pasaba llorando porque Juan (Adrián Suar), había vuelto con la ex mujer.
Un día fui a un chino que hacía acupuntura y era iridólogo. Me miró el ojo y me dijo: “Estás muy triste”. Y yo estaba bárbara, pasando un buen momento personal y laboral. “No. Estoy bien, estoy feliz”, le dije. Me insistió: “Veo que estás muy triste”.
La tercera vez que me lo dijo, le aclaré: “Ah, yo soy actriz y mi personaje llora todos los días”. Entonces me contestó: “El cuerpo no sabe que usted es actriz. Usted le manda una señal al cuerpo de tristeza y el cuerpo la recibe”. Me acuerdo que cuando se lo conté a Adrián, él me dijo: “Ay, pero llorás tan lindo en cámara…”
-Al verte interpretar a Evita y Gilda parecería que te dieron la posibilidad de construir a dos personalidades distintas, como dos versiones tuyas.
-Sí. Fueron dos proyectos muy amados, pero muy diferentes. Eva era un personaje que me parecía inalcanzable y cuando hace diez años me ofrecieron hacerlo por primera vez, dije: “No, no lo puedo abordar”. En ese momento sentía que me iba a costar mucho componerla de la manera que yo sentía que había que componerla.
Y, además, muchas actrices ya la habían hecho magistralmente. Me daba miedo no poder estar a la altura de la historia, del personaje…
-¿Miedo a la crítica?
-Miedo a mí, primero que nada. La peor crítica es la personal, pero también es la reflexión de conocer tu propio límite y decir: “Hoy no puedo”.
Diez años después me convocaron al casting de Santa Evita y eso me dio seguridad porque dije: “Okey, me preparo y si ven algo en mí será porque fue una prueba y no porque me llamaron por mi trayectoria, por así decirlo”. Y fui muy entregada a hacer las tres escenas del casting. Cuando me dijeron que había quedado, ¡temblé!
-Aquí es donde se derrumba un mito: Natalia Oreiro hace casting. Porque uno cree que una figura de nivel internacional nunca lo hace.
-¡Sí! Y para Iosi también hice. El casting es un re buen recurso para los actores y actrices. ¿Por qué? Porque para mí no hay malos actores; hay directores que eligen mal a sus actores, porque no todos podemos hacer todos los personajes.
La conexión con los personajes
-A Gilda te unían la música y tu condición de fan. ¿Con Evita también tenés una conexión? ¿Sos peronista?
-Soy socialista de toda la vida. Vengo de familia socialista. Con mi tía, sobre todo, había un acompañamiento desde lo ideológico y lo político social. Vengo de un barrio de Montevideo muy particular, el del Cerro, y eso también me marcó.
Si bien yo llegué muy chica, cuando venís con esa cabeza te cuesta un poco entender la política argentina; igualmente hace treinta años que vivo acá, con lo cual ahora mi cabeza está en ese sentido argentinizada. Lo que admiro de Eva es su causa social, realmente dio -en mi interpretación y en la búsqueda de mi personaje- su vida para su pueblo. Al menos la Eva que quise construir era esa, la Eva del pueblo.
Gilda es un personaje que siempre quise hacer, la amaba y acompañé todo el proceso de la película. Por eso, cuando terminó, me costó dejarla ir.
-En Rusia, por ejemplo, por vos ya habían aprendido a hablar español y a partir de la película de Gilda cantan sus hits.
-Sí, eso es hermoso. Escucharlos cantar o ver que bailan cumbia es muy fuerte.
La guerra Rusia-Ucrania
-En 2020 te otorgaron la ciudadanía rusa, ¿cómo te impacta la guerra?
-Rusia es un pueblo que amo profundamente. Tenemos un vínculo desde hace más de veinte años y es algo emocionante cómo nos comunicamos, teniendo un idioma y una historia tan distintos. Y lo que pasa hoy… no hay persona a la que no le impacte y no le duela. No tengo palabras para expresar el sentimiento de tristeza que me produce. Es un momento muy triste de toda la humanidad.
-Antes mencionaste El Cerro, el barrio donde te criaste, ¿por qué decís que te marcó?
-Uno es la niñez, por eso es tan importante la primera infancia, siempre somos lo que fuimos en los primeros 6 o 7 años de vida. Y El Cerro fue eso, aunque en el medio, cuando era muy chica, viví dos años en España. Pero siempre mi recuerdo es El Cerro.
Es la casa de la abuela Hilda, jugar en ese galpón horas y horas cuando volvía de la escuela corriendo con la moña (cinta en el cuello) desatada, sentada a su máquina de coser.
O cuando subía a La Fortaleza (el castillo en lo alto del cerro), a buscar entre lo que había ahí algún descubrimiento. Recuerdo la libertad de ser niños. El Cerro además tiene una particularidad: ves el amanecer y el atardecer en el agua, porque es una bahía, con sus playas y sus fábricas.
-¿Tus papás siguen viviendo en Uruguay?
-Sí, estuvimos ahora con ellos en el cumple de mi hermana (Adriana). Ellos van y vienen, porque aparte tienen sus nietos: Ata y mis dos sobrinas, Mía (16) y Bianca (6).
-Cuando estrenaste la película de Gilda, me contaste que querías interpretar a Juana Azurduy, ¿seguís teniendo esas ganas?
-(Se sorprende) Sí, es un proyecto muy grande, estamos trabajando desde hace un montón con Benjamín Ávila (la dirigió en Infancia Clandestina y fue productor de Gilda, no me arrepiento de este amor). El lunes pasado, justamente, volvimos a reunirnos. Ojalá podamos hacerla.
-Hablemos de Hollywood y vos. ¿Es cierto, que, entre otras propuestas, le dijiste que no a Tarantino y hace poco, a una serie?
-Nunca fue un objetivo ni una búsqueda trabajar en otro lugar que no fuera la Argentina y actuar en otro idioma que no fuera el español. Me pasó también con la música. He recibido varias propuestas para vivir allá, incluso en Los Ángeles, y siempre me pareció un lugar de mucha soledad…
Y no es que esté negada a trabajar en otro idioma o, eventualmente, ir y filmar alguna película, pero ¿mudarme? No, jamás. Viví el desarraigo desde muy chiquita, fue una elección, pero resultó duro, y volver a vivirlo con una cultura tan distinta en un país tan diferente como los Estados Unidos es algo que jamás estuvo en mis planes.
-En Casi muerta, a María le dan un mes de vida, ¿cómo te llevás con la muerte?
-Desde que fui mamá dejé de hacer un montón de cosas, como el trapecio a vuelo. Me empezó a dar miedo volar, aunque me la paso volando y por ahí en un día me tomo tres aviones. Me convertí en una persona con miedo y yo no era así. Y creo que es una carga horrible que debo sacarme, porque no es algo que quiera para mi hijo.
Antes de ser mamá pensaba que iba a ser súper, porque yo era muy libre, hippie… Pero me puse re controladora. Me da miedo que le pase algo, me da miedo que me pase algo y no estar para él… Es como que me cambió el eje y me convertí en otra persona.
-¿A Ricardo le pasa lo mismo, aunque él tiene dos hijas grandes?
-No, nada que ver. Él es mucho más relajado. Siempre me dice “relajá”. Soy de las que… “¡ponete una campera, Ata!”. Todo el tiempo sé dónde está, qué está haciendo. Vivo pendiente de él, nunca puedo cortar.
-¿Cómo hacés ahora que Ricardo está en gira por los 35 años de Divididos?
-¡Malabares! Ata me acompaña, pero también quiero que sea un niño con amigos. Hoy está en casa con tres compañeros y con Blanquita, que es como mi mamá, imagínate que me acompaña desde los 18 años. La conocí acá cuando vine y nunca más nos despegamos. Me ayuda, pero no vive con nosotros.
Ricardo es un papá recontra presente: cuando trabajo en Uruguay, se queda él, y cuando se va de gira, me quedo yo; a veces lo lleva a las giras, pero Ata tiene 11 años, está en sexto grado y no debe faltar a la escuela, porque hay una regularidad que queremos que tenga.
La charla se interrumpe porque Luli Gimelli, su estilista, se tiene que ir. Natalia le pregunta dónde le guardó algo. “Ahora te cuento para que veas de lo que estoy hablando”, dice.
Una vez que la cadenita de oro cuelga otra vez de su cuello, cuenta: “Este es el primer diente de mi hijo, lo tengo siempre puesto, pero para las producciones o cuando trabajo me lo saco. El otro día Ata me preguntó: ‘¿Por qué te lo sacás para trabajar?’ Le dije: ‘Porque, por ejemplo, en Casi muerta, María no tiene hijos y van a decir: ¿Qué hace Natalia con un diente colgando? o ¿Y ese diente de quién es?’.
Y Ata me contestó: ‘Pero está bueno que la gente se pregunte cosas y que no encuentre respuestas’. Tiene razón, claro. Siempre tiene razón”.
-Le decís Ata, por Atahualpa, pero su primer nombre es Merlín.
-¡Él eligió Atahualpa! Se llama Merlín Atahualpa y los dos nombres los eligió Ricardo, primero Merlín y después Atahualpa. Pero yo siempre sentí que se llamaba Atahualpa. Y me acuerdo clarito cuando Ata, con dos años, le contestó al taxista que lo saludó con un “¡chau, Merlín!”: “Atahualpa. Me llamo Atahualpa”.
Ata habla desde el año, a los 14 meses te entablaba una conversación: “Sí, mi amor, te llamás Merlín Atahualpa, vamos”, lo apuré. Ata me corrigió: “No, mamá me llamó Atahualpa, Merlín es mi nombre de bebé”.
-¿Toca la guitarra?
-No, no canta, tampoco. Aprende trompeta, le gusta Miles Davis, porque yo siempre le ponía el disco Tutu.
-¿Es cierto que entre tus influencias musicales, hasta que conociste a Ricardo, no estaba Divididos?
-¡Sí! Divididos me gustaba, pero no era fan, yo era más ricotera.
-Ahí se explica por qué cuando te lo presentaron no te diste cuenta quién era.
-¡Ay, qué desastre! A ver… Cuando lo conocí, lo primero que vi fue una sonrisa. Ricardo tiene algo mágico, que también lo tiene nuestro hijo: una sonrisa muy… de alguien simple.
-¿Se conocieron en un centro de yoga?
-No, en casa. Yo hacía yoga con un grupo de amigos músicos en mi casa y teníamos un amigo en común, un guitarrista, que nos presentó. Pero en realidad nos conocimos en otro lugar, por esa misma persona que nos presentó, en un show en un sótano que ya no está más.
Nos volvimos a ver en un festival en Londres donde tocaba Divididos. Yo venía de cantar en Israel y Gabriela Torres, mi maestra de música, cantaba en ese festival. La acompañé y ahí me lo volví a cruzar. Al otro día, caminaba por el barrio de Candem, tenía la sensación de que me lo iba a cruzar y apareció. Fue un flash: “Mirá si está Ricardo”, pensé. Y tuc, ahí estaba.
Nos volvimos a ver en el aeropuerto. Y ya en Buenos Aires se apareció en el grupo de yoga que tenía en casa. Nos hicimos súper amigos y, aunque estaba muerta por él, nunca le dije nada porque no daba. Me pasaban cosas que él no había registrado.
-Tal vez le resultaba fuerte salir con Natalia Oreiro.
-Habría que preguntarle a él, jajaja. Pero no le resultaba fuerte venir a mi casa. Me traía turmalina (piedra “de la verdad” que suele usarse en meditación). Por eso, mi tercer disco se llama Turmalina. Después, en vez de turmalina, me traía chocolate.
-¿La diferencia de edad nunca te pesó?
-No, al contrario. Él me hace bien, pero no sé si tiene que ver con la edad en realidad (ella tiene 46 y él, en agosto, cumple 66). Ricardo es una persona muy luminosa. Es muy sabio en su forma de ver la vida y eso me enamora. Tiene mucho carácter, es realmente un líder, y si lo ves en el escenario no imaginás que es tan tranquilo. Sin embargo, en casa es muy relajado, muy armónico.
-¿Por qué eligieron Fernando de Noronha, la remota isla de Brasil, para casarse?
-Conocí Noronha soltera, pero ya estaba enamorada de él, aunque éramos amigos. Es un lugar que me encanta y ahora queremos volver con Ata. Cuando fui con Ricardo todo se dio así, natural, la idea de casarnos surgió en el momento.
Fuimos al Cartório, que es el Registro Civil, y como estaba cerrado por la fecha, era fin de año, Marenga, un capitán que conocí en mi primer viaje, nos dijo que él podía casarnos porque era la autoridad en altamar. Nos casó en un barco, después fue al registro y nos anotó. Así que estamos casados bajo la ley brasileña.
-¿Qué deseás para vos, Ata y Ricardo?
-Tiempo. Tiempo para estar más juntos. Tiempo del bueno no por cantidad, sino de juego, de disfrute, de risa, de cocinar, de estar en familia.
-Si ahora cerrás los ojos, ¿qué imagen se te aparece?
-Esa nenita de 8 años jugando con la máquina de coser. Es como un tiempo sin tiempo. Con la infancia, uno no tiene dimensión del tiempo y todos los sueños son posibles.
La película
Natalia Oreiro protagoniza Casi muerta, el nuevo filme de Fernán Mirás. Adaptación de la película vasca Bypass, cuenta la historia de una mujer a la que le dieron un mes de vida y combina amor, drama y mucho humor (negro). Con Diego Velázquez, Paola Barrientos, Ariel Staltari, Alberto Ajaka y Violeta Urtizberea.
Agradecimientos
Producción Pelo: Matías Giachino @giachinomatias Maquillaje: Karina Camporino @karinacamporinomkp Estilismo: Luli Gemelli @luligemelli Foto costa río: Vestido/Enagua: “El Camarín” @elcamarin Foto banco: Traje rosa con flores: “Mila Kartei” @milakartei Foto interior: Saco lana: “Maydi” @maydi_az Falda bordada: “Mila Kartei” @milakartei Agradecimiento: @veronica.bonomo @bliss.com.ar Malloy’s Bar. Sebastián Elcano 1718. Martínez @malloysbardecosta
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